La necesidad de modernizar el sistema ferroviario en el Corredor Noreste (Northeast Corridor, NEC) de los Estados Unidos ha sido una preocupación constante durante décadas. Este pasillo vital que conecta Boston, Nueva York y Washington D.C. es la arteria principal del transporte ferroviario interurbano y de cercanías más usado del país, pero también uno que enfrenta múltiples retos relacionados con la antigüedad de su infraestructura, la congestión y la falta de velocidad competitiva frente a otros medios de transporte. Frente a esta coyuntura, un proyecto visionario propone una transformación radical mediante la construcción de un tren de alta velocidad que no solo acelere los tiempos de viaje, sino que también integre y optimice los servicios de trenes de cercanías y de larga distancia.
Este plan, que se basa en prácticas exitosas implementadas en Europa y Asia, presenta una ruta clara hacia la revitalización y modernización del NEC con un enfoque en la eficiencia, la economía y la sostenibilidad. El corazón de esta propuesta es establecer un sistema ferroviario de alta velocidad entre Boston y Washington, pasando por Nueva York, que permita reducir significativamente los tiempos de viaje actuales. En la actualidad, los trenes de Amtrak tardan aproximadamente tres horas y cuarenta minutos entre Boston y Nueva York, y tres horas entre Nueva York y Washington. Sin embargo, con una inversión aproximada de 12,5 mil millones de dólares en infraestructura y 4,5 mil millones para la compra de nuevos trenes de alta velocidad, ajustados a precios de 2024, se proyecta que estos tiempos puedan reducirse a menos de dos horas en cada tramo, alcanzando 1 hora con 56 minutos. Esta iniciativa contempla no solo la construcción de vías y estaciones nuevas, sino una remodelación completa del sistema, donde la modernización del tren de cercanías y la coordinación meticulosa del horario juegan un papel fundamental.
Precisamente, una de las claves para evitar costos desproporcionados radica en la planificación integrada, uniendo esfuerzos para que la infraestructura, la operación y la adquisición de trenes funcionen bajo una misma estrategia, evitando obras innecesarias y maximizando el uso de las infraestructuras existentes y en construcción, como el túnel Gateway que conecta Nueva Jersey con Nueva York. Uno de los aspectos revolucionarios del proyecto es la adopción de estándares técnicos europeos y asiáticos que superan ampliamente las prácticas tradicionales estadounidenses, las cuales han quedado obsoletas frente a los avances globales en tecnología ferroviaria. Por ejemplo, la geometría y diseño de los cambios de vía o desvíos —lugares donde los trenes cambian de vía— sigue siendo en Estados Unidos basada en especificaciones del siglo XIX, limitando severamente las velocidades y aumentando los tiempos de maniobra en zonas críticas cercana a grandes estaciones como Grand Central o Penn Station. Aplicar estándares modernos permitirá que los trenes circulen mucho más rápido incluso en las secciones más lentas del corredor, habitualmente las que marcan los mayores cuellos de botella en los tiempos de trayecto actuales. Se esperan ahorros de hasta cuatro minutos sólo en el último kilómetro de entrada a Grand Central debido a mejoras en la geometría de estos elementos clave.
Además, la mejora en la tensión del sistema de catenaria (las líneas aéreas que alimentan eléctricamente a los trenes) con tecnologías de tensión constante evitará limitaciones de velocidad y problemas derivados de la expansión térmica en verano, aumentando la confiabilidad de las operaciones y reduciendo retrasos. Por otro lado, el proyecto destaca la importancia de integrar la modernización del tren de cercanías, que actualmente usa gran parte de la infraestructura del NEC. Las líneas de cercanías son las más usadas del país y podrían beneficiarse enormemente de frecuencia constante durante todo el día, elevando el estándar del servicio mucho más allá del clásico modelo de “todo el tráfico al centro en hora punta” que actualmente impera en América. Esto implica ofrecer mayor regularidad, menos variabilidad en los horarios y pasos más rápidos en estaciones mediante plataformas elevadas que permiten embarque y desembarque rápidos y accesibles para personas con movilidad reducida. La electrificación total del sistema de cercanías es otro pilar fundamental, además de la adquisición de trenes eléctricos modernos de alto rendimiento, capaces de acelerar y desacelerar más rápidamente que las unidades diésel o los trenes tradicionales, lo que además mejora la planificación conjunta con los servicios interurbanos que requieren un calendario armonizado para evitar conflictos entre trenes lentos y rápidos.
