La banda de frecuencia de 1.4 GHz, situada en el rango L, ha sido históricamente un espacio protegido y reservado para usos científicos y de observación terrestre, como la medición de la humedad del suelo y la salinidad oceánica. El satélite SMAP de la NASA fue uno de los proyectos emblemáticos diseñados para monitorear estos indicadores, funcionando en esta banda con la misión primordial de entregar datos climatológicos de alta precisión. Sin embargo, en los últimos tiempos, esta franja del espectro se ha convertido en un escenario inesperado y fascinante de guerra electrónica (EW), revelando un conflicto invisible pero crucial que impacta directamente en las tácticas y estrategias militares contemporáneas. El punto de inflexión surgió cuando, entre enero y mayo de 2025, los investigadores comenzaron a notar un aumento inusual de emisiones en la banda de 1.
4 GHz a través de los datos públicos L1B del satélite SMAP. Estos picos de interferencia, mostrados como incrementos en la temperatura de brillo superiores a los 360 kelvin, desafían toda lógica natural, indicando la presencia de transmisiones intensas no autorizadas y altamente poderosas. La ley internacional protege esta banda para evitar transmisiones que puedan interferir con los datos científicos, pero tal protección parece volverse irrelevante en las zonas de conflicto moderno, donde la supervivencia y la superioridad tecnológica dominan. La región de Ucrania y Crimea ha sido una de las áreas más activas detectadas, con puntos calientes electromagnéticos alineados con sitios de guerra electrónica rusos, corredores de drones ucranianos y áreas de concentración militar en el frente. El satélite no fue diseñado para detectar transmisiones artificiales, pero las señales fueron tan intensas que incluso un instrumento pasivo dedicado a medir emisiones térmicas naturales no pudo ignorarlas.
Esto evidencia una especie de 'rastro fantasma' dejado por equipos de guerra electrónica que operan emitiendo altos niveles de energía en esta banda prohibida, con el objetivo explícito de perturbar y degradar las comunicaciones y sistemas de inteligencia enemigos. ¿Por qué es relevante la banda de 1.4 GHz en la guerra electrónica? Esta frecuencia no solo es vital para aplicaciones científicas, sino también para sistemas militares cruciales. Las comunicaciones de control y mando de drones suelen operar dentro o cerca de esta banda, al igual que los enlaces de video en primera persona (FPV) que los pilotos remotos utilizan para maniobrar vehículos no tripulados con precisión. Además, esta parte del espectro está cerca de señales de navegación global (GNSS), como GPS, que pueden sufrir interferencia o incluso suplantación mediante jamming y spoofing.
Los enlaces satelitales empleados para telemetría y la transmisión de datos también pueden ser bloqueados o degradados a través de emisiones agresivas en esta frecuencia. La guerra electrónica en la banda de 1.4 GHz representa una nueva dimensión del conflicto contemporáneo: la lucha por controlar no solo el terreno sino el espacio espectral alrededor de él. En este entorno, los jammers no solo buscan anular las comunicaciones, sino crear cortinas electromagnéticas que cieguen los sensores y sistemas ISR (Intelligence, Surveillance, Reconnaissance), fundamentales para la toma de decisiones en el combate. La interrupción de estos sistemas disminuye significativamente la efectividad del enemigo, reduce la precisión del ataque y puede cambiar el curso de una batalla milimétrica.
Este fenómeno desafía las normas internacionales y los tratados que regulan el uso del espectro radioeléctrico. La idea de que la banda de 1.4 GHz debía permanecer libre de transmisiones ilícitas se encuentra en tensión con la realidad de conflictos híbridos y asimétricos donde las fronteras de la regulación tradicional se desdibujan. En un conflicto moderno, donde enjambres de drones, vehículos no tripulados y radares pasivos juegan roles fundamentales, el precepto de 'espacio seguro' en ciertas frecuencias se vuelve mera teoría cuando la supervivencia está en juego. Los datos abiertos del satélite SMAP han permitido a investigadores civiles y entusiastas del espacio y la radiofrecuencia mapear en tiempo real estas emisiones ilegales, generando mapas precisos que revelan no solo la presencia de jamming sino también la localización táctica de las operaciones.
Zonas como Dnipro, Simferopol y Kryvyi Rih han destacado por niveles de interferencia que sobrepasan los 370 kelvin, niveles que solo pueden explicarse por fuentes artificiales de alta potencia. Este tipo de análisis representa una revolución en el acceso a información de inteligencia electrónica (ELINT) de código abierto, que tradicionalmente estaba reservado a agencias gubernamentales. El empleo del satélite SMAP para este propósito demuestra también la convergencia entre tecnologías civiles y militares. Un satélite diseñado para monitorear la salud del planeta está hoy indirectamente revelando la intensidad y ubicación de la guerra electromagnética que tiene lugar en superficie. La comunidad de OSINT (Open Source Intelligence) y OS-ELINT (Open Source Electronic Intelligence) encuentra en datos remotos de observación terrestre una fuente invaluable para estudiar el conflicto en tiempo real sin necesidad de infiltraciones o espionaje tradicional.
Esta realidad plantea preguntas sobre la ética y las implicancias legales de transmitir en estas frecuencias prohibidas. Mientras las leyes internacionales de telecomunicaciones pueden prescribir sanciones y responsabilidades, la aplicación práctica en zonas de guerra es limitada. La prioridad estratégica obliga a actores estatales y no estatales a ignorar las regulaciones para mantener operatividad y superioridad tecnológica. El resultado es un espectro contaminado, lleno de señales interferentes que podrían afectar incluso usos civiles si la intensidad y persistencia de las transmisiones continúan aumentando. Además, la guerra electromagnética en la banda de 1.
4 GHz obliga a repensar el diseño de futuros sistemas de observación terrestre, inteligencia y comunicación. ¿Cómo seguir obteniendo datos fiables en ambientes saturados de interferencia? ¿Qué medidas de protección, filtrado o adaptación tecnológica pueden implementarse para prevenir la degradación de sistemas espaciales civiles? Estas preguntas son urgentes para la comunidad científica y tecnológica que depende de señales limpias para el monitoreo ambiental y climático. Finalmente, la visibilidad de la guerra en el espectro de 1.4 GHz subraya la evolución espectacular de los conflictos modernos, más allá de la fuerza humana o las armas convencionales. La batalla por el control de las frecuencias de radio es un reflejo de la complejidad y sofisticación de la seguridad global contemporánea, donde incluso un satélite científico puede convertirse en una herramienta para entender las operaciones bélicas del siglo XXI.
La pregunta ya no es solo si te atreves a transmitir en 1.4 GHz, sino qué consecuencias estarás enfrentando al hacerlo, en un mundo donde las líneas entre lo permitido y lo estratégico se diluyen a la velocidad de la señal electromagnética.