El arte ha sido una fuente inagotable de inspiración, interpretación y debate a lo largo de la historia humana. Desde las pinturas rupestres hasta el arte digital contemporáneo, nuestra relación con las expresiones artísticas es compleja y profundamente personal. Sin embargo, ¿qué sucede dentro de nuestro cerebro cuando contemplamos una obra de arte? Recientemente, un equipo de investigadores de la Universidad de Columbia ha realizado un estudio revolucionario que arroja luz sobre los circuitos neuronales involucrados en la interpretación del arte, especialmente en la forma en que experimentamos el arte abstracto en comparación con el arte representacional. Este estudio, publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences, se enfoca en cómo el cerebro procesa diferentes estilos de arte, utilizando obras del renombrado artista holandés Piet Mondrian como ejemplos paradigmáticos. Las pinturas de Mondrian escogidas para el experimento incluían tanto representaciones figurativas, como una casa reconocible, como composiciones abstractas formadas por cuadros coloridos sin una forma narrativa clara.
Al escanear el cerebro de los participantes mientras observaban estas obras, los científicos descubrieron variaciones significativas en la actividad cerebral dependiendo del tipo de arte observado. La pieza clave de esta investigación es la implicación de la red de modo predeterminado, una región cerebral conocida por su participación en procesos tan complejos como la imaginación, la creatividad, el pensamiento abstracto y la interpretación de historias o narrativas. Lo que sorprendió a los investigadores fue que esta área mostraba una mayor variabilidad en su activación al observar arte abstracto que al observar arte representacional. Esto sugiere que el arte abstracto estimula el cerebro de maneras más personales y subjetivas, activando recuerdos, experiencias y asociaciones únicas para cada individuo. Según la doctora Celia Durkin, primera autora del estudio, esta evidencia científica respalda una hipótesis clave en la teoría del arte: el concepto de “la parte del espectador” o "beholder's share".
Este término, acuñado en la historia del arte, sugiere que la interpretación del arte no es un proceso pasivo sino activo y personal, donde el observador participa en la creación de significado a partir de la obra. El neurocientífico y Nobel de Medicina Eric Kandel, coautor del estudio, ha perseguido la ambiciosa meta de entender cómo el cerebro contribuye a la experiencia estética y artística. Kandel ha manifestado su interés por desarrollar métodos experimentales que enlacen la percepción sensorial con la construcción activa de significado en el cerebro, y este estudio representa un avance significativo en ese camino. Una de las contribuciones más destacadas de esta investigación es la conexión directa entre la actividad cerebral medida mediante resonancias y la subjetividad de la experiencia artística. Mientras que el arte figurativo o representacional puede evocar respuestas más uniformes entre diferentes observadores debido a su naturaleza más concreta y reconocible, el arte abstracto parece activar regiones cerebrales relacionadas con la memoria y la experiencia individual, haciendo que cada persona interprete la obra de manera distinta.
Este descubrimiento tiene implicaciones importantes no solo para la neurociencia y la teoría del arte, sino también para campos como la psicología, la educación artística y la terapia basada en el arte. Entender que nuestra respuesta al arte está profundamente influenciada por nuestra historia personal y nuestras emociones puede ayudar a desarrollar métodos terapéuticos más creativos y personalizados, así como a mejorar los enfoques pedagógicos para fomentar la apreciación artística desde una perspectiva más inclusiva. Además, el hallazgo realza el papel de la red de modo predeterminado como un sistema cerebral crucial para la interpretación y creación de significado más allá del arte propiamente dicho. Esta red está implicada en la manera en que construimos relatos internos, empatizamos con otros y exploramos estados mentales complejos. Por lo tanto, la interpretación artística puede considerarse un reflejo fascinante de procesos cognitivos universales que definen la experiencia humana.
Por otro lado, la metodología empleada en este estudio combina tecnología de vanguardia en imágenes cerebrales con un diseño artístico cuidadoso, demostrando cómo disciplinas tan aparentemente distantes como el arte y la neurociencia pueden converger para ofrecer nuevas perspectivas. Esta sinergia interdisciplinaria abre la puerta a futuras investigaciones que puedan explorar cómo distintas formas de arte – música, danza, literatura – activan patrones específicos en el cerebro y cómo estos procesos se relacionan con factores como la cultura, la personalidad y el estado emocional. En términos prácticos, este conocimiento puede influir en la manera en que museos y galerías diseñan sus exposiciones para optimizar la experiencia del visitante, incorporando elementos que fomenten una interacción más profunda y personalizada con las obras. Asimismo, abre un debate fascinante sobre la naturaleza subjetiva de la belleza y el valor artístico en una era digital donde las imágenes y experiencias culturales se reproducen y comparten masivamente. Más allá del ámbito académico, estos hallazgos pueden animar a los amantes del arte a valorar aún más su experiencia personal y única frente a una obra, reconociendo que no existe una única interpretación correcta, sino una pluralidad de significados que enriquecen la interacción entre el arte y el espectador.
En conclusión, los avances en neuroimagen están transformando nuestra comprensión de la experiencia estética, mostrando que el arte no solo es un objeto cultural sino también un proceso dinámico y profundamente subjetivo que se manifiesta en patrones complejos de actividad cerebral. Al desentrañar el funcionamiento de la red de modo predeterminado durante la contemplación artística, el estudio de la Universidad de Columbia aporta una valiosa contribución a la conexión entre ciencia y humanidades, invitándonos a explorar el arte no solo con los ojos, sino con la mente y el alma.