Los bosques flotantes de algas kelp son uno de los ecosistemas más productivos y biodiversos del planeta, comparable en importancia ecológica a los bosques terrestres. Estas formaciones submarinas están compuestas principalmente por especies de kelp que, debido a sus grandes tamaños, crean extensas canopies en la superficie del mar. A pesar de su valor ecológico e incluso económico, estos ecosistemas enfrentan un futuro incierto provocado por el cambio climático y, especialmente, por el aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas. Sin embargo, un aspecto alarmante revelado en estudios recientes es la baja protección global que reciben los bosques flotantes de kelp, lo cual los hace particularmente vulnerables ante las crecientes amenazas térmicas. Los bosques de kelp desempeñan un rol fundamental en la regulación de la biodiversidad marina, el soporte de especies comercialmente valiosas y la prestación de servicios ecosistémicos que incluyen la captura de carbono y la protección costera.
Se encuentran distribuidos en diversas áreas oceánicas, principalmente en regiones de latitud media tanto en hemisferios norte como sur, dominando más de un 30% de los fondos rocosos marinos. Por medio de tecnologías avanzadas de teledetección satelital, los investigadores han logrado elaborar mapas globales que muestran con detalle la distribución de estas formaciones marinas, facilitando la evaluación de su estado y las amenazas que enfrentan a escala planetaria. Uno de los mayores peligros para estas comunidades marinas son las olas de calor marinas, períodos en que la temperatura del océano excede significativamente los valores normales durante varios días consecutivos. Dichos eventos se relacionan con alteraciones graves en la estructura y funcionamiento del ecosistema, provocando desde la pérdida de biomasa de kelp hasta el colapso de las comunidades asociadas. Las proyecciones climáticas indican un aumento exponencial en la intensidad y duración de estas olas de calor, con escenarios que muestran incrementos de hasta 16 veces más en comparación con los niveles actuales hacia finales de siglo, especialmente si las emisiones globales no se reducen eficazmente.
Ante este panorama, resulta inquietante descubrir que menos del 3% de los bosques flotantes de kelp están actualmente protegidos bajo áreas marinas altamente restrictivas, conocidas como reservas marinas de no extracción. Estas zonas restringen actividades como la pesca, lo que permite preservar la biodiversidad y aumentar la resiliencia de los ecosistemas frente a perturbaciones externas. La protección efectiva de los kelp forest es escasa y se concentra principalmente en regiones remotas del hemisferio sur, lo que deja expuestas a muchas otras áreas, sobre todo aquellas con altos índices de amenaza por calentamiento. Uno de los beneficios comprobados de las áreas marinas protegidas (AMP) de alta restricción es su capacidad para conservar organismos clave dentro de la red trófica que controlan los pobladores nocivos, como los erizos que pueden devastar el kelp si sus depredadores son sobreexplotados. En regiones donde se protege a los predadores de estos consumidores, se promueve un equilibrio que fortalece la recuperación de los bosques de algas tras las olas de calor y otros estresores.
Sin embargo, estas medidas de conservación no son suficientes para abordar directamente el impacto del cambio climático, puesto que las condiciones térmicas extremas pueden superar los límites fisiológicos de las especies de kelp. La insuficiente protección se agrava porque algunas de las regiones más vulnerables están cerca de los límites cálidos de distribución del kelp, donde las olas de calor marinas han causado declives dramáticos. A modo de ejemplo, en la costa norte de California, se ha documentado la pérdida del 90% de las coberturas de kelp debido a la combinación de olas de calor y el sobrepastoreo de erizos. Estos hechos reflejan un patrón global donde las áreas más expuestas a las olas de calor carecen de protección efectiva, aumentando la probabilidad de colapsos locales y reduciendo las posibilidades de recuperación natural. Entre los enfoques para contrarrestar estas amenazas se destaca la identificación y protección de refugios climáticos, zonas que debido a sus características oceanográficas y climáticas presentan menor exposición a las olas de calor extremas y funcionan como bastiones de biodiversidad.
Sin embargo, algunos de los mayores refugios aún carecen de protección efectiva, lo que compromete la viabilidad a largo plazo de la red global de bosques de kelp. Los desafíos para monitorear y conservar estos bosques son múltiples. Aunque el uso de imágenes satelitales ha revolucionado la capacidad para estudiar las formaciones flotantes de kelp, la precisión varía según la especie y la estructura de la cubierta. Los bosques de kelp que no forman canopies superficiales—o las especies más pequeñas y subcanopy—son más difíciles de detectar mediante métodos remotos, por lo que sus áreas podrían estar subrepresentadas en las evaluaciones actuales. Además, las áreas marinas protegidas reportadas en los sistemas de datos como ProtectedSeas son asignadas en función de restricciones conocidas sobre la pesca, pero no siempre reflejan la efectividad real en términos de gobernanza, cumplimiento ni manejo integral de otras actividades que afectan el hábitat.
En muchos casos, la gestión es insuficiente o inexistente, convirtiendo a algunas áreas protegidas en “parques de papel” que no ofrecen verdadera conservación a las comunidades marinas. La protección de los bosques de kelp también está obstaculizada por su invisibilidad en los marcos internacionales de conservación. En las políticas ambientales globales, estos ecosistemas no reciben la atención que merecen, a pesar de que aportan importantes servicios ecosistémicos, como la captura de carbono azul y la protección de la biodiversidad marina. Incluirlos explícitamente en los compromisos nacionales y en las redes de áreas protegidas es fundamental para detener las tendencias de pérdida. Para avanzar en la conservación, resulta imperativo aumentar la extensión y la calidad de las áreas marinas protegidas que incluyan bosques flotantes de kelp, priorizando especialmente aquellas regiones con altas exposiciones a olas de calor.
La creación de redes conectadas de AMP que consideren la conectividad biológica y la adaptación climática puede mejorar la resistencia y la capacidad de recuperación de estos ecosistemas ante eventos térmicos extremos. Complementariamente, es necesario incorporar estrategias adicionales, como la restauración activa de los bosques degradados, la selección y propagación de genotipos resistentes al calor, y la reducción de otros factores de estrés antrópico que debilitan la capacidad del kelp para soportar eventos climáticos extremos. Este enfoque integral será vital para garantizar el futuro de estas formaciones marinas, que no solo sostienen una gran variedad de especies, sino que también sostienen la pesca, el turismo y las culturas costeras alrededor del mundo. En conclusión, los bosques flotantes de kelp son ecosistemas de alto valor ecológico que enfrentan amenazas crecientes derivadas de olas de calor marinas intensificadas por el cambio climático. La actual situación de protección es insuficiente tanto por extensión como por efectividad, especialmente en las áreas más vulnerables.
Urge la implementación de medidas más ambiciosas de conservación y adaptación climática que permitan proteger y restaurar estos bosques, asegurando la preservación de sus funciones ecológicas y sociales a largo plazo. Los avances en tecnologías de monitoreo satelital y la colaboración internacional pueden ser referentes para diseñar políticas que integren la conservación basada en evidencia y la gestión efectiva, aspectos clave para enfrentar los desafíos ambientales que se presentan en las próximas décadas.