La generación X, nacida entre mediados de los años sesenta y principios de los ochenta, es a menudo llamada la generación “feral” o libre, en parte porque muchos crecieron con menos supervisión y reglas estrictas que sus predecesores o los millennials que les siguieron. Esto tuvo un impacto significativo en cómo manejaron sus finanzas personales y, más importante aún, en las lecciones que no recibieron cuando eran niños, y que hoy desearían haber aprendido para evitar errores costosos y estresantes. Muchos Gen Xers atravesaron la vida adulta “descubriendo” las finanzas por cuenta propia. Sin guías claras ni educación formal sobre dinero, sobre créditos y deudas, la mayoría experimentó tropiezos que a día de hoy siguen pagando. Este fenómeno no solo afecta a nivel individual, sino que también revela un vacío importante en la educación familiar y escolar, dejando a una generación con lagunas importantes sobre cómo administrar su economía y planear para el futuro.
Uno de los temas más reveladores entre los Gen X tiene que ver con el manejo del crédito. Para muchas personas de esta generación, la tarjeta de crédito fue un concepto desconocido en la juventud y un arma de doble filo en la adultez. Historias como la de Julie Schwietert Collazo, quien pagó durante años deudas acumuladas desde su juventud, subrayan la complejidad de comprender algo tan elemental como el crédito, su costo real y sus consecuencias a largo plazo. En ocasiones, la falta de educación financiera hace que una persona incurra en deudas sin ser consciente de las tasas de interés o las penalidades por pagos atrasados, generando una bola de nieve que puede afectar cada aspecto de su vida, desde la posibilidad de comprar una casa hasta las oportunidades laborales. Hay que destacar que para muchos Gen X, el entorno económico tampoco fue favorable.
Muchos crecieron en familias con recursos limitados, donde la prioridad siempre fue educarlos para que accedieran a la universidad, aunque los costos y los préstamos estudiantiles representaran un gran desafío. Esta situación generó una presión financiera importante y, en ciertos casos, una independencia económica temprana. Sin embargo, sin el conocimiento adecuado para manejar tarjetas o préstamos, se enfrentaron al mundo adulto con decisiones financieras poco informadas. La importancia de la educación financiera desde la infancia es un aprendizaje clave que emerge de estas experiencias. Enseñar a los niños las nociones básicas sobre dinero, crédito, ahorros e inversiones debería ser una prioridad para evitar repetir errores en las siguientes generaciones.
Entender cómo funciona el dinero en el mundo real ayuda a construir hábitos financieros sólidos, fomenta la responsabilidad y prepara para tomar decisiones inteligentes y sustentables. Otra lección invaluable para esta generación es comprender a fondo el impacto de la puntuación crediticia. Más allá de simplemente permitir o denegar un préstamo, el puntaje crediticio influye en condiciones como las tasas de interés, la capacidad de alquilar un departamento, la contratación de servicios básicos o incluso la obtención de empleo en algunos sectores. Para muchos Gen X, este fue un aspecto que aprendieron demasiado tarde, cuando el costo de ignorarlo ya era muy alto. Promover una cultura de construcción responsable del crédito puede evitar que las personas caigan en ciclos de deuda o enfrenten dificultades adicionales para estabilizar sus finanzas.
La resiliencia también es una característica distintiva de la generación X respecto a la gestión del dinero. Aunque muchas personas enfrentaron desafíos significativos, lograron recuperar el control y mejorar su situación con esfuerzo y disciplina. Sin embargo, la frustración de vivir con el peso de decisiones financieras que se tomaron por falta de información es una constante que invita a reflexionar sobre la importancia de la prevención y la preparación. Hoy, con la tecnología y el acceso a recursos digitales, la educación financiera es más accesible que nunca. La generación X tiene la oportunidad de aprender y aplicar prácticas saludables, corregir errores del pasado y transmitir estos conocimientos a sus hijos, evitando que repitan patrones negativos.
Asumir la tarea de educar a los más jóvenes sobre el valor de la disciplina financiera puede cambiar radicalmente sus perspectivas económicas y mejorar su calidad de vida. En resumen, las lecciones que la generación X desea haber aprendido en su infancia giran en torno a la comprensión del crédito, la importancia del ahorro, el manejo del dinero con responsabilidad y la capacidad para tomar decisiones informadas. Estas enseñanzas son fundamentales para construir una vida financiera sólida y evitar las angustias que vienen con las deudas acumuladas y las malas decisiones económicas. Reflexionar sobre estas experiencias no solo honra los retos superados, sino que también impulsa a crear un futuro financiero más consciente y seguro para las siguientes generaciones.