En un momento en que la democracia estadounidense enfrenta desafíos significativos, el documental "Bad Faith: Christian Nationalism's Unholy War on Democracy" emerge como una poderosa herramienta para comprender las complejidades detrás del auge del nacionalismo cristiano en Estados Unidos. Dirigido por Stephen Ujlaki y Chris Jones, este filme de 2024 no solo estudia un movimiento político y religioso que ha ido ganando terreno, sino que expone cómo esta corriente afecta directamente la estructura democrática del país, ofreciendo una mirada profunda y crítica sobre sus orígenes, evolución y sus posibles implicaciones en el futuro. El documental fue concebido tras las sorpresivas elecciones presidenciales de 2016, cuando Donald Trump ganó la contienda política. Stephen Ujlaki, co-director y profesor de guionismo, sintió la necesidad de entender mejor a un sector que había votado masivamente por Trump, en particular la comunidad evangélica, cuyos vínculos con el nacionalismo cristiano son esenciales para comprender la narrativa política actual en Estados Unidos. El filme se apoya en publicaciones clave, especialmente "Shadow Network" de Anne Nelson, que examina el financiamiento y la organización detrás de la derecha radical, y "Bad Faith" de Randall Balmer, un análisis histórico y religioso que da nombre a la producción cinematográfica.
En el centro de la trama de "Bad Faith" se encuentra la crítica al nacionalismo cristiano, una ideología que busca fusionar la identidad religiosa con la política de Estado, con el fin de fomentar una especie de teocracia. Sin embargo, este proyecto no es reciente ni improvisado. El documental recorre la historia del movimiento y demuestra cómo acontecimientos legales como las decisiones en casos Brown v. Board of Education en 1954, que desegregó las escuelas públicas, y Green v. Connally en 1971, influyeron profundamente en el desarrollo político y social de los sectores religiosas conservadores.
La resistencia a la desegregación y el miedo a perder privilegios fomentaron la creación de un bloque político que originalmente se vinculó a la defensa de escuelas religiosas con prácticas exclusivistas. Con el tiempo, la religión se convirtió en un instrumento para canalizar descontentos sociales y económicos hacia una agenda política conservadora. De hecho, el filme derriba el mito popular de que la oposición al aborto fue el motor inicial del movimiento religioso-político; en realidad, fue una consecuencia posterior, con la verdadera consolidación del efecto político sucediendo en la década de 1970. Una figura crucial en esta historia es Paul Weyrich, un estratega republicano que ayudó a articular y unificar a grupos religiosos y conservadores que estaban dispersos. Weyrich, junto a Jerry Falwell y otros líderes religiosos, fundó la Moral Majority y creó una red política que ha influido decisivamente en políticas democráticas y en la cultura estadounidense.
Esta red no solo buscaba proteger y promover la fe cristiana en el ámbito público, sino que también estrechó vínculos con sectores económicos poderosos, como los magnates petroleros, formando una alianza estratégica para obtener beneficios mutuos, incluyendo reducciones impositivas y desregulación. La película enfatiza cómo este movimiento ha promovido una "guerra cultural" que socava las instituciones democráticas, un proceso que ha culminado en eventos tan controvertidos como la elección de Donald Trump, la insurrección en el Capitolio en enero de 2021 y la agenda política conocida como Project 2025, que aspira a consolidar una visión teocrática en el aparato gubernamental. El rodaje de "Bad Faith" se llevo a cabo en 25 localidades entre Estados Unidos y Australia, durante la pandemia de COVID-19, lo que añade una capa extra de dificultad a su producción. La película combina entrevistas con científicos sociales, teólogos, políticos y expertos en seguridad nacional, quienes ofrecen perspectivas valiosas y honestas para comprender la magnitud del fenómeno. Entre ellos destacan Elizabeth Neumann, exfuncionaria de la administración Trump; Ken Peters, pastor de la Patriot Church; Eboo Patel, fundador de Interfaith America; así como periodistas e investigadores como Anne Nelson y Katherine Stewart.
La recepción del documental ha sido abrumadoramente positiva entre la mayoría de críticos especializados. Sitios como Rotten Tomatoes reportan un índice de aprobación del 100% basado en diversas reseñas, destacando su capacidad para educar al público y fomentar la reflexión crítica sobre cómo la religión puede ser utilizada con fines políticos que amenazan la pluralidad y la libertad. Un análisis destacado, por ejemplo, es el que Owen Gleiberman realizó para la revista Variety, donde lo catalogó como uno de los filmes más inquietantes recientes, señalando que muestra cómo el nacionalismo cristiano erosiona no solo los derechos constitucionales sino también los principios centrales de la fe cristiana que valoran el libre albedrío. Otros críticos reconocen que el documental, aunque a veces parece abordar conspiraciones, es fundamental para entender cómo las motivaciones religiosas pueden ser instrumentalizadas en la arena política, poniendo en riesgo la democracia. Por otro lado, la película también ha generado resistencia.
Algunos sectores conservadores la tildan de propaganda o sesgada, defendiendo la legitimidad del nacionalismo cristiano como corriente filosófica y política. Sin embargo, esta polarización también refleja la urgencia del debate sobre el papel de la religión en la política moderna, en especial en países que históricamente han promovido la separación entre iglesia y Estado. El valor de "Bad Faith" reside no solo en su rigor documental y narrativo, sino también en su invitación al diálogo y a la participación ciudadana, ya que sensibiliza sobre la importancia de ejercer el voto como una herramienta para preservar la democracia y resistir sectarismos que podrían transformarla en algo muy distinto a lo que los padres fundadores de Estados Unidos imaginaron. En suma, este documental es un llamado de atención indispensable para quienes buscan entender la compleja y a menudo peligrosa relación entre fe, poder y política. Al estudiar cómo ideas religiosas pueden convertirse en plataformas para proyectos políticos que desafían valores democráticos fundamentales, "Bad Faith" ofrece un marco indispensable para analizar las tensiones actuales en Estados Unidos y en otras sociedades contemporáneas que enfrentan retos similares.
Además, su enfoque global, con filmaciones tanto en Estados Unidos como en Australia, y su variedad de voces expertas proporcionan un panorama amplio para comprender que el nacionalismo cristiano no es un fenómeno aislado sino parte de una tendencia transnacional que merece atención crítica continua. Por todo esto, "Bad Faith" se posiciona como una película esencial para académicos, activistas, periodistas y ciudadanos interesados en la salud de la democracia, la relación entre religión y política y el futuro de Estados Unidos como una nación plural y libre. La película invita a reflexionar sobre el significado y los riesgos del nacionalismo cristiano y la manera en que las creencias religiosas pueden, algunas veces, utilizarse para socavar los mismos valores que aseguran la convivencia democrática.