Bitcoin ha vivido un camino turbulento durante los últimos meses, marcado por caídas significativas y una volatilidad que ha puesto a prueba la paciencia de muchos inversores. Sin embargo, recientemente, la criptomoneda principal ha mostrado signos de recuperación, escalando nuevamente hacia la barrera de los 78,000 y acercándose a los 80,000 dólares. Este movimiento ha despertado entusiasmo entre los optimistas, aunque también ha generado dudas entre aquellos que interpretan la volatilidad como una mera corrección pasajera, conocida en el mundo financiero como un «rebote del gato muerto». Analizando el contexto actual, resulta fundamental comprender qué factores están influyendo en esta recuperación y cuáles podrían determinar su sostenibilidad en el tiempo. Primero, es importante considerar el nivel técnico que Bitcoin está enfrentando.
El precio ha superado recientemente su media móvil de 50 semanas, un indicador que muchos analistas utilizan para distinguir entre una corrección saludable y una tendencia bajista más grave. Mantenerse por encima de esta línea puede ser interpretado como una señal positiva para quienes buscan una recuperación duradera. No obstante, la perspectiva técnica presenta desafíos. Bitcoin se encuentra debajo de una línea de tendencia descendente que se extiende desde enero, lo cual limita su impulso alcista. Además, la aparición de la denominada «cruz de la muerte», que se da cuando la media móvil de 50 días cae por debajo de la de 200 días, es un indicador que suele generar miedo en los mercados y puede presagiar nuevas caídas.
Por ello, aunque la subida actual es bienvenida, muchos traders permanecen cautelosos ante la posibilidad de que esta tendencia aún no haya encontrado un suelo definitivo. Otro ámbito vital para entender este rebote es el entorno geopolítico en el que se desenvuelve Bitcoin. Las relaciones tensas entre Estados Unidos y China han generado incertidumbre global que repercute directamente en los mercados financieros y las criptomonedas no son la excepción. En las últimas semanas, el presidente estadounidense Donald Trump ha elevado la presión sobre Pekín, amenazando con aumentar los aranceles hasta un 50 % si China responde, lo que provocó nerviosismo en los mercados. Paralelamente, el Banco Popular de China ha permitido que el yuan se devalúe más allá del umbral considerado fundamental, alcanzando niveles que no se veían desde que Trump asumió la presidencia.
Este debilitamiento del yuan puede abaratar las exportaciones chinas y mitigar el impacto de los aranceles, generando ciertos paralelismos con el comportamiento histórico de Bitcoin ante movimientos similares de monedas fiduciarias. Históricamente, una devaluación abrupta del yuan se ha relacionado con fluctuaciones en el precio de Bitcoin. Por ejemplo, en 2015 una caída del 1.9 % en la moneda china provocó inicialmente un desplome del precio de Bitcoin, seguido de un aumento notable superior al 60 % en los meses posteriores. Esto sugiere que un yuan debilitado podría fomentar una demanda mayor de criptomonedas como refugio o medio para evadir restricciones monetarias.
Sin embargo, la situación actual presenta un matiz adicional: el aumento de la hostilidad del gobierno chino hacia las criptomonedas y el endurecimiento regulatorio local dificultan que los inversores chinos participen en Bitcoin con la misma libertad que antes. Esto implica que, aunque la devaluación puede favorecer a Bitcoin en términos generales, la represión interna limita en cierta medida ese potencial impulso desde uno de sus mercados más relevantes. En paralelo a las cuestiones internacionales, los mercados bursátiles globales exhiben cierta recuperación tras episodios de volatilidad y desplomes. El índice Nikkei, que sufrió una caída del 8 % en una sola jornada, logró rebotar notablemente con un alza del 6 % al día siguiente, mientras las bolsas europeas y los futuros estadounidenses también apuntan ganancias moderadas. Estas mejoras generan un clima más favorable para activos de riesgo como las criptomonedas, vinculando la suerte de Bitcoin con la evolución de las negociaciones comerciales y la percepción de estabilidad global.
En particular, la reanudación de las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y socios asiáticos, con figuras como Scott Bessant liderando diálogos en Japón, ha inyectado cierto optimismo que se refleja indirectamente en los movimientos positivos de Bitcoin. Sin embargo, este optimismo permanece frágil, dado que las tensiones entre Washington y Pekín continúan, y la amenaza de escalada arancelaria o represalias sigue latente. Desde la óptica del análisis técnico, los inversores están atentos al nivel comprendido entre 78,000 y 80,000 dólares. Si Bitcoin logra consolidarse dentro de este rango y mantiene su soporte, podría desencadenar un movimiento alcista que lo lleve a probar la media móvil de 200 días, situada cerca de los 86,700, y con el tiempo, buscar nuevos máximos en torno a los 90,000. Esta proyección supondría un cambio de tendencia significativo, impulsando la confianza para nuevos compradores y especuladores.
En cambio, si Bitcoin no logra defender este soporte crucial, podría sufrir una nueva presión vendedora que lo lleve a niveles más bajos, tal vez acercándose a los 70,000 dólares o incluso menos, cifras que no se han visto durante el presente año y que representarían un retroceso preocupante para el mercado. Además de los factores técnicos y geopolíticos, el sentimiento del mercado cripto influye en gran medida. A lo largo de 2025, la volatilidad ha generado miedo y escepticismo, pero también se perciben indicios de recuperación del interés institucional y de inversores particulares, que consideran que esta podría ser una oportunidad para reingresar o aumentar sus posiciones en Bitcoin. Este escenario de incertidumbre y oportunidades marca una etapa clave para la criptomoneda más popular. Su capacidad para resistir los embates del entorno internacional, la presión regulatoria, así como su fortaleza técnica, determinarán si la reciente recuperación es el inicio de una tendencia alcista sostenible o solo un breve respiro dentro de un ciclo bajista más amplio.