En el mundo del desarrollo de software, una pregunta recurrente para desarrolladores y equipos técnicos es si deben añadir funcionalidades o utilidades que no son inmediatamente necesarias, pero que podrían ser requeridas en el futuro. Esta inquietud refleja una tensión constante entre la anticipación a necesidades futuras y la eficiencia en el presente, además de plantear cuestiones sobre la complejidad, el mantenimiento y la organización del código. Imaginemos una situación sencilla: un desarrollador debe construir una clase o módulo que permite realizar operaciones matemáticas básicas, como sumar o multiplicar números. El requerimiento inmediato es crear métodos para sumar y multiplicar, pero hay una posibilidad realista de que, más adelante, otro equipo o proyecto necesite también restar números. Ante esta disyuntiva, el desarrollador se pregunta si es recomendable implementar desde ya la funcionalidad de resta, aunque hoy no haya un caso de uso concreto que lo justifique.
Adoptar una postura a favor de agregar funcionalidades anticipadamente puede parecer prudente, especialmente en entornos colaborativos donde múltiples equipos pueden compartir o reutilizar código. En ese sentido, contar con una librería o un módulo que ofrezca una oferta más completa puede facilitar el trabajo futuro, evitar duplicidades y reducir la necesidad de realizar múltiples despliegues o actualizaciones a medida que las necesidades aparezcan. Sin embargo, esta estrategia viene acompañada de ciertos riesgos y desafíos que es fundamental considerar. Añadir código para funcionalidades no utilizadas puede generar complejidad innecesaria, lo que impacta directamente en la mantenibilidad del proyecto. Cada línea de código extra es un posible punto de falla, un obstáculo para entender la lógica general y un peso adicional para pruebas y revisiones.
Este fenómeno puede comprometer la calidad del software y dificultar su evolución. Además, el principio conocido como YAGNI (You Aren't Gonna Need It, traducido como “No lo vas a necesitar”) advierte que se deben implementar solo aquellas funcionalidades que realmente se necesitan en el momento. Este principio es uno de los pilares del desarrollo ágil y promueve la eficiencia al evitar malgastar recursos en características que podrían nunca ser requeridas, evitando el sobre diseño. Un aspecto crucial es la incertidumbre sobre las necesidades futuras. Al diseñar una función pensando en un escenario hipotético, es posible que las expectativas no se ajusten a la realidad cuando efectivamente surja la demanda.
En ese caso, el trabajo adelantado podría estar mal orientado o incluso resultar obsoleto, lo que generaría la necesidad de refactorización, cambios o incluso eliminar código que otras partes del sistema podrían estar utilizando de forma incorrecta. El tiempo y el esfuerzo requerido para implementar y mantener esta funcionalidad adicional también son factores a evaluar. Algunos desarrolladores prefieren mantener sus commits pequeños y enfocados en los requerimientos inmediatos para facilitar las revisiones y minimizar el riesgo de errores. Agregar funcionalidades prematuramente puede diluir esta concentración y aumentar la carga cognitiva para todo el equipo. Colaborar con otros equipos y mantener un diálogo abierto con las partes interesadas puede ser una estrategia efectiva para tomar decisiones informadas sobre qué funcionalidades son necesarias ahora y cuáles pueden esperar.
Realizar investigaciones rápidas, entrevistas informales o incluso una evaluación formal de experiencia de usuario (UX) puede ayudar a clarificar las prioridades y a diseñar soluciones más alineadas con las expectativas reales. De igual manera, los desarrolladores deben evaluar el impacto que el código no utilizado pueda generar sobre la gestión de versiones y el control de cambios. En entornos donde múltiples personas contribuyen a un proyecto usando sistemas como Git, agregar funcionalidades que nadie usa puede aumentar la probabilidad de conflictos durante merges y complicar la historia del repositorio, lo que puede reducir la agilidad y entorpecer el trabajo colaborativo. Es importante también considerar que los proyectos de software a menudo evolucionan junto con el negocio o la organización para la que se desarrollan. Por ello, la capacidad de adaptarse rápidamente a nuevas demandas muchas veces vale más que preparar anticipadamente funcionalidades a través de código que podría quedar completamente desaprovechado o resultar contraproducente.
En definitiva, no existe una respuesta única y definitiva para esta cuestión, ya que depende de múltiples factores contextuales como la disponibilidad de tiempo, el nivel de incertidumbre del proyecto, la cultura y procesos del equipo, y las prioridades del negocio. Algunos escenarios pueden justificar la creación de utilidades adicionales, sobre todo si el coste en tiempo y mantenimiento es bajo y si se cuenta con confianza en la necesidad futura. No obstante, es recomendable actuar con cautela, favoreciendo la simplicidad, la entrega continua de valor y la comunicación constante entre equipos. Incorporar pequeñas iteraciones y ajustes basados en retroalimentación real es una práctica que suele mejorar el resultado final y evita cargar el código con funcionalidades especulativas. Este enfoque también fomenta la calidad, al garantizar que cada módulo o función implementada haya sido diseñada y probada para una necesidad comprobada.
De esta forma, el software se mantiene más limpio y sólido, lo que facilita su crecimiento y evita complicaciones innecesarias causadas por características muertas o redundantes. Cuando se decida agregar utilidades «por si acaso», es útil implementar pruebas unitarias que certifiquen el correcto funcionamiento de esas funciones, para que no se conviertan en un punto débil dentro de la base de código. Sin embargo, también siempre se debe tener presente la posibilidad de que esas funciones deban ser removidas en el futuro, y planificar para que esa tarea no sea demasiado costosa. Finalmente, la experiencia profesional y el sentido común juegan un papel esencial para los desarrolladores al navegar este dilema. No todos los proyectos y contextos son iguales, y la flexibilidad para ajustar el enfoque según la realidad de cada equipo y producto es fundamental para lograr software eficiente, escalable y mantenible.
En resumen, la adición de funcionalidades que no tienen un uso inmediato en el desarrollo de software es un tema que debe tratarse con cuidado. Valorar los impactos en complejidad, mantenimiento, colaboración y alineación con necesidades reales es fundamental para tomar decisiones acertadas que beneficien tanto al equipo de desarrollo como a los usuarios finales. La clave está en encontrar el equilibrio entre anticiparse a requerimientos futuros y mantener la agilidad y simplicidad necesaria para el éxito del proyecto.