El Proyecto ITER representa uno de los mayores esfuerzos colaborativos internacionales en el ámbito de la física y la ingeniería para el desarrollo de energía de fusión nuclear, considerada la solución energética del futuro. En abril de 2025, ITER anunció la culminación del ensamblaje de todos los componentes que conforman su sistema de imanes superconductores pulsados, que es el más grande y potente jamás construido en la historia. Este logro no solo implica un avance tecnológico colosal, sino que refuerza la esperanza de lograr una fuente energética segura, abundante y sin emisiones contaminantes, con un impacto potencialmente revolucionario para el planeta. La fusión nuclear, el proceso que alimenta las estrellas, se basa en combinar núcleos atómicos ligeros bajo condiciones extremas para liberar energía. ITER busca reproducir este fenómeno en la Tierra, usando el hidrógeno —específicamente los isótopos deuterio y tritio— y creando un plasma que alcance temperaturas de más de 150 millones de grados Celsius, diez veces más caliente que el núcleo del Sol.
La clave para controlar ese plasma extremadamente caliente y volátil reside en un sistema magnético excepcionalmente poderoso y complejo capaz de contenerlo y moldearlo sin contacto físico, evitando que dañe el reactor. El sistema de imanes superconductores pulsados de ITER es el corazón electromagnético del ser llamado Tokamak, la estructura donut caracterizada por su campo magnético toroidal y poloidal generado por una combinación de diferentes tipos de imanes excepcionalmente diseñados y fabricados. El Tokamak se ha convertido en la arquitectura más eficiente y común en la investigación en fusión, y el de ITER promete ser el más avanzado y grande hasta ahora concebido. Entre los componentes más destacados está el Solenoide Central, fabricado en Estados Unidos. Este enorme imán cilíndrico, con una altura de 18 metros y un diámetro de 4.
25 metros, pesa alrededor de 1000 toneladas y es capaz de generar un campo magnético de 13 Teslas, unas 280,000 veces más intenso que el campo magnético de la Tierra. Su función principal es iniciar y mantener la corriente de plasma que circula dentro del Tokamak. La potencia y estabilidad requeridas para esta misión son inmensas, y por ello su estructura cuenta con un exoesqueleto que soporta fuerzas de hasta 100 meganewtons, equivalentes al doble del empuje en el lanzamiento del transbordador espacial. El Solenoide Central funciona de manera sincronizada con seis imanes de Campo Poloidal, fabricados y entregados por Rusia, Europa y China. Estos imanes tienen forma de anillo y diversos diámetros que van desde 9 hasta 25 metros.
Su misión es moldear la forma y la posición del plasma, manteniéndolo confinado dentro de la cámara de fusión. Además, los imanes Toroidales, fabricados principalmente en Europa y Japón, contribuyen a crear el campo magnético principal que envuelve el plasma en la dirección anular del Tokamak. En total, el sistema magnetico completo pesa cerca de 3,000 toneladas y almacena una energía magnética combinada equivalente a 51 gigajoules. La fabricación de estos imanes ha requerido materiales superconductores muy especializados, principalmente basados en aleaciones de niobio, como el niobio-titanio (NbTi) y el niobio-estaño (Nb3Sn), capaces de mantener la superconductividad a temperaturas extremadamente bajas alrededor de -269 grados Celsius, refrigerados mediante helio líquido. Los avances en la producción de estos superconductores, así como en ensamblaje y tolerancias de fabricación, han sido críticos para que ITER pueda alcanzar sus metas técnicas.
La colaboración internacional ha sido fundamental para el éxito del proyecto. ITER agrupa a más de 30 países y siete miembros principales: China, Europa, India, Japón, Corea, Rusia y Estados Unidos. Cada uno ha contribuido a distintas partes del sistema, no solo financiando, sino fabricando sus componentes, lo que ha impulsado una cadena global de innovación tecnológica. Por ejemplo, Japón produjo kilómetros de hilo superconductor para el Solenoide Central, Rusia y Europa aportaron los imanes Poloidales y sus superconductores, Corea fabricó herramientas clave para la integración con precisión milimétrica, y China suministró Corrections Coils para ajustar la estabilidad del plasma en tiempo real. Esta complejidad no solo reside en la ingeniería sino también en la gestión geopolítica, ya que la cooperación entre estas potencias ha resistido desafíos políticos, demostrando que la humanidad puede unirse para resolver problemas globales prioritarios como el cambio climático y la seguridad energética.
El avance tecnológico de ITER también tiene un impacto multiplicador, ya que ha impulsado investigaciones relacionadas y el surgimiento de una industria a nivel mundial dedicada a la fabricación de componentes para la fusión. El conocimiento generado se está extendiendo hacia el sector privado, que en los últimos años ha incrementado sus inversiones en energía de fusión, aprovechando el impulso científico y tecnológico que proyectos como ITER aportan. Desde el punto de vista operativo, el sistema de imanes pulsados permitirá crear las condiciones para un plasma estable durante cientos de segundos, un pulso suficiente para demostrar que la producción de energía de fusión puede superar con creces la energía invertida en el proceso. ITER tiene como objetivo producir 500 megavatios de potencia desde solamente 50 megavatios de entrada de energía para calentamiento, logrando un rendimiento energético diez veces superior. Esta eficiencia representa un antes y un después pues validaría la viabilidad de la fusión como fuente energética sostenible a escala industrial.