La democracia es un proceso vivo y dinámico que depende de la participación activa de los ciudadanos. En Texas, uno de los estados más grandes y diversos de Estados Unidos, esta participación se manifiesta de manera palpable cada vez que la legislatura estatal se reúne para debatir temas que afectan la vida de millones de personas. En plena sesión legislativa, el Capitolio de Texas se convierte en un hervidero de actividad cívica que comienza temprano en la mañana y continúa a lo largo del día con encuentros, marchas, audiencias públicas y manifestaciones que reflejan la multiplicidad de voces y opiniones de sus habitantes. Al acercarse al Capitolio un día soleado de marzo, es posible percibir el bullicio incluso antes de pasar los controles de seguridad. El garaje principal suele estar completamente lleno, y no es raro ver autobuses de distintas ciudades que han traído a grupos de ciudadanos con la intención de hacerse escuchar.
El Capitolio, con su emblemática cúpula de granito rosa, se convierte en el epicentro de manifestaciones, discursos y debates que evidencian el funcionamiento activo de una democracia que se ejerce con pasión y compromiso. La presencia de grupos organizados y de ciudadanos particulares es constante. A lo largo de las 140 jornadas en que se reúnen los legisladores en cada sesión bienal, es frecuente ver a activistas que defienden o rechazan propuestas concretas. Uno de los eventos más destacados en el ámbito educativo es la revisión de la denominada House Bill 3, un proyecto de ley para implementar un programa de vales escolares. Esta propuesta representa un cambio histórico, ya que podría aprobarse por primera vez en la Cámara de Representantes de Texas.
Mientras los defensores de la llamadas “elección escolar” celebran, maestros, padres de familia y otros activistas muestran su preocupación y rechazo vehemente a lo que consideran un riesgo para las escuelas públicas. La actividad dentro del Capitolio y su extensión subterránea –el Capitol Extension– es frenética. Este complejo, inaugurado en 1993, alberga salas de audiencia, conferencias, auditorios y espacios de reunión que se llenan de personas constantemente. Los pasillos amplios con sus pisos de terrazo y la gran rotonda invertida de cuatro pisos se parecen más a un centro comercial donde la democracia se compra y vende a través de discursos, folletos y conversaciones intensas. Las diferentes indumentarias marcan claramente los roles: los legisladores y sus asistentes suelen vestir trajes elegantes, mientras que los lobistas, al contrario, llaman la atención por sus vestimentas costosas y la habitual atención fija en sus dispositivos móviles.
Los grupos de activistas varían en sus causas y estrategias. Por ejemplo, la coalición de educación en casa celebra seminarios y asesorías sobre la propuesta para incluir en la constitución estatal el derecho a educar a los hijos fuera del sistema tradicional. Este movimiento recuerda tiempos en los que esta práctica incluso era ilegal, subrayando la fragilidad y la importancia de las libertades democráticas. Al mismo tiempo, en la soportal del Capitolio, frente a una multitud que ha venido a protestar contra los vales escolares, la Texas Freedom Network organiza una concentración en contra de la medida legislativa, mostrando la pluralidad de opiniones que definen la democracia moderna. Las manifestaciones se extienden por los jardines y escalinatas del Capitolio, el área designada para reuniones públicas y protestas.
Los organizadores pueden rentar equipo de sonido y espacios para ofrecer discursos, reuniones informativas y actos simbólicos. Los eventos delizado coordinados conviven con expresiones más espontáneas, pero igualmente emotivas, que dan cuenta del compromiso social de los texanos con las causas que consideran justas. El acceso a los legisladores no siempre es sencillo para los ciudadanos comunes, pero estos no se detienen. El caso de Nicholas Gresham, propietario de un pequeño negocio de cáñamo, es ejemplar. Ante la amenaza de una ley estatal que busca prohibir productos con THC, Gresham viajó a Austin incluso en momentos personales complicados para testificar y entregar material informativo a los legisladores, defendiendo no solo su negocio sino también una visión de futuro económico y social más abierta y plural.
Este tipo de intervención de personas que tienen algo muy personal en juego es crucial. Son ellos quienes mantienen viva la llama de la participación democrática, mostrando que más allá de la influencia de poderosos grupos de presión, la voz individual puede llegar a influir en políticas públicas. En un sistema tan amplio y complejo como el texano, el equilibrio entre intereses diversos se produce gracias a la suma de acciones grandes y pequeñas, muchas veces visibles y otras veces discretas, pero todas esenciales. Aunque a menudo la participación parece estar fuertemente influenciada por intereses organizados y financiamiento, la realidad muestra que la democracia también contiene espacios para las expresiones genuinas de ciudadanos que simplemente quieren defender sus derechos, proteger sus comunidades y contribuir a un futuro mejor. La combinación de activismo profesional y compromiso ciudadano genuino es la esencia de una democracia vibrante y resiliente.
El Capitolio de Texas no es solo un conjunto de edificios històricos o un centro político. Es el escenario donde se encuentran las esperanzas, las demandas y las preocupaciones de una población diversa que, a pesar de las dificultades y diferencias, se esfuerza por mantener viva y funcional la democracia. Cada audiencia, protesta, testimonio y charla entre legisladores y ciudadanos es una pieza fundamental de este gran mosaico democrático. Al finalizar el día, cuando las luces del Capitolio se apagan y los pasillos quedan vacíos, queda la satisfacción de haber sido testigo de un proceso donde la participación ciudadana continúa siendo la columna vertebral de la gobernanza. La democracia no es un concepto abstracto en Texas, sino una práctica diaria que requiere compromiso, pasión e insistencia.
Y es esta vitalidad la que demuestra que, efectivamente, la democracia sigue viva y en acción, construida por la voluntad y la voz de su gente.