En las primeras etapas del diseño web, durante finales de los años 90 y principios de los 2000, los desarrolladores y diseñadores web enfrentaban una realidad compleja y limitada. Las opciones para crear estructuras visualmente atractivas y funcionalmente sólidas eran pocas, lo que llevó a la adopción de métodos poco ortodoxos para manejar la disposición de los elementos en una página. Entre estas técnicas, el uso de tablas HTML para la maquetación de sitios se convirtió en una práctica común, aunque problemática. Si bien hoy en día esta idea puede parecer absurda para muchos, entender su contexto histórico es fundamental para apreciar la evolución del diseño web y los estándares que hoy damos por sentado. Las tablas fueron originalmente concebidas para mostrar datos tabulares de forma organizada, facilitando la visualización de relaciones entre conjuntos de información estructurada.
Sin embargo, ante la falta de alternativas viables para organizar contenido en múltiples columnas o rejillas, los diseñadores comenzaron a utilizar las tablas para crear diseños complejos. Esta práctica fue popularizada, entre otros, por David Siegel a mediados de los años 90, quien en su libro “Creating Killer Websites” defendía la idea de anteponer el diseño visual y la experiencia de usuario, aun si ello implicaba apartarse de los estándares web oficiales y del marcado semántico. David Siegel reconocía las limitaciones de los navegadores y las especificaciones HTML de la época, y promovía una serie de trucos y hacks para lograr diseños deseables. Uno de estos métodos más destacados fue precisamente el uso de tablas, aprovechando su capacidad para establecer dimensiones fijas en filas y columnas, además de permitir su anidación para crear rejillas complejas y layouts con múltiples secciones. Es importante poner en perspectiva el entorno tecnológico de entonces.
Los llamados “Browser Wars” entre Netscape Navigator e Internet Explorer implicaban que ambos navegadores desarrollaban características exclusivas y poco compatibles, imitando y superando las capacidades del otro, pero dejando a los diseñadores con el desafío de crear sitios que funcionaran bien en ambos. La fragmentación era tan profunda que un diseño visualmente impecable en un navegador podía ser totalmente inservible en otro. Para empeorar la situación, el desarrollo y estandarización de HTML se mantenía muy rezagado respecto a la implementación real en los navegadores. Average CSS —hojas de estilo en cascada— empezaba a existir, pero su soporte era limitado y poco consistente. Esto dificultaba el empleo de métodos basados en estilos para manejar diseñadores flexibles y robustos, y mucho menos accesibles.
En este contexto, las tablas ofrecían una solución simple y directa: podían controlar el tamaño y el posicionamiento de las secciones de manera más precisa que los elementos en línea o los pocos contenedores que existían. Además, muchos navegadores optaron por implementar su soporte, permitiendo una cierta estabilidad en la forma de estructurar páginas, aunque a costa de sacrificar la semántica y la accesibilidad. El histórico y complejo proceso de estandarización también marcó esta dinámica. Aunque las tablas fueron introducidas por el navegador Mosaic antes de la publicación oficial del estándar HTML, no se incluyeron formalmente hasta versiones posteriores. El esfuerzo de Dave Raggett con HTML+, y más tarde con HTML 3.
2, consolidó los mecanismos para que las tablas fueran una parte oficial del lenguaje. Aun así, su uso para maquetación era considerado técnicamente incorrecto y contraproducente para la usabilidad y accesibilidad. Uno de los principales problemas radicaba en que las tablas para maquetación generaban un árbol DOM (Document Object Model) mucho más pesado y difícil de procesar, lo que ampliaba los tiempos de carga y el consumo de recursos del navegador. Más grave aún era el impacto negativo en la accesibilidad. Herramientas para personas con discapacidades visuales, lectores de pantalla y motores de búsqueda se enfrentaban a un contenido estructurado como tablas cuando en realidad se estaba utilizando aquella estructura para propósitos de diseño visual y no para organizar datos.
Esto generaba confusión y dificultaba la interpretación correcta del contenido. Paralelamente, una tecnología similar que también buscaba solucionar la maquetación fue el uso de frames. Los frames permitían dividir la pantalla en distintas áreas independientes, cada una con un HTML separado. Esto permitía mantener elementos persistentes, como una barra de navegación fija, mientras el contenido se desplazaba en otra sección. A pesar de este beneficio práctico, los frames compartían casi todos los inconvenientes de las tablas, como la pobre accesibilidad, los problemas de indexación en motores de búsqueda y una experiencia de usuario fragmentada.
Además, el rendimiento general se veía afectado porque el navegador tenía que cargar múltiples documentos simultáneamente. A medida que el nuevo milenio avanzaba, y los estándares web se consolidaban, aparecieron soluciones mucho más limpias y accesibles. El uso de CSS para maquetación se convirtió en la norma, promovido además por la comunidad y grandes referentes en usabilidad y accesibilidad web. CSS permitió separar contenido y presentación, mejorar la flexibilidad y adaptabilidad del diseño, además de facilitar que herramientas asistivas y motores de búsqueda interpretaran el contenido de forma más coherente. La transición desde estructuras basadas en tablas y frames hacia diseños controlados por CSS fue lenta y laboriosa.
Muchos sitios aún cargaban con estas prácticas heredadas, que se traducían en páginas complejas, difíciles de mantener y poco amigables para el usuario y los dispositivos modernos. Sin embargo, la comunidad de desarrolladores web adoptó progresivamente los estándares, optimizando la usabilidad, accesibilidad y el rendimiento web en general. La lección fundamental que se extrae de esta evolución es la importancia de respetar los estándares y de priorizar la semántica del contenido sobre las prisas por conseguir un determinado aspecto visual. El internet fue creado y sigue siendo pensado para funcionar universalmente, sin importar el dispositivo o la capacidad del usuario. Los estándares y mejores prácticas aseguran que las páginas web sean útiles para todos, resistentes al paso del tiempo y fácilmente adaptables a nuevas tecnologías.
Hoy en día, el diseño web moderno se apoya en herramientas como CSS Grid y Flexbox, tecnologías que permiten construir rejillas y sitios complejos con una simplicidad, flexibilidad y accesibilidad que los diseñadores de los años 90 sólo podían soñar. Estas metodologías garantizan que el contenido sea semántico y navegable, y que la experiencia del usuario sea consistente en cualquier navegador o dispositivo. En resumen, aunque el uso de tablas para diseño fue una respuesta válida a las limitaciones del pasado, es imprescindible reconocer que esa práctica fue temporal y llena de compromisos. Comprender su historia y los problemas que generó ayuda a valorar la importancia de la evolución de la web hacia estándares abiertos y accesibles. Nos recuerda también que el diseño y desarrollo web no pueden obedecer únicamente a la apariencia visual, sino que deben pensar en la inclusión, la eficiencia y la sostenibilidad a largo plazo.
El legado de aquellos años nos invita a ser conscientes de las tecnologías que empleamos y a seguir promoviendo un internet abierto, estandarizado y pensado para todos. Así, la historia de las tablas para maquetación, aunque absurda en retrospectiva, es un capítulo fundamental en la configuración del universo digital que conocemos hoy.