Bob Gurr es mucho más que un nombre dentro del universo Disney; es una pieza fundamental en la historia que dio vida a Disneyland, el parque de diversiones que ha encantado a generaciones de visitantes alrededor del mundo. Con 93 años, este legendario diseñador y creador de vehículos y atracciones emblemáticas del parque mantiene una energía y pasión por contar sus experiencias que inspiran a fans, diseñadores y creativos por igual. Su legado no solo está plasmado en las calles del parque, sino en la forma en la que el entretenimiento temático ha evolucionado gracias a su visión y dedicación. Desde sus primeros días en Disney a finales de 1954, apenas meses antes de la apertura oficial de Disneyland en 1955, Bob Gurr se convirtió en un pilar para Walt Disney y los equipos de Imagineering, la división innovadora responsable de concebir y construir experiencias inolvidables para visitantes. La influencia de Gurr es evidente en varios de los vehículos y atracciones más icónicas del parque, como los autos de Autopia, el futurista Monorriel y las emocionantes Matterhorn Bobsleds.
Además, diseñó los vehículos denominados "doom buggies", utilizados en la emblemática atracción Haunted Mansion, una pieza clave para crear esa atmósfera única y misteriosa. Uno de los proyectos que más arraigo tiene en la memoria de Gurr es un pequeño camión de bomberos rojo que todavía se puede ver circulando por Main Street, U.S.A. en Disneyland.
Ese vehículo no solo es una reliquia para los visitantes, sino que también posee un significado personal profundo para él. Durante su juventud, Gurr condujo un camión similar en un desfile en Temple City, propiedad del animador maestro Ward Kimball. Años después, y gracias a una charla con Walt Disney, consiguió la aprobación y el presupuesto para traer ese mismo modelo a la vida dentro del parque. Walt incluso tenía un cariño especial por ese vehículo, y fue protagonizado en la última fotografía tomada de Walt en Disneyland, justo antes de su fallecimiento. Gurr, nacido en Los Ángeles en 1932, siempre tuvo una fascinación por los vehículos y la ingeniería.
Creció cerca del Grand Central Airport en Glendale, ahora parte del campus Disney, y estudió diseño de vehículos en el prestigioso ArtCenter College of Design. Antes de unirse a Disney, trabajó brevemente para Ford en Detroit, donde diseñó una ornamentación para el capó del Lincoln, un diseño rechazado en su tiempo, pero que él guardó con orgullo como uno de sus primeros aportes profesionales. Esa experiencia y pasión por la mecánica y el diseño le sirvieron para destacar en su papel dentro de Disney. La entrada de Gurr en Disney llegó de una manera poco convencional. A pesar de no estar inicialmente en su radar, su amistad con Ub Iwerks, un colaborador clave de Walt Disney y co-creador original de Mickey Mouse, fue fundamental.
Gurr fue invitado a ofrecer ideas para el diseño de Autopia y rápidamente fue absorbido por el espíritu inventivo de la empresa. En la opinión de Tom Morris, ex Imagineer y autor experto en Disney, Gurr era el epitome de la actitud "puedo hacerlo", siempre dispuesto a aceptar retos incluso sin garantía de éxito. Uno de los relatos más memorables que Gurr comparte es su primer encuentro con Walt Disney. Sin reconocer inicialmente al fundador del parque, quien aparecía desaliñado y casual, Gurr lo encontró sentado y conversando regularmente durante el desarrollo de Autopia. Walt no era un jefe que se prodigara en elogios, sino que prefería el reconocimiento sutil, lo cual se reflejaba en su estilo de gestión.
Sin embargo, en el proyecto del Monorriel, Gurr recibió un gesto raro de agradecimiento: un sobre con 10 billetes de 100 dólares, un símbolo de aprobación que valoró profundamente. El Monorriel, lanzado en 1959, se convirtió en un emblema del parque y un hito tecnológico en el mundo de los parques temáticos. Inspirado en la estética futurista del Buck Rogers, Gurr diseñó el tren en apenas tres días como un vehículo espacial, transmitiendo la sensación de despegue y aventura. Sus maquetas y diseños, aún presentes en su hogar, son testimonio vivo de una época donde la innovación y el optimismo científico se mezclaron para crear magia real. Gurr no solo fue un visionario en términos de diseño, sino que también adoptó una filosofía singular que contrastaba con el sueño idealista que Disney promovía.
Él prefiere una visión pragmática y cautelosa que evite la decepción, basándose en la realidad y la comprobación detallada de cada paso. Esta filosofía, según explica, lo llevó a resolver problemas complejos, como la animatrónica del presidente Abraham Lincoln para la presentación en la Feria Mundial de Nueva York en 1964, un proyecto donde su perspectiva técnica fue clave para salvar la autenticidad y funcionalidad de la figura. Fuera del mundo Disney, Gurr amplió su influencia a otros ámbitos del entretenimiento y la ingeniería. Diseñó un animatrónico de 30 pies de altura de King Kong para Universal Studios Hollywood, colaboró con Steven Spielberg en la elaboración de los dinosaurios para Jurassic Park y contribuyó con innovaciones para el espectáculo de cierre de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Esta versatilidad demuestra su constante búsqueda de nuevos desafíos y su habilidad para transformar conceptos en realidades tangibles y emocionantes.
En su vida personal, Bob Gurr ha sido un referente para la comunidad LGBTQ+, especialmente debido a la discreción necesaria durante gran parte de su carrera profesional en una época marcada por el miedo y la persecución hacia las orientaciones sexuales distintas. Gurr ha afrontado abiertamente estas dificultades y ofrece una perspectiva honesta sobre los desafíos sociales que vivió y la evolución cultural que ha presenciado. Además de su legado tangible, Gurr ha buscado acercar la historia viva de Disneyland y Walt Disney a nuevas generaciones a través de su show en YouTube y una gira mensual en autobús llamada "Bob Gurr’s Waltland", donde comparte anécdotas y datos detrás de escena que solo un verdadero insider puede ofrecer. Recientemente, su vida y obra han sido documentadas en el film "Bob Gurr: Living by Design", que recorre su historia y contribuciones en un formato que combina emociones, recuerdos y detalles técnicos. A pesar de su avanzada edad, Gurr mantiene la mente activa con su afición por pilotar aviones planeadores y simuladores de vuelo, una terapia para su agudeza mental y un reflejo de su espíritu inquieto.