La posición del dólar estadounidense como la moneda de reserva mundial ha sido un pilar fundamental del sistema económico internacional desde mediados del siglo XX. Esta condición especial, conocida popularmente como el "privilegio exorbitante", otorgaría a Estados Unidos ciertas ventajas únicas en la economía global. Sin embargo, el debate sobre si esta dominancia es un verdadero beneficio para los Estados Unidos no es un consenso claro y existen múltiples costos asociados que merecen ser analizados en profundidad. Para comprender la complejidad del rol del dólar, es necesario tener en cuenta las dinámicas del comercio internacional y las finanzas globales. En principio, cuando un país mantiene déficits comerciales persistentes, la teoría económica convencional sostiene que su moneda debería depreciarse, equilibrando así las transacciones comerciales mediante el abaratamiento de sus exportaciones y el encarecimiento de sus importaciones.
No obstante, EE.UU. presenta una situación atípica: mantiene déficits comerciales prolongados mientras que el dólar frecuentemente se aprecia en lugar de depreciarse. Esta paradoja se explica porque el dólar es la moneda predominante en las transacciones internacionales. Por ejemplo, si una empresa en Alemania debe comprar petróleo de Arabia Saudita, esta transacción se realiza esencialmente en dólares, incluso si en Europa circula el euro.
Para conseguir dólares, las entidades europeas deberán vender bienes o servicios a Estados Unidos o financiar déficits estadounidenses, lo que implica que EE.UU. debe correr déficits comerciales para proporcionar la cantidad necesaria de dólares que demanda el resto del mundo. Desde esta perspectiva, uno de los beneficios tangibles para Estados Unidos es que nunca enfrenta un problema de balance de pagos por escasez de su propia moneda, a diferencia de otros países que pueden verse forzados a endeudarse o intervenir en los mercados de divisas para obtener dólares. Asimismo, la venta de simples "papeles" (dólares) a cambio de bienes y servicios valiosos otorga a EE.
UU. una posición privilegiada, ya que puede financiar gran parte de su consumo y deuda mediante la creación de moneda, una ventaja que ningún otro país posee con tanta facilidad. Sin embargo, este escenario también implica costos que no deben subestimarse. Con la necesidad de proveer dólares al mercado global, la nación estadounidense debe mantener déficits comerciales que impactan sectores productivos como la manufactura. La apreciación del dólar, consecuencia de déficits insuficientes frente a la demanda externa, encarece los costos de producción locales en relación con costos laborales y de insumos extranjeros, incentivando la deslocalización de industrias y la pérdida de empleos en comunidades dependientes de la manufactura tradicional.
La cuestión de la deslocalización no es solo económica, sino social. La pérdida de empleos industriales no solo afecta las finanzas personales de trabajadores y familias, sino también la dignidad asociada al trabajo y la cohesión social de regiones enteras. Estos costos concentrados en ciertas comunidades compiten con beneficios más dispersos y difíciles de cuantificar, como la mayor capacidad adquisitiva generada por un dólar fuerte para el consumidor promedio. Además, la depreciación relativa y persistente de otras monedas frente al dólar otorga a EE.UU.
una ventaja que puede deformar el juego competitivo internacional. Al tener que apoyar déficits persistentes, el país expone su base industrial, lo que podría resultar en desventajas significativas en momentos de crisis nacional, guerra o emergencias donde una base manufacturera sólida es estratégica. En el plano de la deuda pública, la posición del dólar como moneda global también juega un papel crucial. Los títulos de deuda del Tesoro de EE.UU.
funcionan como el activo de reserva preferido a nivel mundial, lo que genera una demanda constante y pasiva, permitiendo al gobierno federal financiar déficits presupuestarios a tasas de interés bajas y estables. Esta situación fortalece la denominada "estándar del Tesoro" que facilita el endeudamiento del país en condiciones muy favorables. Sin embargo, esta facilidad para financiarse tiene su lado oscuro. La alta demanda global de deuda estadounidense puede generar un exceso de liquidez que empuje los tipos de interés a niveles artificialmente bajos, incentivando malas asignaciones de capital que a la larga pueden desatar crisis financieras, como ocurrió durante el colapso económico de 2007-2008. Además, la acumulación acelerada de deuda pública genera preocupaciones sobre su sostenibilidad a largo plazo y puede poner en riesgo la confianza internacional en el dólar y en las finanzas estadounidenses.
