En un mundo donde la inteligencia artificial generativa avanza a pasos agigantados y se integra cada vez más en distintas áreas de la vida cotidiana, existen personas que optan por no utilizar estas herramientas. En 2025, a pesar de ser un entusiasta de la tecnología, he decidido no emplear IA generativa en mis proyectos ni en mi vida diaria, y este artículo busca ofrecer una perspectiva clara y bien fundamentada sobre por qué he tomado esta decisión. Una aclaración importante antes de continuar: cuando hablo de no usar IA, me refiero específicamente a la inteligencia artificial generativa basada en redes neuronales, aquella que produce contenido nuevo y simula respuestas humanas, no a sistemas que simplemente aplican algoritmos antiguos o tradicionales aunque estos se promocionen comúnmente como "AI-powered". Uno de los primeros motivos que me lleva a evitar el uso de la IA generativa es el impacto energético que conlleva. La preocupación medioambiental es un tema central para mí y me tomo en serio la eficiencia y la optimización de los recursos que consumo.
Los informes sobre el gasto energético de las búsquedas con IA varían, pero se estima que utilizar motores de búsqueda inteligentes y generativos puede consumir entre diez y hasta treinta y tres veces más energía que una búsqueda tradicional. Esto es preocupante, especialmente porque un uso masivo de estas tecnologías podría multiplicar exponencialmente la huella ecológica digital. Consciente de esta realidad, y considerando que yo mismo gestiono un servidor casero que consume energía, prefiero no incrementar innecesariamente mi impacto. Haciendo una analogía, mi servidor, que da soporte a varios servicios personales como el sitio web, emails o sistemas de backup, consume una cantidad de energía comparable a realizar entre tres y seis búsquedas al día con IA, según cálculos basados en herramientas especializadas para medir consumo en dispositivos como Raspberry Pi. Por otro lado, en cuanto a fiabilidad, la IA moderno continúa presentando retos importantes.
Aunque ha mejorado, todavía es común que cometa errores serios y contaminen la información con datos falsos que pueden parecer auténticos. Existen ejemplos documentados de IA generativa que ha inventado sentencias judiciales, aconsejado prácticas peligrosas como consumir hongos tóxicos y atribuido incorrectamente hechos científicos, como señalar erróneamente el primer avistamiento de un exoplaneta. La naturaleza de estos errores o «alucinaciones» hace que sean difíciles de detectar, ya que la IA no posee un entendimiento real de la verdad, solo construye respuestas plausibles basadas en probabilidades estadísticas. Para quienes publicamos contenido con responsabilidad, esto representa un riesgo considerable, pues la veracidad es fundamental y la dependencia excesiva en IA podría aumentar la probabilidad de difundir información incorrecta inadvertidamente. Añadiendo a la discusión se encuentran las cuestiones éticas, que son un núcleo muy debatido en el uso de IA generativa.
El principal punto problemático radica en el entrenamiento de estos modelos con contenidos protegidos por derechos de autor sin el consentimiento explícito de los creadores. La complejidad legal y moral gira en torno a si es apropiado o no utilizar estas obras como base para generar nuevos contenidos sin remunerar o reconocer a los autores originales. Si bien la ley de propiedad intelectual busca proteger a los creadores para que puedan obtener ingresos legítimos por su trabajo, también existe un debate sobre cómo esta legislación a veces limita la creatividad y el acceso del consumidor. Sin embargo, no se puede ignorar el hecho de que muchas compañías de IA lucran considerablemente con productos generados mediante el uso de materiales de artistas y escritores que no han recibido ninguna compensación. Desde una perspectiva personal y creativa, encuentro que utilizar la IA para escribir o programar le restaría valor al proceso que disfruto intensamente.
Para mí, la elaboración manual de textos y código es una pasión. El desafío, la investigación y el descubrimiento son parte esencial del disfrute. Confiar en máquinas para estas tareas podría transformar la experiencia en un proceso más mecánico, plagado de errores difíciles de predecir que luego se traducen en tiempo invertido en depuración y corrección. Además, no puedo obviar el componente emocional y social que influye en mi postura sobre la IA. La relación que tiene esta tecnología con figuras públicas o empresas que despiertan en mí cierto recelo, como sus conexiones con ciertos personajes controvertidos o sectores vinculados a prácticas poco éticas, afecta indirectamente mi decisión.
A la vez, me molesta la omnipresencia de contenidos generados por IA que muchas veces no aportan valor real, como artículos optimizados solo para motores de búsqueda que no responden a lo que verdaderamente busco, o piezas artísticas que carecen de alma y originalidad. ¿Quién dice entonces que utilizar IA siempre es incorrecto? No pretendo sentenciar que la inteligencia artificial carezca de utilidad. En sectores específicos, como la analítica de datos o la investigación científica, ha impulsado avances increíbles. Un ejemplo destacado es AlphaFold, que ha logrado predecir estructuras de proteínas de manera revolucionaria, facilitando innumerables estudios biomédicos. En cuanto a la generación de contenido para páginas web o software, aunque reconozco la tendencia creciente y la potencial eficiencia que puede aportar, no considero que sea la herramienta ideal para mí en este momento, dadas las razones antes expuestas y mi contexto particular como aficionado más que profesional en estas áreas.
En definitiva, la decisión de no emplear IA generativa en 2025 es el fruto de una reflexión sobre el impacto ambiental, la precisión requerida en la información, las cuestiones éticas, el disfrute personal y finalmente, el sentido crítico hacia las entidades y personas involucradas en el desarrollo y promoción de esta tecnología. El futuro de la inteligencia artificial es prometedor y seguramente evolucionará para afrontar muchos de estos retos. Por eso, mantengo una mente abierta a su uso futuro, pero siempre con un enfoque consciente, crítico y responsable. Quienes estén explorando si implementar o no inteligencia artificial en sus labores, deberían considerar estos aspectos con cuidado y evaluar si las ventajas potenciales superan los posibles inconvenientes, así como las implicaciones personales y profesionales que conlleva incorporar esta tecnología en su día a día.