La última elección presidencial en Estados Unidos ha dejado al mundo en estado de asombro y reflexión. Donald Trump, el polémico ex presidente, ha logrado retornar a la Casa Blanca, convirtiéndose en el 47º presidente del país tras una intensa y controversial campaña electoral. Este repentino giro en la política estadounidense no solo despierta el interés de los analistas y votantes dentro de sus fronteras, sino que también tiene implicaciones globales que resuenan en la política internacional. El 5 de noviembre de 2024 se celebraron las elecciones, que, como se esperaba, estuvieron marcadas por una polarización extrema entre los votantes. Kamala Harris, la actual vicepresidenta y candidata demócrata, se vio desbordada en un ambiente donde la base de Trump se mobilizó masivamente.
Aunque las encuestas predecían una competencia reñida, la realidad fue que Trump logró movilizar a un electorado que parecía descontento con varias políticas de la administración actual y que anhelaba un retorno al estilo de liderazgo del magnate inmobiliario. Uno de los momentos cruciales de esta campaña fue el discurso de apertura de Trump, donde prometió "hacer a Estados Unidos grande otra vez", una variación de su célebre lema de campaña de 2016. Sin embargo, en esta ocasión, Trump se enfocó no solo en cuestiones internas como la economía y el empleo, sino también en una agenda de política exterior que prometía ser más agresiva y menos comprometida con alianzas tradicionales. La respuesta de los demócratas fue también notable, aunque no se tradujo en los resultados esperados. Kamala Harris intentó centrar su campaña en la defensa de los derechos humanos, la igualdad de género y una política ambiental más sostenible, temas que resonaban bien con ciertos sectores de la población joven y progresista.
Sin embargo, a medida que la campaña avanzaba, se hizo evidente que no lograba conectar de la misma manera con los votantes más conservadores, especialmente en los estados del medio oeste y del sur, donde la figura de Trump sigue siendo una fuerza poderosa. Las estrategias de comunicación durante la campaña fueron un punto álgido. Trump, siempre hábil en el uso de las redes sociales, volvió a utilizar plataformas como Twitter y Facebook para difundir mensajes rápidos y contundentes, muchas veces ignora los hechos y las fuentes tradicionales. Su campamento se concentró en una estrategia de desinformación que lo convirtió en un maestro en la manipulación de la narrativa pública. Por otro lado, Harris, aunque respaldada por un equipo de comunicación que intentó desmitificar y desactivar los ataques de Trump, falló en encontrar una voz que resonara con el electorado descontento con el status quo.
Los días previos a la elección estuvieron marcados por una intensa especulación sobre el impacto de la votación anticipada y el uso del voto por correo. En muchos estados, se desarrollaron largas filas en los centros de votación, y los votantes acudieron masivamente, animados por la posibilidad de efectuar un cambio. Sin embargo, a pesar de la extensa participación, el descontento hacia la administración de Harris y la economía aún lidiando con las secuelas de la pandemia de COVID-19 hicieron que muchos, incluso dentro del partido demócrata, duden de la posibilidad de una victoria. Con el coraje de un héroe de acción, Trump pronunció su discurso de victoria en una jornada que muchos consideraron histórica. "¡Esta elección no fue solo sobre mí o sobre Kamala Harris, fue el clamor de un pueblo que exigía ser escuchado!", exclamó ante una multitud enfervorizada.
A medida que el nuevo presidente se dirigía a sus seguidores, su clara intención de cambiar radicalmente el enfoque de EE.UU. en el ámbito internacional quedó establecida. Trump anunció un enfoque más unilateral en la política exterior y prometió reexaminar las alianzas existentes, particularmente con Europa y la OTAN. Una de las apuestas más inquietantes de la administración Trump fue su enfoque hacia la cuestión de la guerra en Ucrania y la relación con Rusia.
Durante su campaña, se mencionó repetidamente que su intención era retirar las tropas estadounidenses y adoptar una postura de "primero América", lo que generó preocupación no solo en Kiev sino también en capitales europeas. Trump prometió abordar a Putin de manera "más directa" y diferenciar su postura, muchamente más relajada que la de su predecesor. Desde el ámbito económico, la victoria de Trump ha sido vista con optimismo en ciertos sectores empresariales, sobre todo en aquellos que consideran que su regreso al poder puede traer de vuelta un ambiente fiscal más amigable para las empresas. Algunas corporaciones ya están planeando su estrategia de inversiones anticipadamente, rezando por un regreso a los recortes fiscales y una disminución de la regulación que, según ellos, sofoca el crecimiento. Sin embargo, no todo es color de rosa.
Los críticos de Trump han advertido que su elección puede llevar a un incremento de la división social en el país, que ya de por sí atraviesa una era de tensiones raciales y políticas significativas. Las protestas y las manifestaciones contra su mandato comenzaron casi de inmediato, reflejando el temor que muchos sienten ante la idea de un liderazgo polarizador que podría escalar las tensiones y disminuir las libertades civiles. A nivel internacional, las inquietudes sobre el futuro del humanitarismo, el cambio climático y la política exterior de Estados Unidos predominan. Los aliados europeos han comenzado a buscar maneras de fortalecer sus propios esfuerzos de defensa, ante el temor de que la protección estadounidense se debilite durante esta segunda presidencia de Trump. Además, se prevén cambios en las dinámicas comerciales que podrían reestructurar varios acuerdos, volviendo a dar rienda suelta a la política proteccionista que el magnate ya había comenzado a implementar en su primera administración.
De cara al futuro, la próxima administración tendrá que navegar en aguas turbulentas, tanto a nivel interno como externo. La polarización política, la amenaza del extremismo y la evolución de los derechos civiles son solo algunas de las cuestiones que marcarán esta nueva era en la política estadounidense. La elección de Donald Trump ha clarificado que el paisaje político está en constante cambio, y que la lucha por el alma de la nación aún está muy lejos de terminar.