En 2024, la energía eólica alcanzó un récord histórico a nivel mundial con la instalación de 117 gigavatios (GW) de nueva capacidad. Este notable crecimiento refleja el compromiso y la inversión creciente en tecnologías limpias que buscan reducir la dependencia de los combustibles fósiles y mitigar el cambio climático. Sin embargo, a pesar de estas cifras alentadoras, expertos y entidades internacionales como el Global Wind Energy Council (GWEC) y la Agencia Internacional de la Energía (IEA) advierten que el ritmo actual de expansión no es suficiente para cumplir con los ambiciosos objetivos globales de energía renovable para 2030. La meta estipula triplicar la capacidad total de energías limpias, incluyendo la eólica y la solar, para avanzar hacia un futuro energético sostenible y confiable. Una de las principales preocupaciones radica en la disparidad geográfica de las nuevas instalaciones.
La mayoría del crecimiento se concentra en mercados maduros como China y Europa, donde la infraestructura y las políticas de apoyo facilitan la expansión de parques eólicos en tierra y mar. En cambio, otras regiones con un enorme potencial eólico aún enfrentan barreras significativas que retrasan su desarrollo, incluyendo procesos regulatorios prolongados, deficiencias en la conexión a redes eléctricas y falta de incentivos claros para atraer inversiones. Esta fragmentación limita la contribución global que podría realizar la energía eólica, particularmente en países emergentes donde la demanda de electricidad está creciendo rápidamente. La estabilidad regulatoria y política juega un papel fundamental para garantizar la aceleración de la transición energética. En algunos mercados, las señales políticas son inciertas debido a cambios frecuentes en las políticas públicas o a la oposición ideológica hacia las energías renovables.
Esta volatilidad impacta la confianza de los inversionistas, quienes prefieren entornos predecibles para comprometer capital en proyectos que generalmente requieren plazos largos. Además, en ciertas regiones, campañas de desinformación y resistencias sociales generan obstáculos adicionales que frenan el despliegue de parques eólicos, así como otros proyectos vinculados a fuentes limpias. Un desafío clave está relacionado con las cadenas de suministro y la logística para los equipos eólicos. El sector enfrenta tensiones por la fragmentación del comercio internacional, que afecta la disponibilidad y los costos de componentes fundamentales como turbinas, torres y materiales especializados. La imposición de aranceles y disputas comerciales entre grandes economías no solo incrementa los precios sino que también introduce incertidumbre en la planificación industrial.
La consecuencia directa es la inflación de costos y la ralentización en la ejecución de nuevos proyectos, que puede poner en riesgo los objetivos de expansión acordados para la próxima década. Más allá del ensamblaje y la construcción, la integración de la energía eólica en los sistemas eléctricos es otro reto importante. Las infraestructuras actuales requieren significativas mejoras para poder manejar la intermitencia de la producción eólica, que depende en gran medida de las condiciones del viento. Para optimizar la capacidad instalada, es imprescindible modernizar las redes de transmisión, ampliar la capacidad de almacenaje energético y desarrollar tecnologías avanzadas de gestión de demanda. Sin estas inversiones, la energía eólica puede no alcanzar su máximo potencial ni garantizar la estabilidad del suministro eléctrico a corto y mediano plazo.
Paralelamente, los costes competitivos de la energía eólica han impulsado inversiones tanto públicas como privadas, generando empleo y fortaleciendo la seguridad energética en muchas regiones. Sin embargo, la presión macroeconómica derivada de la inestabilidad global, fluctuaciones en los precios de materias primas y situaciones geopolíticas complejas, como los conflictos en el Medio Oriente, subrayan la importancia de diversificar la matriz energética y acelerar el camino hacia fuentes renovables más abundantes y accesibles. El impulso hacia la electrificación global, tanto en sectores residenciales como industriales y de transporte, demanda un suministro energético cada vez más verde. La energía eólica, en combinación con la solar y otras tecnologías limpias, constituye la base para esa transformación. No obstante, para cumplir con el compromiso adquirido durante la conferencia de Naciones Unidas COP28 y otros acuerdos internacionales, es necesaria una acción conjunta que supere los actuales obstáculos.
Esto implica diseñar políticas coherentes, promover colaboraciones internacionales que fortalezcan las cadenas de suministro y fomentar un diálogo social que respalde el desarrollo sostenible. En conclusión, aunque el récord de instalación de capacidad eólica en 2024 representa un hito alentador, no es suficiente para alcanzar la ambiciosa meta de triplicar la capacidad global de energías renovables para 2030. La transición hacia un sistema energético limpio y resiliente enfrenta múltiples desafíos que requieren soluciones integrales y coordinadas. La clave estará en acelerar la inversión, mejorar las infraestructuras, estabilizar el marco regulatorio y asegurar la participación activa de todas las partes involucradas para que el viento no solo siga soplando fuerte, sino que impulse la transformación energética que el planeta necesita.