El economista Robert Triffin, en lo que hoy se denomina la "dilema de Triffin", advirtió que un país que emite la moneda de reserva global debe correr déficits persistentes para satisfacer la demanda mundial de esa moneda, pero esos mismos déficits pueden erosionar la confianza en su economía y moneda. Si la confianza disminuye, la demanda por activos denominados en esa moneda puede colapsar, precipitando crisis financieras y una posible pérdida del estatus privilegiado. Modelos económicos contemporáneos, como los desarrollados por Emmanuel Farhi y Matteo Maggiori, profundizan en este dilema apoyándose en teorías de portafolio y equilibrio estratégico. Según estas teorías, la emisión de deuda por parte del país hegemónico funciona como la creación de un activo seguro en términos nominales pero con riesgo devaluatorio en términos reales. La percepción global acerca de la sostenibilidad de la deuda estadounidense afecta directamente las tasas de interés y la estabilidad del sistema.
En escenarios donde la deuda alcanza niveles críticos, se genera incertidumbre sobre si EE.UU. podrá mantener su compromiso de no devaluar el dólar, lo que puede desencadenar desequilibrios repentinos y severos. Esto introduce una zona de inestabilidad en la gestión de la deuda pública. Emitir poca deuda limita el aprovechamiento del "privilegio exorbitante", mientras que emitir demasiada incrementa el riesgo de perder la confianza internacional y enfrentar aumentos abruptos en los costos de financiamiento o una crisis cambiaria.
Por lo tanto, existe una línea fina que el gobierno estadounidense debe navegar cuidadosamente para maximizar los beneficios y minimizar los riesgos. En el contexto actual, con un crecimiento económico global desigual y una acumulación histórica de deuda estadounidense, estas preocupaciones cobran particular relevancia. El sistema que funcionó en las décadas pasadas podría enfrentar tensiones inéditas, y si bien no es sencillo determinar con precisión los umbrales críticos de deuda o los efectos inmediatos en la economía real, la posibilidad de un cambio de régimen o un reajuste brusco no puede descartarse. La política y las discusiones públicas sobre el tema a menudo polarizan la visión, oscureciendo la necesaria evaluación objetiva. Mientras algunos desestiman las preocupaciones sobre los déficits y la deuda como alarmismos sin fundamento, otros enfatizan los costos sociales y económicos que implica mantener el sistema sin cambios.
Lo cierto es que la historia económica muestra que ningún sistema es eterno ni está exento de tensiones internas. En última instancia, el debate sobre si la dominancia del dólar es positiva para Estados Unidos depende del equilibrio entre los beneficios económicos inmediatos y los riesgos a largo plazo, así como de la capacidad del país para gestionar y ajustar sus políticas económicas y fiscales frente a las demandas del sistema global. Explorar soluciones que mantengan la confianza internacional en el dólar, al tiempo que protejan la base industrial y la estabilidad social, será clave para asegurar que EE.UU. pueda seguir disfrutando de las ventajas que le ofrece su posición en el sistema financiero mundial sin sacrificar su economía y su tejido social.
La reflexión sobre estos temas debe superar posturas partidistas y enfocarse en análisis fundados para anticipar y mitigar posibles desafíos futuros. La dominancia del dólar ha otorgado a Estados Unidos una posición única que ha moldeado la economía global durante décadas. Entender tanto sus beneficios como sus costos es esencial para abordar los retos que trae aparejados y trazar caminos que permitan sostener su protagonismo en un mundo en constante cambio.