En un giro inesperado que parecía sacado de una película de misterio, Audrey Backeberg, una mujer que desapareció hace más de seis décadas en Reedsburg, Wisconsin, fue encontrada viva y en buen estado de salud. Su historia, que ha conmocionado tanto a las autoridades locales como a familiares y al público en general, pone en evidencia las dificultades y avances en la resolución de casos fríos, así como la determinación de los investigadores para brindar respuestas después de tantos años. Audrey Backeberg tenía 20 años cuando desapareció en julio de 1962. En ese entonces, era madre de dos hijos pequeños y estaba casada. Sin embargo, su matrimonio había sido problemático, marcado por episodios de abuso, de los cuales existe constancia mediante una denuncia penal presentada días antes de su desaparición.
El fenómeno de ausentarse sin dejar rastro, sobre todo en aquella época, representaba un enorme desafío para las fuerzas del orden y la búsqueda de respuestas, en un contexto en que las herramientas tecnológicas para rastrear personas desaparecidas eran inexistentes. El día que desapareció, Audrey salió de su casa para recoger su salario y nunca regresó. Su esposo, alarmado por su ausencia y sin información sobre su paradero, comenzó a preguntar a familiares y conocidos, pero las pistas fueron escasas y el caso rápidamente entró en una fase de estancamiento. Entre las escasas pistas, una importante fue aportada por una cuidadora adolescente de 14 años que declaró haber estado con Audrey aquella jornada, en la que según su relato, ambas hicieron autostop hasta la ciudad capital Madison, para luego tomar un autobús con rumbo a Indianápolis, Indiana. Sin embargo, en un momento dado la joven se puso nerviosa y decidió regresar a casa, mientras que Audrey rechazó acompañarla y fue vista por última vez caminando cerca de una parada de autobús.
Las investigaciones realizadas en las décadas posteriores no lograron esclarecer el caso, con numerosas hipótesis que iban desde la huida voluntaria hasta secuestros o accidentes. En un punto, incluso el esposo de Audrey fue sometido a pruebas polígrafo y mantuvo su inocencia, mientras que familiares insistían que jamás habría abandonado a sus hijos. Pese a estos esfuerzos, el caso se enfrió con el paso del tiempo, convirtiéndose en uno de tantos expedientes sin resolver en los archivos policiales. No obstante, a comienzos de 2025, el caso fue reactivado durante una evaluación general de casos fríos realizada por el Departamento del Sheriff del Condado de Sauk. Fue entonces cuando un detective asignado al equipo, Isaac Hanson, decidió revisar minuciosamente todos los documentos disponibles, incluyendo antiguo material de archivo, entrevistas previas y evidencia recopilada.
Además, se valió de herramientas contemporáneas, como bases de datos genealógicas y plataformas como Ancestry.com para profundizar en el rastro familiar de Audrey. El hallazgo fue sorprendente. A partir del perfil genealógico vinculado a la hermana de Audrey, Hanson consiguió dar con registros recientes que permitieron localizar la dirección actual de la ahora octogenaria mujer, que se encontraba viviendo fuera de Wisconsin. Tras establecer contacto, el detective habló con Audrey a través de una llamada telefónica que duró 45 minutos.
Según relató, ella manifestó que había tomado la decisión de alejarse por razones personales y maritales, y que vivió una vida propia, sin revelar mayores detalles sobre los motivos que la mantuvieron separada de su familia y de la justicia durante tanto tiempo. Lo que reveló el Departamento del Sheriff fue contundente: la desaparición de Audrey no se debió a un crimen ni a hechos violentos. Fue una elección consciente de la mujer, quien decidió rehacer su vida en otro lugar, lejos de su pasado en Wisconsin. A pesar del misterio que rodeó su partida, Audrey demostró estar en buen estado de salud, y según el detective, parecía estar contenta y segura de haber tomado esa decisión en su momento. Esta historia resalta la importancia de la persistencia en la reactivación de casos sin resolver, sumada a la integración de herramientas modernas de búsqueda y análisis.
La tecnología ha cambiado radicalmente el panorama en la identificación y localización de personas desaparecidas, haciendo posible que casos que antes se consideraban irrecuperables tengan una oportunidad tangible de solución. Plataformas genealógicas, bases de datos digitales y redes sociales ahora forman parte del arsenal habitual de los investigadores. Además, la historia de Audrey trae al debate la complejidad de las desapariciones voluntarias y las motivaciones personales que llevan a alguien a cortar contacto con su entorno de forma definitiva. Aunque en algunos casos, la ausencia es resultado de tragedias o delitos, no siempre es así. El respeto por las decisiones individuales y la comprensión del contexto familiar y social son elementos claves para abordar estas situaciones con empatía y profesionalismo.