George A. Miller es una figura emblemática en la historia de la psicología, reconocido como pionero y cofundador de la psicología cognitiva. Su enfoque rompió con la hegemonía del conductismo de mediados del siglo XX, revolucionando la forma en que entendemos la mente humana mediante la introducción del modelo de procesamiento de la información. Miller se destacó por su habilidad para aplicar conceptos innovadores y por su forma brillante y accesible de comunicar ideas complejas, lo que le permitió dejar una huella imborrable en la ciencia y la educación. Nacido en 1920, Miller vivió en una época donde la psicología estaba dominada por el conductismo, que enfatizaba la observación del comportamiento externo dejando de lado los procesos mentales internos.
Contra esta corriente, Miller sostuvo que la mente humana es comparable a una computadora que recibe, almacena y recupera información. Esta perspectiva abrió camino a un nuevo paradigma científico que puso al pensamiento, la memoria y el lenguaje en el centro de la investigación psicológica. Uno de sus aportes más celebres es el conocido artículo de 1956 “El número mágico siete, más o menos dos”, un estudio acerca de las limitaciones de la memoria a corto plazo y la capacidad de procesamiento que tiene el ser humano para manejar información. En este trabajo, Miller postuló que la cantidad de objetos que un individuo puede retener en la memoria activa ronda entre cinco y nueve elementos, lo que además inspiró décadas de investigaciones ulteriores en psicología cognitiva, neurociencia y ciencias de la educación. Además de sus contribuciones teóricas, Miller entendió la importancia del lenguaje en la psicología.
Dictó en 1989 un discurso magistral en la primera convención anual de la Asociación para la Ciencia Psicológica titulada “El lugar del lenguaje en la psicología científica”, donde argumentó que el lenguaje es un medio fundamental para hacer visibles y medibles los fenómenos psicológicos internos. Su apuesta por el estudio del lenguaje lo llevó a colaborar en el desarrollo de WordNet, una base de datos léxica computacional que ha revolucionado tecnologías como los motores de búsqueda y los programas de traducción automática. El impacto de Miller no solo se limitó al trabajo académico, sino que también fue un puente para la colaboración interdisciplinaria. En los años setenta y ochenta, junto a otros destacados científicos como Mike Gazzaniga, sentó las bases de la neurociencia cognitiva, un campo emergente que buscaba integrar los métodos de la psicología cognitiva y la neurociencia para avanzar en la comprensión del cerebro y la mente. Gracias a su liderazgo, la Fundación James S.
McDonnell impulsó programas de investigación y talleres que continúan vigentes y han dado origen a nuevas generaciones de investigadores. Su influencia también se manifestó en el ámbito educativo. En Harvard, junto a Jerome Bruner, diseñó y desarrolló cursos innovadores que impulsaron la llamada “revolución cognitiva” y contribuyeron a transformar el modo de enseñar y abordar los procesos mentales desde una perspectiva científica profunda y crítica. Muchos de sus estudiantes y colegas destacan la calidad y profundidad de sus clases, así como la apertura con que fomentaba el debate y el pensamiento riguroso. A nivel personal, quienes lo conocieron relatan anécdotas que revelan no solo su brillantez intelectual sino también su modestia, calidez humana y sentido del humor.
De sus encuentros en laboratorios, seminarios o conversaciones informales surgieron algunas de las ideas más clásicas y duraderas en la psicología contemporánea. Miller tuvo la capacidad de escuchar, cuestionar y estimular sin menospreciar ninguna idea, gracias a un temperamento abierto y generoso. Sus aportaciones en psicología del lenguaje fueron particularmente importantes. En muchos experimentos y publicaciones, exhibió la manera en que niños adquieren y forman significados lingüísticos de manera espontánea, y cómo el cerebro procesa estructuras sintácticas complejas. Estos estudios sentaron las bases para el desarrollo de teorías contemporáneas sobre el aprendizaje y procesamiento del idioma, así como para la creación de recursos lexicográficos electrónicos que hoy en día alimentan inteligencia artificial.
Miller también incursionó en el desarrollo de modelos matemáticos para la comprensión del lenguaje, colaborando con figuras como Noam Chomsky y contribuyendo a la creación de una teoría formal que describía los mecanismos mentales implicados en el procesamiento sintáctico. Estos enfoques se convirtieron en herramientas indispensables para la psicología cognitiva y la lingüística computacional. A lo largo de su trayectoria, recibió numerosos reconocimientos, entre ellos la Medalla Nacional de Ciencia en 1991, distinguido premio otorgado por sus contribuciones al conocimiento humano. A pesar de su prestigio, siempre mantuvo una actitud humilde y una disposición para apoyar a jóvenes científicos, animándolos a explorar sin miedo los misterios de la mente. Su legado permanece vivo en múltiples disciplinas y en la transformación que propuso en la manera de entender la psicología.
Desde la enseñanza hasta la investigación, su influencia es indiscutible. Hoy en día, la psicología cognitiva y la neurociencia representan pilares fundamentales en la ciencia mental, y mucho de esto se debe al trabajo pionero de Miller y su visión interdisciplinaria. Aunque George A. Miller falleció en 2012, su contribución sigue vigente y sus ideas continúan inspirando a científicos, docentes y estudiantes alrededor del mundo. Su manera de integrar rigor científico, creatividad y pasión humana ejemplifica lo que significa ser un investigador comprometido con el avance del conocimiento y el beneficio social.
Recordar a George A. Miller no es solo rememorar a un genio de la psicología, sino también a un educador incansable cuyo trabajo rompió barreras y transformó nuestra percepción del pensamiento, la memoria y el lenguaje. En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología y la inteligencia artificial, la herencia intelectual de Miller ofrece herramientas conceptuales esenciales para comprender la mente humana y sus complejas capacidades. Su obra y personalidad destacan como un testimonio de cómo la ciencia puede ser profundamente humana, abierta a ideas diversas, a la colaboración y siempre lista para autotransformarse. George A.
Miller es, sin duda, uno de los grandes legados de la psicología contemporánea y un ejemplo inspirador para las futuras generaciones.