En el dinámico mundo de la regulación financiera internacional, el equilibrio entre la seguridad bancaria y la competitividad del sector es una cuestión crítica que afecta tanto a gobiernos como a entidades financieras de primer nivel. Recientemente, Neil Esho, Secretario General del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, ha realizado declaraciones significativas con respecto a las reglas de capital específicas que Suiza aplica a sus bancos, particularmente en el contexto de UBS, el gigante bancario suizo. Sus opiniones han generado un debate importante sobre la naturaleza del llamado "Swiss Finish", un término que hace referencia a la implementación suiza única y más rigurosa de los estándares globales de capital bancario, y cómo este no es necesariamente injusto ni desventajoso para UBS en comparación con sus rivales internacionales. Las regulaciones bancarias de capital son fundamentales para garantizar la estabilidad financiera, especialmente tras experiencias traumáticas como el colapso del Credit Suisse en 2023, que evidenció vulnerabilidades en la resiliencia de algunas instituciones. Suiza, consciente de tales riesgos, ha propuesto endurecer aún más sus requisitos de capital para los bancos con el objetivo explícito de hacerlos más seguros y resistentes ante crisis futuras.
UBS ha estimado que en virtud de estas nuevas propuestas tendría que incrementar su capital en alrededor de 40 mil millones de dólares, cifra que refleja la magnitud del impacto que anticipa en sus operaciones. No obstante, Neil Esho advierte contra la interpretación simplista que se limita a observar exclusivamente los valores absolutos de los requerimientos de capital. Según señala, la flexibilidad con la que Suiza permite contabilizar ciertos instrumentos financieros como parte del capital es mayor que en otras jurisdicciones, lo que implica que el análisis debe ir más allá de las cifras de superficie. Además, la regulación suiza autoriza que el capital alojado en subsidiarias contribuya a los mínimos requeridos por el banco matriz, un aspecto que podría ser percibido como una doble contabilización de capital pero que, bajo la normativa suiza, representa una ventaja que debe considerarse en la evaluación global. Este enfoque pone en tela de juicio la narrativa que UBS ha manejado públicamente, en la que se ha presentado el "Swiss Finish" como un factor que los coloca en una posición de desventaja competitiva frente a otras grandes instituciones financieras a nivel mundial.
En la Asamblea General Anual (AGM) de UBS, su presidente Colm Kelleher expresó que las reglas específicas de Suiza ya representan una carga regulatoria considerable y que endurecerlas añadiría una presión adicional que podría dañar no solo a UBS sino también a todo el centro financiero helvético y la economía en general. Frente a estas preocupaciones, la voz del Comité de Basilea actúa como un contrapeso que invita a la reflexión más integral. Esho enfatiza que lo importante no es solo la cantidad de capital que un banco debe mantener, sino la calidad del mismo. En otras palabras, no todos los instrumentos que se consideran capital aportan igual solidez financiera. Por ello, al comparar UBS con otros bancos globales, es necesario analizar no solo el porcentaje del capital frente a los activos ponderados por riesgo, sino también la composición exacta del capital y cómo esto influye en la capacidad de absorción de pérdidas y la estabilidad general.
En un contexto más amplio, los bancos europeos, estadounidenses y británicos también enfrentan sus propios desafíos regulatorios. De hecho, las principales jurisdicciones han pospuesto la implementación completa de Basel III, la versión más actualizada de las normas internacionales de capital establecidas tras la crisis financiera global de 2007-2009. Esta demora contribuye a la incertidumbre en los mercados y eleva las preocupaciones sobre posibles desventajas competitivas relativas. Sin embargo, el Secretario General destaca que eventualmente todos los centros financieros importantes deberán adoptar plenamente las regulaciones de Basel III. Esta perspectiva sugiere que las diferencias temporales en la aplicación de las normas podrían ser una cuestión pasajera y que, a mediano plazo, existirá un marco regulatorio más homogéneo a nivel global que nivela el campo de juego.
Examinar los ejemplos específicos de las obligaciones de capital revela interesantes contrastes. Por ejemplo, UBS mantuvo el año pasado un nivel de capital Tier 1 del 14.82% sobre sus activos ponderados por riesgo. Esta cifra es superior a la de Deutsche Bank, que se situó en 13.20%, pero inferior a la de Morgan Stanley en Estados Unidos, con un 15%.
Estas variaciones ilustran que, aunque existen diferencias en los requisitos de capital, ninguna regulación nacional se aparta radicalmente de las pautas internacionales o crea una ventaja unilateral. Adicionalmente, el concepto del "Swiss Finish" refleja la tradición suiza de implementar estándares con un grado extra de rigor, buscando minimizar los riesgos sistémicos. Este enfoque puede provocar tensiones con la industria bancaria, que argumenta competitividad, pero tiene como motor principal la prudencia y la fortaleza financiera duradera. El debate actual tiene implicaciones más allá de UBS y Suiza, ya que ejemplifica la tensión inherente entre la regulación estricta y la capacidad de un sistema financiero para crecer y competir internacionalmente. Esta dualidad es particularmente relevante en un mundo cada vez más interconectado y complejo, donde las crisis financieras pueden propagarse rápidamente y las fallas de grandes bancos pueden tener consecuencias globales.