En el contexto actual, en el que la inteligencia artificial y los grandes modelos de lenguaje (LLMs) están en auge, existe una paradoja sorprendente: a medida que creamos herramientas más sofisticadas, a menudo desconocemos realmente el alcance y la naturaleza de lo que estamos produciendo. Esta brecha entre la creación y el entendimiento profundo de nuestras propias invenciones se vuelve cada vez más evidente y urgente. Para abordar esta problemática, es necesario volver a las raíces filosóficas del conocimiento, en particular a la obra del filósofo italiano Giambattista Vico, quien propuso una idea revolucionaria y a la vez sencilla: solo conocemos plenamente aquello que hacemos con nuestras propias manos, un concepto conocido como «Conocimiento del Creador» o Verum Factum. Vico sostuvo que el conocimiento verdadero no es simplemente una acumulación pasiva de teorías o información, sino un proceso activo que requiere la creación física o la recreación manual del objeto de estudio. En un mundo dominado por la virtualidad y por tecnologías cuya complejidad técnica escapa al entendimiento común, esta tesis cobra especial relevancia.
En efecto, el conocimiento generado por patrones lingüísticos o sistemas abstractos, como los LLMs, carece del fundamento que proporciona la experiencia directa de hacer y crear. Así, el conocimiento del creador no solo se presenta como una propuesta filosófica antigua, sino como una necesidad actual para que diseñadores, desarrolladores, filósofos y usuarios se reconecten con el sentido profundo de sus propias producciones. La división tradicional entre teoría y práctica, pensamiento y acción, se ha consolidado en la educación y en numerosos ámbitos profesionales, alejándonos cada vez más de la experiencia directa y material. En las escuelas, largos años de aprendizaje se basan en la recepción pasiva de información, sin proporcionar espacios reales para la experimentación o la fabricación tangible de ideas. Este enfoque está en contradicción directa con la esencia del conocimiento según Vico, que enfatiza que sin involucrar las manos y el cuerpo, la comprensión queda incompleta.
Es como leer sobre cómo funciona un objeto sin haber tenido jamás la oportunidad de construirlo. En la práctica del diseño, esta idea se manifiesta a través de la íntima relación entre pensar y hacer. Un buen diseño no es meramente conceptual, sino que se manifiesta y se prueba a través de la creación material. El diseñador que entiende cómo y por qué una pieza fue fabricada puede mejorar sustancialmente su trabajo, al incorporar no solo aspectos funcionales sino también filosóficos, éticos y estéticos. Grandes figuras del diseño contemporáneo, como Dieter Rams o Jony Ive, han demostrado cómo la filosofía puede enriquecer el proceso creativo, al incentivar una reflexión profunda sobre el propósito y el impacto de cada objeto creado.
Al mismo tiempo, el campo de la filosofía se encuentra en una encrucijada que podría beneficiarse enormemente al incorporar prácticas más cercanas a la experiencia material del hacer. Tradicionalmente, la filosofía ha privilegió el lenguaje escrito y la abstracción, distanciándose de cualquier actividad que involucre las manos o el cuerpo. Sin embargo, si los filósofos adoptaran métodos de creación —como el diseño gráfico, la edición o incluso la manufactura— podrían esperar una transformación en cómo se comunican y en quiénes pueden alcanzar con sus ideas. La materialización de conceptos filosóficos a través de métodos creativos puede hacer que los pensamientos sean no solo más claros para su autor, sino también más accesibles y significativos para un público amplio. En la era de los grandes modelos de lenguaje, la capacidad de generar textos sofisticados y respuestas automáticas ha llevado a una percepción errónea de que el conocimiento puede disociarse completamente del proceso físico de creación.
Sin embargo, la inteligencia artificial, aunque poderosa, no reemplaza la experiencia humana de construcción y comprensión profunda. El conocimiento generado por IA es el resultado de patrones aprendidos, no de un contacto directo con el objeto creado o el mundo físico. Por ello, si se busca un entendimiento real y significativo, es necesario que quienes desarrollan productos, servicios o ideas no pierdan de vista la importancia del hacer práctico. La filosofía de Vico invita a considerar que lo que no se hace con las manos y la mente en conjunto queda en la esfera del conocimiento superficial o incompleto. Tal como entender el pan requiere hacerlo, o comprender una bicicleta exige construirla, en el ámbito intelectual es vital diseñar y recrear los conceptos.
Esto implica que la comprensión plena atraviesa el diseño, la creación y la reflexión simultáneamente, creando un círculo virtuoso entre teoría y práctica. Además, esta premisa tiene implicaciones directas en la educación contemporánea. Integrar la experiencia práctica en las aulas no solo afianza el conocimiento sino que también despierta la curiosidad y reduce el abandono escolar. Los estudiantes aprenden mejor cuando pueden tocar, manipular y experimentar, en lugar de limitarse a escuchar o leer. Así, el conocimiento del creador es un llamado a transformar métodos pedagógicos, colocándolos en sintonía con la naturaleza humana y sus formas más efectivas de aprendizaje.
En términos tecnológicos, la creciente sofisticación de herramientas como los LLMs deberá complementarse con un retorno a la creación manual y al diseño consciente para evitar la desconexión entre la producción de conocimiento y su comprensión real. En lugar de depender exclusivamente de la inteligencia artificial para generar productos o soluciones, los creadores deben mantener una relación estrecha con el objeto de su trabajo, entendiendo su naturaleza, su proceso y su impacto. La convergencia entre diseño y filosofía, ofreciéndonos el puente del conocimiento del creador, abre asimismo un horizonte prometedor. Los diseñadores pueden beneficiarse al adoptar una mentalidad filosófica crítica y ética, mientras que los filósofos pueden enriquecerse al implicarse en prácticas creativas. Esta colaboración bidireccional no solo fortalece ambos campos, sino que genera productos y conceptos más integrales, humanos y relevantes.
En última instancia, la invitación de Vico es clara: para conocer auténticamente, debemos hacer. La comprensión es inseparable del acto de creación. En tiempos donde la tecnología y la inteligencia artificial producen resultados impresionantes pero muchas veces opacos, esta verdad elemental resalta la necesidad de que el conocimiento vuelva a ser un acto tangible, vivido y sentido. Solo entonces el progreso tecnológico y cultural podrá ser genuinamente profundo y significativo, y no una mera exhibición de habilidades técnicas desconectadas del sentido humano. El desafío en la era de los grandes modelos de lenguaje es volver a reconocer la importancia de lo manual, de lo artesanal, del pensamiento encarnado y en acción.
Hacia allá debe dirigirse la educación, el diseño, la filosofía y cualquier disciplina que aspire a un conocimiento pleno. Porque como decía Vico, y aún hoy resuena con fuerza, “verdad es aquello que se hace”.