Mediante la adopción de principios replicados de redes regionales europeas exitosas, el NEC puede diseñar un horario repetitivo y simétrico que reduzca radicalmente los tiempos de espera y la necesidad de amplias holguras en el cronograma, haciendo la operación más predecible y eficiente. El esquema del horario repetitivo, conocido como Takt, es una base para esta mejora. Se basa en la idea de repetir constantemente patrones sencillos y sincronizados de salida y llegada que facilitan la coordinación de trenes, optimizan la infraestructura para reducir la congestión y fomentan la facilidad de uso para los pasajeros que pueden memorizar fácilmente el horario. Esta estructura horaria, aplicada en países como Suiza, Alemania y los Países Bajos, permite reducir la reserva de tiempo para imprevistos —denominada “padding”— de un 20-30% actual a apenas un 7%, lo que reduce los tiempos de viaje sin hacer que las operaciones sean inseguras o poco confiables. En términos de infraestructura, los gastos se concentran en proyectos estratégicos para resolver las limitaciones de capacidad y velocidad, como la construcción de desvíos o amplificaciones de vías en zonas congestionadas, que permiten que trenes más rápidos sobrepasen a los más lentos sin detener el servicio.
También se incluyen inversiones para eliminar cruces a nivel y reemplazarlos por pasos a desnivel, que mejoran la fluidez y seguridad, especialmente cerca de las grandes ciudades y en puntos de intersección de líneas. La electrificación de ramas y la elevación de plataformas constituyen inversiones clave para mejorar el servicio de cercanías, por un valor estimado de 3 mil millones de dólares. La construcción del bypass Kingston-New Haven, por ejemplo, es notablemente costosa —alrededor de 5 mil millones— debido a su extensión y a la reducción significativa de tiempo que implica, ahorrando a los trenes interurbanos hasta 32 minutos en el trayecto. Aunque existen otras propuestas de bypass y desviaciones, algunas no se han incluido en el escenario de bajo presupuesto por su alto costo en relación al beneficio temporal, pero sí forman parte de escenarios de inversión más ambiciosos. Otro elemento a destacar es el enfoque disciplinado hacia el mantenimiento y renovación de la infraestructura actual.
Se propone separar los proyectos de expansión y modernización de los programas rutinarios de mantenimiento, evitando la sobrecarga financieramente y la burocracia que suele paralizar ambas clases de proyectos cuando se tratan como un bloque único. Se recomienda adoptar métodos mecanizados y continuos de renovación, en lugar de inspecciones manuales y reparaciones puntuales, lo que mejorará la fiabilidad y el costo de mantenimiento a largo plazo. En el plano de adquisición de material rodante, el proyecto apuesta por trenes eléctricos múltiples (EMU, por sus siglas en inglés), que son el estándar global para trenes de alta velocidad y sistemas de cercanías modernos. Los EMU modernos poseen una potente relación peso-potencia, aceleran rápidamente y tienen menores costos de operación y mantenimiento que los trenes impulsados por locomotoras tradicionales. Además, se recomienda importar o fabricar trenes que cumplan con estándares internacionales, lo que disminuirá los costos y mejorará el rendimiento comparado con el material que hasta ahora se fabrica bajo normas estadounidenses anticuadas.
Con la puesta en marcha de este tren de alta velocidad y el correspondiente rediseño y modernización del sistema de cercanías, la capacidad para trenes rápidos en el NEC podrá incrementarse hasta un tren cada 10 minutos en áreas críticas alrededor de Nueva York, y cada 15 minutos cerca de Boston y Washington, generando una oferta consistente, confiable y atractiva que competirá favorablemente con el automóvil y el avión en distancias de hasta 500 kilómetros. Sin embargo, el éxito de este proyecto depende tanto de la tecnología y planificación como de una adecuada coordinación política y financiera. Se hace imperativa la creación de un ente coordinador que integre la planificación de las distintas agencias ferroviarias involucradas, federal y estatales, para garantizar que el corredor funcione como un sistema unitario. La armonización de compra de trenes, planificación de horarios e inversiones en infraestructura debe ser prioritaria para evitar duplicaciones de costos y esfuerzos, estrategia que ha probado ser efectiva en países con sistemas ferroviarios avanzados. Por último, el proyecto cuestiona la necesidad de grandes y costosas expansiones en estaciones como Penn Station en Nueva York.
A través del rediseño de horarios y reemplazo de infraestructura clave, se puede maximizar la capacidad y eficiencia de una estación que, si bien tiene limitaciones físicas, puede optimizarse sin necesidad de ampliaciones exorbitantes que parecen más orientadas a fines políticos o inmobiliarios que a la mejora operativa. En resumen, construir un tren de alta velocidad en el Corredor Noreste es un esfuerzo complejo que requiere combinar avances técnicos de última generación con planificación operativa basada en modelos globales probados, además de una gestión coordinada y comprometida. Los beneficios son enormes no solo en tiempos de desplazamiento y comodidad para el pasajero, sino en sostenibilidad ambiental, reducción de congestión vial y promoción de un desarrollo regional más integrado y dinámico. La propuesta representa así un paso decisivo hacia un sistema de transporte ferroviario moderno y eficiente que Estados Unidos necesita para competir en el siglo XXI.