Los lémures, esos primates fascinantes y lejanos parientes de los monos y los humanos, son conocidos por presentar sociedades matriarcales donde las hembras toman el control y ejercen una dominancia agresiva sobre los machos y otros miembros del grupo. Sin embargo, investigaciones recientes han revelado una transformación significativa en ciertas especies dentro del género Eulemur, que muestra un comportamiento social mucho más armonioso y equitativo entre ambos sexos. Esta transición, sorprendentemente, está ligada a cambios en la acción de la hormona oxitocina, comúnmente llamada la “hormona del amor”, en regiones clave del cerebro como la amígdala, y abre una puerta para entender mejor la relación entre neuroquímica y conductas sociales no solo en lémures, sino también en humanos y otras especies. En el mundo natural, el dominio femenino en algunas especies de lémures es intenso y marcado por la agresividad física. Por ejemplo, las hembras del lémur de ojos azules (Eulemur flavifrons) muestran un comportamiento autoritario consistente: van directamente a obtener primero la comida y los lugares preferidos para descansar, y no dudan en usar golpes, mordeduras y persecuciones para mantener su posición de poder.
Este tipo de agresividad no es defensiva ni maternal; es más bien una afirmación constante de autoridad y poder para asegurarse de que los demás sepan quién manda. Los machos, por su parte, ceden a estas presiones y prefieren evitar confrontaciones, permitiendo que las hembras tengan prioridad en casi todas las situaciones. No obstante, no todas las sociedades de lémures funcionan bajo esta estricta jerarquía femenina. Algunas especies, como los lémures cuelliblancos (Eulemur collaris), han desarrollado formas más egalitarias de convivencia, donde machos y hembras comparten un estatus social similar y cooperan en lugar de competir constantemente. Este modelo menos agresivo y más pacífico representa un cambio evolutivo relativamente reciente, estimado en menos de un millón de años, que ha abierto preguntas interesantes sobre los mecanismos neurológicos responsables de esta diferencia.
El estudio innovador realizado por científicos de la Universidad de Duke se basó en el análisis de tejidos cerebrales de siete especies estrechamente relacionadas dentro del género Eulemur. Aunque los especímenes analizados habían fallecido por causas naturales hace tiempo, la existencia de un banco de tejidos congelados del Centro de Lémures de Duke permitió a los investigadores hacer un trabajo detallado de autoradiografía para mapear las ubicaciones de los receptores de oxitocina en el cerebro de estos animales. Este método permitió revelar la cantidad y distribución de dichos receptores, que son estaciones moleculares donde la oxitocina puede actuar y modificar comportamientos sociales y emocionales. Los resultados fueron contundentes: los lémures de las especies más recientes y socialmente igualitarias presentaban una mayor densidad de receptores de oxitocina, especialmente en la amígdala, una región cerebral crucial para la regulación de emociones complejas como el miedo, la ansiedad y la agresión. Esta diferencia notable sugiere que la capacidad para que la oxitocina influya en el comportamiento es mayor en estas especies, favoreciendo conductas más cooperativas y pacíficas.
Lo fascinante, además, es que esta pauta se observó tanto en machos como en hembras, lo que implica que la evolución de la igualdad de género en este contexto no se basó en un aumento de la agresividad masculina para contrarrestar a las agresivas hembras, sino más bien en una reducción global de la agresividad en ambos sexos. Este descubrimiento apunta a que cambios neuroquímicos en el cerebro pueden ser un motor central en la evolución de comportamientos socioemocionales complejos, permitiendo que ciertas especies desarrollen relaciones sociales más armoniosas. Dado que la oxitocina también es una hormona presente y activa en humanos, vinculada a procesos de confianza, empatía y apego, la investigación en lémures puede ofrecer pistas importantes sobre qué ocurre en el cerebro humano para explicar variaciones en conductas sociales, desde la agresividad excesiva hasta trastornos del espectro autista o problemas relacionados con dificultades en la interacción social. Además, aprender cómo pequeñas modificaciones en los receptores hormonales pueden cambiar dinámicas sociales en un grupo animal ofrece una perspectiva potente de cómo la naturaleza talla las conductas a través de la evolución, adaptando la química cerebral para responder mejor a los desafíos ambientales y sociales. Esto puede influir en cómo entendemos no solo el comportamiento animal, sino también las bases biológicas del comportamiento humano, incluyendo aspectos de nuestra evolución social y emocional.
Futuras investigaciones planeadas por el equipo de Duke incluyen explorar cómo estos receptores de oxitocina también se relacionan con otros tipos de comportamiento en los lémures, como la tendencia a ser solitarios o altamente sociales. Entender estos vínculos puede ayudar a pintar un cuadro aún más completo sobre cómo la biología cerebral da forma a las vidas sociales de estos extraordinarios primates. Por otra parte, el estudio contribuye a la conservación y valoración de los lémures, muchos de los cuales están en peligro crítico debido a la deforestación y otras amenazas en Madagascar. Entender su comportamiento social y neurobiológico no solo fomenta la ciencia, sino que también refuerza la importancia de proteger su hábitat y asegurar la supervivencia de estas especies únicas que aún guardan valiosas enseñanzas sobre el comportamiento social y la evolución. En suma, el hallazgo de que las modificaciones en los receptores de oxitocina en el cerebro de los lémures han transformado la dinámica social de algunas especies promueve una comprensión más profunda del vínculo entre neuroquímica y comportamiento.
Nos recuerda que los cambios más pequeños en el cerebro pueden derivar en grandes diferencias en la forma en que seres vivos interactúan socialmente, lo que puede tener amplias repercusiones en campos como la neurociencia, la psicología evolutiva y la biología del comportamiento. Así, estos ‘mean girls’ del reino animal, que alguna vez reinaron con puño de hierro y conductas agresivas, ahora nos muestran cómo la ciencia puede revelar el poder de la química cerebral para suavizar diferencias y fomentar relaciones más igualitarias y cooperativas. En estos diminutos primates, la química del amor ha cambiado la historia social, recordándonos a todos que en la naturaleza, el cambio es la única constante y que la evolución no solo moldea el cuerpo, sino también las mentes y corazones.