Rust se ha consolidado como uno de los lenguajes de programación más valorados en los últimos años, especialmente entre quienes buscan un balance entre alto rendimiento y seguridad en la gestión de memoria. Su sintaxis moderna, el enfoque en evitar errores comunes y la comunidad activa han hecho que muchos desarrolladores lo prefieran para distintos tipos de proyectos. Sin embargo, al adentrarse más profundamente en la creación de aplicaciones con Rust, surge una inquietud recurrente: las dependencias. Este factor, a menudo pasado por alto por quienes disfrutan la rapidez y facilidad del sistema de empaquetado Cargo, puede convertirse en una fuente de complejidad y preocupación para quienes buscan un control exhaustivo sobre su código. La versatilidad de Rust radica en gran parte en crates.
io, su repositorio centralizado de bibliotecas —o crates— que permiten incorporar rápidamente funcionalidades sin tener que reinventar la rueda. Esta muy útil plataforma resulta similar en concepto a otros gestores de paquetes como NPM en Node.js, proporcionando una experiencia sencilla para incluir desde un simple paquete para manejar cadenas de texto hasta complejos runtimes asíncronos y servidores web. Cargo, la herramienta de gestión para Rust, automatiza la instalación, actualización y resolución de versiones compatibles, liberando al desarrollador de la carga manual que requieren otros lenguajes. Pese a todas estas ventajas, el desarrollo con Rust también se enfrenta al reto de manejar la acumulación de dependencias que pueden crecer de manera exponencial mientras el proyecto avanza.
En el mundo de la programación, cada dependencia representa un fragmento de código externo que debe ser comprendido, revisado y, en el mejor de los casos, auditado para garantizar que no introduce vulnerabilidades o ineficiencias. Lo que comienza como la inclusión de una simple biblioteca para cargar variables de entorno, por ejemplo, puede derivar en una cadena de paquetes interconectados, algunos de ellos sin mantenimiento o con problemas conocidos. Esto genera una zona de riesgo que va más allá del código que un desarrollador escribe personalmente. Un caso común que alerta a la comunidad es la inclusión del paquete dotenv, muy utilizado para facilitar la carga de variables configurables desde archivos. En Rust, así como en otros lenguajes, existen librerías que poco a poco terminan sin mantenimiento o con parches atrasados, dejando a sus usuarios vulnerables o sin soporte para nuevas plataformas y mejoras de seguridad.
Al descubrir que dotenv no recibía ya actualizaciones, la reacción lógica fue buscar alternativas como dotenvy, pero también se cuestionó la necesidad real de esa dependencia. La reflexión llevó a reescribir partes del código necesario para replicar las funcionalidades mínimas, reduciendo la carga de terceros y aumentando la propiedad sobre el software. Pero la situación se complica cuando la dependencia sí es necesaria por su complejidad, como es el caso de Tokio, un runtime asíncrono absolutamente fundamental en muchas aplicaciones Rust modernas. Tokio no solo es uno de los proyectos mejor mantenidos dentro del ecosistema, sino uno de los más complejos y extensos. Al incluir Tokio junto a Axum —un framework para servidores web construidos sobre Tokio—, se integra una gran cantidad de código externo con docenas de dependencias interrelacionadas que permiten un rendimiento excepcional, pero que también multiplican el volumen de código que acompañará al proyecto.
Un aspecto que pocos consideran al inicio es el tamaño real del código introducido con las dependencias. Cuando un desarrollador decide incluir Axum, Reqwest, ripunzip, serde, tokio, tower-http, tracing y otras librerías populares, el resultado puede ser un proyecto que, aunque pequeñísimo en términos propios, arrastre millones de líneas de código en dependencias. En un experimento reciente, un desarrollador descubrió que al vender sus dependencias para alojarlas localmente, tenía en su proyecto más de 3.6 millones de líneas de código solo de paquetes externos, mientras que su propio código apenas superaba las mil líneas. Esta discrepancia plantea un reto enorme en materia de auditoría y seguridad informática.
