Don Pettit es un nombre que resuena fuerte entre los astronautas de la NASA, no solo por sus múltiples misiones espaciales sino también por la pasión que mostró durante su cuarto viaje a la Estación Espacial Internacional (ISS). Durante 220 días consecutivos, Pettit no solo cumplió con sus responsabilidades científicas y de mantenimiento, sino que dedicó una parte importante de su tiempo a capturar fotografías que llevaron la belleza y complejidad del espacio a millones de personas en la Tierra. A sus 70 años, edad con la que regresó a nuestro planeta tras esta misión, Pettit demostró que la edad no es un impedimento para continuar en la vanguardia de la exploración espacial ni para descubrir nuevas formas de acercar el espacio al público. Su talento para la fotografía y su ojo de artista pusieron en evidencia un sentido especial para observar los detalles de la atmósfera terrestre y las maravillas del cosmos, plasmando imágenes únicas desde la perspectiva privilegiada de la ISS. La Estación Espacial Internacional, con sus ventanas panorámicas en el módulo conocido como la cúpula, le permitió a Pettit tener acceso directo a vistas incomparables del planeta y del espacio exterior.
Desde este observatorio en órbita, él pudo montar hasta cinco cámaras simultáneamente para capturar diferentes ángulos y fenómenos naturales que no pueden ser vistos con tanta claridad desde la superficie terrestre. Entre los detalles más fascinantes de sus fotografías aparecen las distintas capas de la atmósfera terrestre. Don Pettit hizo especial énfasis en mostrar el resplandor atmosférico que separa la Tierra del vacío del espacio: un brillo verdoso amarillento que se observa a unos 75 millas de altitud, seguido de un tono rojizo tímido localizado alrededor de las 250 millas sobre la superficie. Capturar estas sutiles y etéreas luces no solo implica paciencia y precisión, sino también una habilidad técnica avanzada y un gran conocimiento de las condiciones espaciales y atmosféricas. Pero la contribución de Pettit va más allá de la belleza estética.
Al documentar fenómenos naturales como erupciones volcánicas, meteoros y destellos de actividad eléctrica en la atmósfera superior, sus imágenes agregan valor científico. Ellas permiten a investigadores, estudiantes y entusiastas observar con detalle eventos que, de otra manera, solo podrían ser registrados por satélites especializados o esperados mediante datos indirectos. Además de sus actividades fotográficas, durante su tiempo en la ISS Don Pettit también participó en múltiples experimentos científicos, comunicación educativa con estudiantes y el ejercicio riguroso necesario para mantener su salud y evitar el deterioro óseo producto de la ingravidez. Estas tareas forman parte integral de la rutina diaria de los astronautas, pero lo que distingue a Pettit es cómo combinó su trabajo técnico con un enfoque artístico para acercar la experiencia del espacio a quienes nunca tendrán la oportunidad de viajar más allá de la atmósfera terrestre. Al regresar el 20 de abril de 2025, cumpleaños número 70 de Pettit, él compartió en diversas conferencias y entrevistas la importancia de su dedicación a la fotografía desde la ISS.
Comentó que los astronautas usualmente desean tener una cámara a mano para captar momentos irrepetibles y que, para él, mirar por la ventana no era suficiente. Cuando veía un meteoro fugaz, una erupción volcánica o un destello por la atmósfera, instintivamente necesitaba registrar esas escenas para que otros pudieran experimentar ese asombro. Su uso ingenioso de hasta cinco cámaras a la vez, configuradas para diferentes propósitos, demuestra la profundidad de su compromiso con la fotografía espacial. Pettit no solo tomó fotos por capricho, sino que aplicó conocimientos avanzados de fotografía, aprovechando las condiciones cambiantes de iluminación, la velocidad del movimiento orbital y las limitaciones técnicas propias del entorno en microgravedad. Estos esfuerzos han dejado una valiosa biblioteca visual que ha sido difundida por NASA y varios medios internacionales, ampliando el alcance del conocimiento y la inspiración que puede generar la exploración espacial.
La calidad y singularidad de las imágenes de Pettit resaltan la importancia de combinar ciencia, tecnología y arte para comunicar mejor la grandeza del Universo y la fragilidad de nuestro planeta. El impacto educativo de estas imágenes es notable, pues millones de estudiantes y aficionados a la astronomía, la geografía y la ciencia en general han podido descubrir detalles que antes solo existían en los libros o en simulaciones computarizadas. Don Pettit ha utilizado su pasión por la fotografía para generar un puente entre el cosmos y la curiosidad humana, fomentando la apreciación del medio ambiente y el deseo de seguir explorando. En definitiva, la labor de Don Pettit durante esos 220 días en órbita no solo representa un logro humano y científico, sino también un aporte cultural y educativo. Sus imágenes amplían la percepción común del espacio, ayudando a entender que la Tierra, con toda su complejidad y belleza, es solo una pequeña parte de un vasto y misterioso universo.
Mientras la historia de la exploración espacial continúa desarrollándose, la contribución individual de astronautas como Pettit muestra cómo la pasión personal puede fusionarse con la misión institucional para crear un legado que trasciende las fronteras del planeta. Su trabajo fotográfico sirve como inspiración para futuras generaciones que serán las encargadas de continuar esta aventura interplanetaria, motivándolos a mirar hacia arriba con asombro y con la cámara en mano para contar nuevas historias desde el espacio.