En los últimos años, los usuarios de tarjetas de crédito han enfrentado incrementos significativos en las tasas de interés, alcanzando niveles históricamente altos. Estos incrementos se produjeron en un contexto en el que la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB, por sus siglas en inglés) propuso una regulación destinada a limitar los costos asociados a las tarjetas de crédito, especialmente en lo que respecta a las comisiones por pagos atrasados. Sin embargo, tras una ardua batalla legal, esta regla fue anulada por un tribunal federal, dejando en evidencia que, a pesar de la eliminación de esta norma, los bancos siguen manteniendo las tasas elevadas e incluso han incorporado nuevas tarifas mensuales, en muchos casos sin intención aparente de revertir esas medidas. Esta dinámica ha resultado en una situación preocupante para millones de estadounidenses, especialmente aquellos que utilizan tarjetas de crédito dirigidas a segmentos con perfiles crediticios más bajos, conocidas comúnmente como tarjetas de tiendas o tarjetas de marca compartida. Empresas como Synchrony y Bread Financial, que emiten tarjetas para grandes minoristas como Amazon, Lowe’s y Wayfair, han confirmado en recientes resultados y llamadas con inversionistas que no tienen planes de reducir las tasas de interés ni retirar las nuevas tarifas implementadas.
El contexto inicial de estas alzas estuvo motivado por la expectativa de que la regla de la CFPB afectaría las ganancias del sector financiero. Ante esta amenaza, los bancos reaccionaron rápidamente y aumentaron las tasas para compensar la posible pérdida de ingresos. Sin embargo, incluso tras la anulación de la regulación, las tarifas continúan siendo elevadas, generando un costo adicional directo para los consumidores sin la protección regulatoria prevista. La medida propuesta por la CFPB, bajo la dirección de Rohit Chopra, buscaba ahorrar a las familias estadounidenses hasta 10 mil millones de dólares al año. El objetivo principal era limitar las tarifas por pagos tardíos en las tarjetas de crédito.
En un contexto ideal, estas limitaciones habrían mitigado el impacto financiero para millones de usuarios. No obstante, la consecuencia no deseada fue que las tarjetas comenzaron a presentar intereses y comisiones más altos para compensar esas posibles pérdidas, afectando especialmente a quienes reciben estados de cuenta impresos en papel, lo que implicaba tarifas adicionales. El aumento promedio en las tasas de interés de las tarjetas vinculadas a tiendas alcanzó un máximo histórico de 30.5% en 2024 según un relevamiento de Bankrate. Durante el año siguiente, las tasas se mantuvieron en niveles muy altos, apenas cayendo menos de un punto porcentual, lo que indica una resistencia notable de los bancos a bajar los costos para los usuarios.
Esta situación es especialmente problemática, puesto que las tasas en estas tarjetas suelen ser aproximadamente 10 puntos porcentuales superiores a las que se aplican a las tarjetas de crédito tradicionales o de uso general. Parte de la explicación detrás de esta dinámica radica en la composición del perfil crediticio de los usuarios de este tipo de tarjetas. Más de la mitad de las solicitudes para tarjetas de tiendas provienen de consumidores con puntajes crediticios bajos o sin historial crediticio, lo que hace a estos usuarios más vulnerables y dependientes de estas opciones de crédito, a pesar de sus tasas altas. Para muchas personas en situación financiera precaria, las tarjetas de marcas compartidas son quizás la única alternativa disponible para realizar compras o acceder a financiamiento. En este sentido, las compañías que emiten estas tarjetas han encontrado un modelo de negocio lucrativo, dado que confían en que una porción significativa de los usuarios llevará saldos con intereses altos o incurrirá en comisiones por pagos atrasados, generando así ingresos sustanciales.
Expertos en finanzas y defensores de consumidores han señalado que esta práctica puede resultar en una espiral de endeudamiento, donde los usuarios terminan pagando tasas usureras sin comprender del todo los términos y condiciones, incluidos aspectos como las ofertas promocionales con cláusulas de intereses diferidos que pueden resultar engañosas. Bankrate y otros analistas coinciden en que, dado que los bancos no observaron una reducción significativa en la cantidad de cuentas activas ni en el nivel de gasto de los consumidores tras el aumento de tasas y tarifas, no tienen incentivos inmediatos para revertir las decisiones tomadas el año anterior. Esto se traduce en que los consumidores enfrentan periodos prolongados con altas cargas financieras. Mientras tanto, los resultados financieros de empresas como Synchrony y Bread han superado las expectativas, lo que, en medio de preocupaciones por la desaceleración económica en Estados Unidos, demuestra la solidez de sus negocios basados en estas tarjetas de alto costo. Otro aspecto importante es el rol que cumplen estas tarjetas en la rentabilidad de los grandes minoristas estadounidenses.
Más de la mitad de las 100 principales tiendas del país ofrecen tarjetas de marca compartida, las cuales representan alrededor del 8% de las ganancias brutas para marcas reconocidas como Nordstrom y Macy’s. Esta dependencia financiera implica que los minoristas tienen un interés directo en mantener este modelo, dado que genera una fuente constante de ingresos, incluso si eso implica tarifas elevadas para los consumidores. Conjuntamente, la falta de competencia efectiva en este nicho y el perfil vulnerable de los usuarios dificultan que los consumidores puedan negociar mejores condiciones o elegir alternativas de menor costo. La resultante es un entorno que favorece la rentabilidad de las emisoras de tarjetas y minoristas, a expensas de la salud financiera de amplios sectores de la población. Desde la perspectiva del consumidor, es fundamental estar informado sobre las condiciones de las tarjetas que utilizan, incluyendo las tasas de interés, posibles comisiones y los detalles de las promociones.
Asesores financieros y coaches especializados en finanzas personales recomiendan mayor precaución al aceptar ofertas de tarjetas vinculadas a tiendas, especialmente para quienes no tienen estabilidad financiera o desconocen completamente los términos del crédito que están tomando. En resumen, aunque la anulación de la regulación de la CFPB podría haber sido una oportunidad para aliviar las cargas financieras de los consumidores, la realidad muestra que las tasas de interés y comisiones se mantienen altas, con pocas señales de que haya cambios a corto plazo. La combinación de estrategias empresariales, estructuras regulatorias y las características del mercado hacen que los usuarios de tarjetas de marca compartida enfrenten un escenario complejo y difícil de cambiar sin una mayor intervención o cambios en la política crediticia. Para quienes dependen de este tipo de crédito, se vuelve aún más importante buscar asesoría financiera, comparar opciones y entender las consecuencias de las decisiones financieras actuales para evitar caer en ciclos de deuda que pueden ser costosos y difíciles de superar.