¿Quién es capaz de revisar con detalle millones de líneas para asegurarse que no existe código malicioso o vulnerable? La integración de tantas piezas introduce una complejidad que a menudo se subestima, y sintaxis limpias o funciones bien documentadas no son suficientes garantía ante un posible riesgo. El tema se torna especialmente relevante en entornos sensibles o de producción donde la confianza debe ser absoluta. Además, desde la perspectiva técnica, no existe actualmente una herramienta oficial en Cargo que permita identificar con precisión qué partes del código dependiente se compilan realmente dentro del binario final. En proyectos multiplataforma, muchas librerías incluyen opciones y código específico para sistemas operativos distintos al objetivo actual, inflando el peso del proyecto sin aportar utilidad directa. La optimización y la personalización del árbol de dependencias podrían minimizar estos inconvenientes, pero la carencia de mecanismos oficiales dificulta enormemente su implementación práctica.
El debate sobre la solución apropiada es amplio y, por ahora, sigue abierto. Algunos miembros de la comunidad proponen un mayor crecimiento de la biblioteca estándar de Rust, similar a lo que Go implementa con éxito, que ofrece un conjunto robusto y curado de funcionalidades listas para usar sin depender excesivamente del ecosistema externo. No obstante, esta alternativa choca con la filosofía misma de Rust, que prioriza la liviandad, la modularidad y la orientación a ambientes tan variados como dispositivos embebidos con recursos limitados. Cada ampliación en la biblioteca estándar implica un aumento del trabajo y mantenimiento por parte del equipo central de Rust, que ya enfrenta retos gigantescos con proyectos de gran escala como Tokio. Por otra parte, la mentalidad de “no reinventar la rueda” favorece reutilizar soluciones maduras para acelerar el desarrollo y aprovechar optimizaciones avanzadas, aunque esto signifique aceptar una complejidad mayor.
En esta línea, grandes empresas tecnológicas y plataformas como Cloudflare han reconocido que simplemente adoptan Tokio y otros paquetes de crates.io tal cual, confiando en las auditorías internas o comunitarias para mantener un nivel adecuado de seguridad. Lo cierto es que tales organizaciones cuentan con más recursos y equipos dedicados para evaluar y monitorear dependencias, algo inaccesible para muchos desarrolladores individuales o pymes. El compromiso por escribir software resiliente y seguro en Rust implica entonces un balance constante. Por un lado, la conveniencia y ventaja de usar crates consolidados y de alto rendimiento; por el otro, la responsabilidad de limitar la exposición a código externo no auditado o en desuso.
Algunos desarrolladores eligen seguir la vía de limitar al máximo las dependencias, escribiendo código a mano para funcionalidades relativamente simples y reservando la inclusión de librerías solo para casos ineludibles. Otros optan por tomar ventaja de las capacidades que crates robustos entregan, siempre atentos a renovación y revisiones periódicas. El futuro del manejo de dependencias en Rust podría evolucionar en varias direcciones. Herramientas más avanzadas para analizar qué código se compila, auditorías automatizadas y mejores prácticas en la “sanidad” del ecosistema podrían aliviar estos problemas. Al mismo tiempo, una comunidad activa orientada a mantener y actualizar crates viejos beneficiaría a todos, asegurando mayor fiabilidad.
Por último, la formación y conciencia de los desarrolladores respecto a la importancia de evaluar riesgos y necesidades reales al seleccionar una dependencia es fundamental. Rust es un lenguaje poderoso y prometedor, pero su ecosistema de dependencias es un campo donde se cruzan la eficiencia, la seguridad y la complejidad. Los desarrolladores deben navegar con ojos abiertos, entendiendo las implicancias de cada línea de código ajena que incorporan en sus proyectos. En este sentido, el temor a las dependencias no es algo negativo, sino una alerta para abordar el desarrollo con responsabilidad y previsión, en busca de software robusto y sostenible a largo plazo.