La confianza financiera es un pilar esencial para alcanzar la independencia económica y la seguridad a lo largo de la vida. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que las mujeres suelen mostrar menos confianza respecto a sus finanzas en comparación con los hombres. Esta problemática no solo refleja desigualdades estructurales, sino que también tiene profundas implicaciones en el bienestar económico personal y colectivo. Comprender las razones detrás de esta brecha de confianza es vital para impulsar cambios que permitan a las mujeres tomar control pleno de sus finanzas y cerrar la desigualdad de género en el ámbito económico. Una de las principales razones por las que muchas mujeres se sienten menos seguras sobre el manejo de su dinero está relacionada con la deuda, en especial la vinculada a la educación.
Las mujeres tienden a asumir mayores niveles de endeudamiento estudiantil que los hombres y, en promedio, tardan más años en liquidar esas obligaciones financieras. Este fenómeno se explica en parte por la persistencia de la brecha salarial, que limita la capacidad de pago y extiende los periodos de amortización. Además, una deuda prolongada impacta el acumulado de intereses, acrecentando la carga financiera y generando un estrés económico que afecta negativamente la percepción de control sobre las finanzas propias. Otra barrera significativa que erosiona la confianza femenina es la persistencia de la brecha salarial de género. En 2025, las estadísticas revelan que las mujeres trabajadoras entre 25 y 54 años ganan en promedio 211 dólares menos por semana que sus pares masculinos, lo que equivale a recibir aproximadamente un 83.
9% de lo que perciben los hombres. Esta disparidad tiene un efecto acumulativo a lo largo del tiempo, afectando la capacidad de ahorro, inversión y construcción de riqueza a largo plazo. La desigualdad salarial reduce el acceso a recursos crediticios y limita oportunidades para la adquisición de bienes importantes como viviendas o emprendimientos propios. En la jubilación, estas desventajas se traducen en ingresos y beneficios sociales más bajos, incrementando la vulnerabilidad económica en la etapa avanzada de la vida. La tercera razón que contribuye a la menor confianza de las mujeres en sus finanzas está relacionada con los niveles de alfabetización financiera.
Evaluaciones recientes evidencian que las mujeres responden correctamente un menor porcentaje de preguntas sobre finanzas personales y comprensión del retiro en comparación con los hombres. Esta brecha en conocimiento financiero disminuye la seguridad para tomar decisiones informadas sobre presupuesto, ahorro, endeudamiento o inversión. Además, una menor educación financiera puede aumentar la exposición a consejos inadecuados y reducir la participación activa en la planificación económica, perpetuando las dificultades para alcanzar una autonomía financiera plena. Estas tres razones están interconectadas y forman un conjunto de barreras que frenan el empoderamiento económico femenino. Las consecuencias van más allá del bienestar individual; impactan en la economía general, al limitar el potencial productivo y la inclusión financiera equitativa.
Por esta razón, es fundamental implementar estrategias integrales que promuevan la educación financiera dirigida especialmente a mujeres, facilitando herramientas prácticas, accesibles y contextualizadas para entender y gestionar sus recursos. Además, el abordaje de la brecha salarial requiere políticas laborales enfocadas en la transparencia salarial, mayor equidad en las oportunidades profesionales y beneficios adaptados a las necesidades específicas relacionadas con la maternidad y el cuidado. También debe fomentarse un ambiente laboral que valore y compense justamente el trabajo femenino, reconociendo y desmontando las barreras sistémicas que históricamente han perpetuado la desigualdad económica. En paralelo, es crucial que las instituciones financieras y comerciales desarrollen productos y servicios inclusivos, diseñados para superar las limitaciones de acceso y experiencia que enfrentan muchas mujeres. Las iniciativas deben incluir programas de asesoría financiera, incentivos para la inversión y el ahorro, y mecanismos de apoyo para el emprendimiento femenino.