Las enfermedades cardiovasculares representan una de las principales causas de muerte en todo el mundo, y mientras factores tradicionales como la dieta, el sedentarismo y la genética son bien conocidos, recientes investigaciones han señalado una amenaza silenciosa pero agravante: la exposición a ciertos compuestos químicos presentes en los plásticos que usamos diariamente. Uno de estos compuestos es el ftalato di-2-etilhexilo (DEHP), un aditivo que se emplea para hacer que los productos plásticos sean más flexibles y duraderos. Un estudio reciente, liderado por investigadores de NYU Langone Health, ha revelado una conexión alarmante entre la exposición a DEHP y un aumento en la mortalidad por enfermedades del corazón a nivel global, con un fuerte impacto en regiones como Medio Oriente, Asia del Sur, Asia Oriental y el Pacífico. Los ftalatos, incluyendo el DEHP, son utilizados extensamente en la fabricación de una variedad de productos que van desde envases de alimentos y equipos médicos hasta cosméticos y pesticidas. Debido a su naturaleza química, estos compuestos pueden desprenderse y fragmentarse en partículas microscópicas que son fácilmente ingeridas o inhaladas por los seres humanos.
La investigación ha demostrado que el DEHP puede desencadenar respuestas inflamatorias en las arterias coronarias, desencadenando un proceso perjudicial que incrementa el riesgo de ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares. El análisis realizado por el equipo de NYU, basado en datos de población y ambientales de más de 200 países y territorios recopilados a través de encuestas de orina y estadísticas de mortalidad, concluyó que en 2018 aproximadamente 356,238 muertes fueron atribuibles a la exposición al DEHP, lo que representa más del 13% de todas las muertes globales por enfermedades cardíacas en personas de entre 55 y 64 años. Sorprendentemente, tres cuartas partes de estas pérdidas ocurrieron en regiones de rápido desarrollo donde la producción de plástico está en auge, pero las regulaciones medioambientales son insuficientes o inexistentes. India, China e Indonesia aparecen como los países donde la tasa de mortalidad vinculada a la exposición a DEHP fue más alta, con India registrando más de 100,000 muertes relacionadas. Los investigadores sugieren que estas cargas desproporcionadas podrían estar relacionadas con el ritmo acelerado de industrialización y urbanización, acompañado de un incremento en el consumo y producción de plásticos, sin normas efectivas para controlar la contaminación y la exposición humana a estas sustancias tóxicas.
Más allá del ataque directo sobre el corazón, la exposición a ftalatos ha sido asociada con múltiples problemas de salud, incluyendo obesidad, diabetes, problemas reproductivos y ciertos tipos de cáncer. Estos hallazgos reflejan un problema complejo y multifacético que afecta la salud pública global y que se encuentra arraigado en prácticas industriales y patrones de consumo que aún no se han regulado de manera adecuada. Los autores del estudio, encabezados por la investigadora Sara Hyman y el profesor Leonardo Trasande, destacan la importancia de políticas internacionales coordinadas que busquen reducir la exposición a ftalatos, sobre todo en regiones vulnerables. La aplicación de regulaciones estrictas en la manufactura y uso de plásticos, promoción de alternativas más seguras, y campañas de concientización pueden generar un impacto positivo en la reducción de la carga de enfermedad cardiovascular atribuible a estos químicos. Cabe mencionar que aunque el estudio se centró en el DEHP específicamente, no descartó la contribución de otros tipos de ftalatos que también podrían estar implicados en la morbilidad y mortalidad relacionada con enfermedades cardiovascular.
Además, la investigación se limitó al grupo etario de 55 a 64 años, por lo que el impacto total en otras edades podría ser aún mayor. Los hallazgos publicados en la revista Lancet eBioMedicine posicionan a este problema como una prioridad emergente dentro de la salud pública global. Mientras algunos países cuentan con regulaciones para limitar el uso de ftalatos, muchos otros todavía carecen de normativas robustas, lo que facilita que las poblaciones más vulnerables sufran las consecuencias de un problema que, aunque invisible, es letal. A medida que la conciencia sobre los riesgos de los plásticos tóxicos crece, la presión sobre gobiernos y corporaciones para adoptar prácticas más sostenibles y centradas en la salud humana se intensifica. La transición hacia materiales alternativos libres de ftalatos y la promoción de una economía circular que reduzca el consumo de plásticos pueden ser claves para mitigar estos riesgos a largo plazo.
Por último, el estudio plantea la necesidad de continuar investigando cómo la reducción en la exposición a estos compuestos químicos puede traducirse en una disminución real de la mortalidad por enfermedades cardíacas y otros problemas relacionados. También se destaca la importancia de abordar otros potenciales efectos nocivos de los ftalatos, como el riesgo de partos prematuros, que afectan la salud desde temprana edad y pueden tener consecuencias a largo plazo. En conclusión, la vinculación entre los ftalatos usados en plásticos y el incremento de muertes por enfermedades del corazón representa un importante llamado de atención hacia un problema de salud pública global. Abordar esta situación requiere la colaboración entre científicos, autoridades regulatorias, industria y sociedad civil para implementar medidas que reduzcan la exposición y protejan la salud de millones de personas alrededor del mundo, especialmente en las regiones más afectadas por los desafíos de la industrialización y el crecimiento demográfico.