La propuesta de Donald Trump para eliminar los impuestos sobre el pago de horas extras ha capturado la atención de votantes y expertos en economía por igual. En un reciente mitin de campaña en Tucson, Arizona, el ex presidente prometió que esta medida podría “supercargar los incentivos para trabajar más” y poner más dinero en los bolsillos de los estadounidenses. Sin embargo, detrás de esta promesa se esconden múltiples preguntas sobre su viabilidad y sus potenciales repercusiones fiscales. Con la mirada puesta en las elecciones de 2024, Trump ha presentado una serie de propuestas fiscales que han dejado a los economistas confundidos y a los críticos preocupados por un posible descalabro fiscal. La eliminación de los impuestos sobre el pago de horas extras es solo una de las muchas promesas que ha hecho, incluyendo la exención de impuestos sobre las propinas y la eliminación de impuestos sobre los beneficios de la Seguridad Social.
Estas propuestas están claramente dirigidas a ganar el favor de los votantes de clase media y trabajadora, un grupo crucial en su búsqueda de recuperar la presidencia. A pesar de las intenciones expresadas por Trump, los expertos advierten que los detalles de su plan son preocupantemente vagos. Una de las preguntas más críticas es si la exención se aplicaría solamente al impuesto sobre la renta o también a los impuestos de nómina que financian programas esenciales como la Seguridad Social y Medicare. Esta incertidumbre complica cualquier estimación sobre el costo real de la propuesta. Según el Departamento de Trabajo, más de 34 millones de estadounidenses trabajaron más de 40 horas a la semana en 2023.
Sin embargo, solo una parte de esos trabajadores tiene derecho a horas extras bajo la ley federal. En general, los empleados que ganan un salario superior a 43,888 dólares al año pueden no calificar para el pago de horas extras, dependiendo de su trabajo. Esto significa que, aunque la idea de Trump podría sonar atractiva, su impacto dependería de quién realmente se beneficiaría de la eliminación de estos impuestos. Otro aspecto a considerar es el incentivo que esto podría crear para que más trabajadores se clasifiquen como empleados por hora en lugar de salariales, con la esperanza de aprovechar los beneficios de la exención de impuestos. Este cambio podría ser significativo, especialmente en un entorno donde una gran parte de la fuerza laboral ya es elegible para el pago de horas extras.
Una estimación del Tax Foundation, un grupo de expertos que generalmente aboga por recortes fiscales, sugiere que si la exención solo se aplicara al pago considerado horas extras, el costo del plan podría ascender a aproximadamente 227 mil millones de dólares en un período de diez años, solo para el impuesto sobre la renta. Si se excluyen los impuestos sobre la nómina, este costo podría aumentar en otros 145 mil millones de dólares. Sin embargo, si se eliminara el impuesto sobre toda remuneración recibida después de trabajar 40 horas a la semana, el costo podría alcanzar niveles astronómicos, estimándose en hasta 1.1 billones de dólares en la misma década. En medio de estas cifras, la reacción de los analistas es variada.
Michael Strain, director de estudios de política económica en el American Enterprise Institute, ha señalado que el costo fiscal potencial de la propuesta no está justificado. “La perspectiva de la situación fiscal de EE. UU. es dire,” dijo Strain, sugiriendo que cualquier recorte fiscal debe sustentarse con fuertes argumentos económicos que respalden su efectividad. Trump también ha propuesto extender los recortes fiscales que implementó durante su mandato en 2017, lo que podría costar otros 4 billones de dólares en la próxima década.
Además, la eliminación de impuestos sobre los beneficios de la Seguridad Social se estima que costaría alrededor de 1.6 billones de dólares, sumado a los costos de recortes en la tasa impositiva corporativa y la exención de impuestos sobre las propinas, lo que representaría un desafío financiero monumental. En cuanto a cómo piensa Trump financiar estos recortes, su estrategia principal parece estar centrada en la expansión dramática de los aranceles sobre las importaciones. Si bien estos aranceles podrían proporcionar ingresos sustanciales, muchos analistas consideran que no serían suficientes para cubrir el gran déficit fiscal que causarían las propuestas de recortes impositivos. La campaña de la vicepresidenta Kamala Harris no tardó en criticar la propuesta de Trump.
En un comunicado, denunciaron la idea como cínica, recordando el intento de la administración Trump en 2019 de reducir la elegibilidad para el pago de horas extras, lo que contradice sus promesas actuales. “Está desesperado y tratando de engañar a las personas para que voten por él,” dijo Joseph Costello, portavoz de la campaña de Harris. A pesar de las críticas, es interesante notar que la propuesta de Trump no ha sido completamente desestimada por la oposición. Ambos candidatos están compitiendo por el apoyo de los estadounidenses de clase trabajadora, y la narrativa de recortes fiscales es una herramienta poderosa en esta lucha. De hecho, la propuesta sobre la no tributación de las propinas, al principio criticada por economistas, finalmente fue apoyada por Harris, lo que refleja la dinámica cambiante de la política fiscal en el país.