A lo largo de la historia, la humanidad ha sido testigo de numerosos momentos en los que distintas personas o grupos, trabajando en completa independencia, han llegado a la misma idea, descubrimiento o invención casi al mismo tiempo. A este fenómeno se le conoce como descubrimientos simultáneos o invención simultánea, y representa un aspecto fundamental para entender la naturaleza del progreso científico y tecnológico, así como la creatividad humana. Lejos de ser meros hechos fortuitos, estos descubrimientos revelan la existencia de un ambiente intelectual y cultural propicio, una especie de «espíritu del tiempo» que facilita la emergencia de ciertas ideas en determinado momento. La historia está llena de fascinantes casos donde las ideas nacen de manera paralela sin que sus autores hayan tenido contacto previo, desafiando la noción tradicional del genio aislado y destacando la influencia del contexto colectivo. La noción de los descubrimientos simultáneos descansa en el concepto de “independent execution”, es decir, que diferentes mentes pueden generar soluciones o patentes similares sin influencia directa.
Ejemplos clásicos se encuentran en ámbitos tan diversos como la matemática, la física, la genética, la ingeniería, la astronomía, la geología, las artes y más. La explicación que ofrece esta teoría nos lleva a entender que existe un estado propicio del conocimiento acumulado y de las necesidades sociales que hacen que el surgimiento de ciertas ideas se vuelva inevitable. Esto no pretende disminuir la genialidad individual, sino más bien poner énfasis en que la creatividad es también un fenómeno social y cultural, un producto de la interacción entre el individuo y su entorno. Dean Keith Simonton, un destacado especialista en creatividad humana, destaca que estos eventos múltiples son evidencia del zeitgeist o espíritu de la época. Según su análisis, las ideas innovadoras no son exclusivas de una sola mente, sino que están en el aire, disponibles para cualquier individuo preparado para captarlas y desarrollarlas.
La historia de las ciencias y las invenciones está llena de ejemplos que ilustran este concepto. En la matemática, la invención del cálculo fue una carrera simultánea entre Sir Isaac Newton y Gottfried Wilhelm Leibniz, quienes desarrollaron métodos y notaciones de manera independiente pero en un periodo bastante cercano. En el campo de la electricidad, la disputa entre Thomas Edison y Nikola Tesla reflejó no solo una competencia por los avances técnicos sino también el impacto del contexto económico y político en el desarrollo tecnológico. Otro caso emblemático es el conocido como las “Guerras de los Fósiles” entre Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh, donde ambos paleontólogos rivalizaban ferozmente por descubrir y nombrar fósiles, impulsando grandes avances en la ciencia de la paleontología. La simultaneidad en el desarrollo científico y tecnológico también ofrece importantes lecciones sobre la paciencia y la perseverancia en la creatividad.
Por ejemplo, Charles Darwin y Alfred Russel Wallace llegaron de forma independiente a teorías muy similares sobre la evolución por selección natural. Sin embargo, Darwin tardó décadas en publicar su obra maestra y enfrentar las críticas, mientras que Wallace presentó sus ideas en momentos diferentes. Este episodio subraya cómo el ambiente intelectual y cultural puede requerir tiempo para aceptar nuevas ideas, incluso cuando estas ya han sido concebidas. La historia también explica cómo la búsqueda de la perfección puede retrasar el reconocimiento de un descubrimiento o invención. El caso de Elisha Gray, quien llegó al mismo día que Alexander Graham Bell a registrar una patente por el teléfono, es un recordatorio de cómo las pequeñas diferencias en oportunidades o presentación pueden definir quién ingresa a la historia oficial.
Muchos otros inventores que no alcanzaron fama popular se perdieron en el tiempo por perfeccionar sus teorías o métodos demasiado lentamente, como pasar demasiado tiempo ajustando los detalles mientras otro competidor logra registrar su idea primero. En la ciencia biológica, varios avances se lograron casi en simultáneo. Gregor Mendel estableció las leyes genéticas en 1865, pero no fue hasta 1900 cuando científicos como Hugo de Vries, Carl Correns y Erich Tschermak redescubrieron esas leyes, debido a que el ambiente intelectual no estaba listo para aceptar la genética mendeliana en su momento inicial. Del mismo modo, entre 1865 y 1899 múltiples científicos trabajaron en conceptos relacionados con la célula y su funcionamiento, como la existencia del núcleo, la mitosis, el papel de los cromosomas y las mutaciones. Todo esto refleja cómo, cuando el conocimiento preparado llega a cierto punto, diferentes investigadores, con acceso a conocimientos e instrumentos similares, terminan haciendo descubrimientos parecidos casi al mismo tiempo.
Así se comprende también cómo en el siglo XX ocurrieron simultáneamente avances como el desarrollo de la resonancia magnética nuclear, impulsada en Harvard y en Stanford, o las disputas sobre la autoría de teorías fundamentales en física y matemáticas. Más allá de la ciencia estricta, el fenómeno de la invención y descubrimiento simultáneo se extiende incluso a mercados y culturas, en ámbitos tan variados como la moda deportiva con las marcas Adidas y Puma originadas en la misma familia, o en el arte con la comparación entre Hilma af Klint y Wassily Kandinsky, quienes exploraron la abstracción de manera independiente. Desde el punto de vista educativo y de inspiración para la creatividad personal, estas historias ofrecen múltiples enseñanzas. La competencia puede ser una fuente de motivación para acelerar la innovación, pero también es importante equilibrarla con paciencia y colaboración. La ciencia y el arte avanzan no solo gracias a talentos individuales sino también por la preparación colectiva y el ambiente que rodea a los creadores.
Es fundamental reconocer que el desarrollo de cualquiera de estas invenciones o descubrimientos depende de una serie de factores culturales, técnicos y sociales que, al alinearse, hacen que las ideas parezcan “en el aire” y, por tanto, accesibles para quien esté listo para recibirlas. Este análisis ayuda a desmitificar la profunda admiración por el genio incomprendido y solitario, para en cambio reconocer la creatividad como un proceso humano más amplio, un fenómeno que ocurre en comunidad y en conexión con el conocimiento acumulado. Además, aceptar la inevitabilidad histórica de los descubrimientos simultáneos nos invita a valorar tanto el trabajo individual como el contexto que propicia las innovaciones, comprendiendo que la historia del progreso es una compleja red de colaboraciones, rivalidades y coincidencias que abren el camino para nuevos avances. Por último, el estudio de estos casos también abre la puerta a actividades educativas que pueden ayudar a las personas a conectar con su propia creatividad, explorando temáticas históricas que ilustran cómo surgen las grandes ideas y qué factores influyen en su desarrollo, desde la competencia hasta la paciencia y la perfección. Este conocimiento resulta inspirador tanto para estudiantes como para profesionales que buscan comprender la naturaleza real y humana del proceso creativo y científico.
En definitiva, los descubrimientos e invenciones simultáneas son una prueba de que el desarrollo humano es una aventura colectiva que avanza gracias a la convergencia de talentos, conocimientos y circunstancias. Reconocer esto potencializa nuestra comprensión de la innovación y nos invita a mirar la creatividad como un fenómeno compartido, enriquecido por la diversidad y la colaboración entre mentes que, aun en la distancia, se encuentran en un mismo momento histórico.