El pasado lunes, millones de personas en España y Portugal quedaron a oscuras debido a un apagón masivo que paralizó gran parte de la península ibérica. Este evento sin precedentes generó un gran impacto social, económico y político, al tiempo que despertó numerosas preguntas sobre la seguridad, la estabilidad y la resiliencia de los sistemas eléctricos modernos. Expertos del sector energético y autoridades han señalado que, más allá de la gravedad del incidente, el apagón representa una advertencia crucial acerca de la vulnerabilidad de las infraestructuras eléctricas interconectadas y la necesidad urgente de adaptarlas a los retos del siglo XXI. El apagón comenzó alrededor de las 12:30 del mediodía y provocó la caída simultánea de una gran parte del suministro eléctrico tanto en España como en Portugal. La interrupción afectó sistemas vitales como semáforos, redes de comunicación, terminales de pago y el transporte público, causando caos en ciudades importantes como Madrid y Barcelona, además de la cancelación de numerosos vuelos y la parada total de los metros.
Las autoridades aún no han emitido un informe definitivo sobre las causas del apagón, pero informaciones preliminares sugieren que la crisis comenzó con dos incidentes separados de pérdida de generación eléctrica en el suroeste de la península ibérica, sucedidos en un intervalo de segundos. Este evento desencadenó una desestabilización en la red que derivó en la desconexión automática del sistema eléctrico de España y Portugal de la red europea durante casi una hora. Uno de los puntos más llamativos fue la caída abrupta de la generación fotovoltaica, que se redujo en más del 50% en apenas cinco minutos. Esta bajada representó la pérdida equivalente al 60% de la demanda máxima del país. A pesar de la implicación de la energía solar en el instante crítico, los expertos han descartado que las energías renovables fueran la causa principal del apagón, subrayando que el sistema contaba con suficiente capacidad convencional (nuclear, hidráulica y térmica) para suplir la demanda.
El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, indicó que se está colaborando con todas las partes involucradas para esclarecer qué ocurrió en esos cruciales cinco segundos y evitar que algo similar vuelva a suceder. Recalcó además que no es momento de llegar a conclusiones precipitadas y que se deben evaluar todas las hipótesis con rigor y transparencia. Entre las teorías que circularon tras el suceso se incluyeron desde un posible ciberataque hasta sabotajes internacionales. Sin embargo, los primeros análisis descartaron estas opciones y no hay evidencias que apunten a una intervención maliciosa externa. La Comisión Europea también señaló la falta de indicios que sugieran actos de sabotaje o ciberataques.
Por otro lado, el operador eléctrico portugués, REN, sugirió inicialmente que un fenómeno atmosférico poco común, relacionado con variaciones extremas de temperatura, pudo generar vibraciones en las líneas de alta tensión, provocando la desconexión. No obstante, esta explicación no fue plenamente aceptada por la comunidad de expertos en ingeniería eléctrica, quienes consideran que esta teoría carece de fundamentación sólida y es poco común en la práctica. Los especialistas explican que la red eléctrica ibérica, a pesar de ser tradicionalmente aislada de la red europea y más susceptible a condiciones internas, está altamente interconectada entre España y Portugal. Esta interconexión suele aportar beneficios en términos de seguridad y capacidad de gestión de la demanda, pero también implica que cualquier fallo importante puede propagarse rápidamente y afectar a toda la península. El profesor Jianzhong Wu, de la Universidad de Cardiff, señala que una falla grave de sincronización puede disparar una respuesta en cadena que se extienda rápidamente a través de las redes interconectadas.
Esta propagación masiva de la desconexión es un patrón que, aunque raro, ha sido observado en otros sistemas eléctricos globales y que pone en evidencia la fragilidad que puede existir si no se implementan mecanismos adecuados de protección y control. El análisis del profesor David Brayshaw, de la Universidad de Reading, aporta una perspectiva complementaria: los sistemas eléctricos funcionan como una compleja red que debe balancear permanentemente la demanda con la oferta. Si un generador o un usuario grande se desconecta repentinamente, se crea un desequilibrio que afecta la frecuencia eléctrica. Cuando la frecuencia se desvía demasiado, los dispositivos de protección actúan desconectando otras partes del sistema para evitar daños mayores, lo que puede generar un efecto dominó y precipitar un apagón generalizado. Ante el aumento de la penetración de energías renovables en la matriz eléctrica española y portuguesa, la duda sobre si estas tecnologías pueden afectar la estabilidad del sistema es común.
Sin embargo, expertos recalcan que la causa de apagones masivos no depende directamente de la fuente energética, sino de cómo están diseñados, gestionados y protegidos los sistemas eléctricos. Conforme se incorporan más energías intermitentes, es imprescindible que se adapten las estrategias de operación y se incorporen tecnologías de respaldo y almacenamiento que garanticen la estabilidad. Además, este incidente hace emerger la importancia de fortalecer la ciberseguridad en infraestructuras críticas. Aunque no hay pruebas de ataques informáticos en este caso, la creciente digitalización y automatización de las redes eléctricas las convierte en posibles objetivos y requiere vigilancia constante, protocolos de respuesta ágiles y cooperación internacional para prevenir amenazas. El apagón de España y Portugal no ha ocurrido en el vacío.