En el mundo del cine animado, pocas historias detrás de cámaras son tan desconocidas y a la vez tan cruciales como la de Galyn Susman, la mujer que literalmente salvó Toy Story 2 de ser borrada para siempre. Sin ella, es posible que uno de los mayores éxitos de Pixar y la industria del cine no hubiese visto la luz, transformando para siempre la historia de la animación digital. Toy Story 2 fue una producción faraónica para su época, que implicó años de trabajo meticuloso por parte de un equipo multidisciplinario. Corría el año 1998 y Pixar estaba a punto de finalizar la secuela del primer Toy Story. El proceso de postproducción estaba en una etapa de pulido, revisión de animaciones, ajustes de iluminación y corrección de detalles mínimos que garantizaban la calidad que hoy se nos hace común.
Pero un error fortuito casi destruye todo lo que se había creado durante dos años. En aquel entonces, Pixar manejaba enormes volúmenes de datos digitales en sistemas UNIX, donde un único comando errado podía desatar una tragedia informática. Fue justamente así como uno de los animadores ejecutó por accidente un comando equivalente a “/bin/rm -r -f *” en la carpeta raíz, provocando la eliminación masiva de archivos esenciales. La consecuencia inmediata fue la pérdida del noventa por ciento del trabajo acumulado en la película, incluyendo escenas, modelos y animaciones. Había una esperanza: los respaldos o backups realizados por el estudio.
Sin embargo, al revisar los sistemas de recuperación, el equipo descubrió que estas copias no se estaban efectuando correctamente desde hacía meses. La fragilidad de la infraestructura tecnológica de aquel tiempo quedó al descubierto, dejando a Pixar al borde de una catástrofe inmensa. Un film de casi 100 millones de dólares estaba a punto de desaparecer de forma irreversible. En medio de ese caos, apareció Galyn Susman. Ella no era ni la directora ni la productora ni ninguna de las figuras más visibles del proyecto.
Su puesto era Supervisora Técnica, un rol fundamental pero muchas veces invisible para el público. Galyn era la encargada de manejar todo el entramado digital, desde las bases de datos de personajes, textura, animación, hasta la coordinación del flujo de trabajo técnico que garantizaba el correcto avance del proyecto. Desde los inicios de Pixar, Galyn había sido una pieza clave para la empresa, participando en la primera Toy Story, en A Bug's Life y otros proyectos valuados por su temple y conocimiento técnico. Durante la crisis, su rol estaba a punto de demostrarse vital. De forma poco convencional, y gracias a que trabajaba en casa como madre reciente, conservaba una copia completa del banco de datos de Toy Story 2 en el disco duro de su computadora personal.
Es importante entender que en 1998 no existían aún servicios en la nube ni sistemas avanzados de sincronización remota que ahora parecen estándar. Todo era manual, físico y dependía de discos, cintas y copias locales. La idea de llevarse a casa una copia pesada de un proyecto de animación no era común, pero en ese entorno fue la clave para la salvación. Cuando se informó sobre la pérdida masiva dentro de la empresa, Galyn y un compañero abandonaron rápidamente una reunión para dirigirse a su domicilio. En el asiento trasero de un Volvo, llevaba cuidadosamente asegurada una pieza de tecnología que representaba el alma del proyecto.
El traslado de aquella computadora no fue sencillo, ya que el dispositivo era tan pesado que se requirieron ocho personas para llevarla a las oficinas de Pixar, evitando daños y asegurando la integridad de la información. Una vez recuperados los datos básicos, comenzó un monumental trabajo manual de recuperación. No se trataba simplemente de tener un archivo terminado para reproducir la película, sino contar con la base esencial a partir de la cual podían restaurar todo. En total, más de 100,000 archivos tuvieron que ser revisados y reinstaurados, un proceso exhaustivo y delicado que redefinió la forma en la cual Pixar gestionaría su tecnología en adelante. La importancia del trabajo desarrollado por Galyn va más allá de la salvación de los archivos.
Representa un caso emblemático sobre la realización del “trabajo invisible”, esos esfuerzos que muchas veces no se registran en los créditos ni en las celebraciones, pero que sostienen todo el edificio creativo. Ella no solo restauró un proyecto, sino que evitó la desaparición total de un pilar en la animación digital. Además, este episodio cambió para siempre la cultura organizacional y tecnológica de Pixar. A raíz del incidente, el estudio invirtió significativamente en infraestructura de IT, adoptando prácticas modernas y seguras para evitar riesgos similares. La moraleja era clara: ningún avance técnico o artístico asombrará si no hay un sistema robusto que lo respalde.
Curiosamente, aunque Toy Story 2 fue finalmente recuperado, este no fue el producto final que llegó al cine. Tras la restauración, los ejecutivos, incluyendo al director John Lasseter, decidieron que la película necesitaba una revisión integral para mejorar su calidad narrativa y visual. En menos de un año se hizo un replanteamiento total que dio vida al clásico que conocemos hoy, con escenas icónicas y personajes entrañables. No obstante, sin la intervención de Galyn Susman, esa segunda oportunidad nunca hubiera existido. El hecho de que la película fuese revisada y reestructurada depende directamente del acceso a esos datos originales.
El Toy Story 2 que tanto amamos no solo surgió del talento artístico, sino también de la gestión técnica impecable que permitió su reconstrucción. El legado de Galyn, sin embargo, ha permanecido en gran medida oculto para el público. A pesar de su crucial aporte, fue desplazada silenciosamente cuando Disney realizó una serie de despidos en 2023, afectando a miles de empleados, entre ellos a valiosos colaboradores como ella. Su historia ejemplifica las paradojas de la industria: quienes salvan estructuras muchas veces no reciben el reconocimiento público que merecen. Hoy en día, la tecnología cinematográfica ha avanzado enormemente.
Las plataformas de almacenamiento en la nube, los sistemas automáticos de duplicación, los protocolos de seguridad y equipos especializados protegen la creación audiovisual como nunca antes. Pero esas innovaciones tienen raíces en momentos críticos, como el que protagonizó Galyn Susman al rescatar la esencia digital de Toy Story 2 desde su Volvo hasta el estudio. Recordar su hazaña nos invita a valorar el trabajo de los técnicos, ingenieros y especialistas detrás del espectáculo, cuyo esfuerzo garantiza que la magia llegue intacta a las pantallas. También pone en perspectiva la delicadeza de los procesos creativos mediados por la tecnología, la importancia de hacer las cosas bien y la necesidad de llevar siempre una copia de seguridad, literalmente. En definitiva, la historia de Galyn es un canto a la perseverancia, la responsabilidad y el profesionalismo.
Demuestra que incluso en los momentos más difíciles, una combinación de preparación, intuición y compromiso puede salvar lo que parecía perdido. Toy Story 2 no solo es un triunfo del cine animado, sino también una prueba tangible de cómo las personas detrás del telón son fundamentales para que el arte exista y perdure.