En una época donde la innovación gastronómica y las tendencias digitales marcan el ritmo de la industria alimentaria, un producto poco común ha logrado impactar la escena internacional: el chocolate de Dubái. Nacido de un antojo personal y alimentado por la creatividad, este chocolate se ha convertido rápidamente en un símbolo de lujo, tradición y viralidad que ha revolucionado el modo en que percibimos los productos dulces contemporáneos. Su historia, sus sabores y su influencia social son aspectos que merecen ser explorados a profundidad. La creación del chocolate de Dubái tiene raíces muy personales y a la vez universales. En 2022, la chocolatera británico-egipcia Sarah Hamouda, fundadora de FIX Dessert Chocolatier, buscaba satisfacer una necesidad muy puntual durante su embarazo: el deseo de un dulce que combinara ingredientes de su herencia con texturas y sabores novedosos.
Fue así como nació "Can't Get Knafeh Of It", una barra de leche decadente y pegajosa, rellena con crema de pistacho sedosa, tahini terroso y fragmentos crujientes de masa knafeh, un postre tradicional de Oriente Medio. Esta fusión no solo despertó curiosidad, sino que explotó en popularidad gracias al efecto imparable de las redes sociales. El fenómeno viral que catapultó el chocolate de Dubái a la fama mundial ocurrió en diciembre de 2023 cuando la influencer Maria Vehera publicó un video en TikTok disfrutando la barra en la intimidad de su coche. Esta experiencia sensorial capturó la atención de millones de espectadores, acumulando más de 125 millones de visualizaciones y generando una demanda sin precedentes. La percepción del chocolate cambió, de ser un simple dulce a convertirse en una experiencia multisensorial que invita al público a sumergirse en sabores intensos y texturas beneficiosas para el paladar.
El perfil visual y sensorial del chocolate de Dubái fue un acierto, ya que su combinación del cremoso relleno de pistacho con el crocante del knafeh ofrecía un contraste único que seducía los sentidos. Analistas y expertos culinarios, como la escritora gastronómica turca Aylin Öney Tan, destacan el valor que aporta la textura en la experiencia de degustación, algo que el chocolate de Dubái potencia de manera magistral. Su éxito no solo reside en los ingredientes, sino también en la capacidad de deleitar a través del sonido y la imagen, ideal para plataformas como TikTok e Instagram donde el contenido visual y auditivo es clave para atraer a una audiencia global. Pese al creciente interés internacional, la original "Can't Get Knafeh Of It" sigue siendo exclusiva de los Emiratos Árabes Unidos, limitando su producción a aproximadamente 500 barras diarias y vendiéndose en horarios específicos a través de aplicaciones locales de delivery. Esta escasez controlada, sumada al misterio alrededor de su disponibilidad, ha intensificado el deseo del público, generando una especie de fiebre consumista con listas de espera, racionamientos en supermercados, y hasta casos de contrabando.
Este fenómeno ha desencadenado una ola de imitaciones por parte de marcas independientes y multinacionales que intentan replicar la fórmula para satisfacer la demanda global. La popularidad del chocolate de Dubái ha sido un trampolín para otros chocolateros artesanales y cadenas minoristas que han aprovechado la oportunidad para lanzar sus propias versiones inspiradas en esta creación. Por ejemplo, Maison Samadi en Londres, firma chocolatera con raíces libanesas y una historia que se remonta a 1872, fue de las primeras en incorporar su variante llamada “Dubai Viral Style Chocolate”. Esta iniciativa no solo rinde homenaje a la herencia del knafeh, sino que también enlaza con el prestigio que otorga el nombre de Dubái en el mundo del lujo y la exclusividad. El nombre “Dubái chocolate” por sí solo evoca imágenes de lujo, opulencia y experiencias exclusivas.
La ciudad es reconocida globalmente por sus rascacielos deslumbrantes, hoteles glamurosos y cultura extravagante, y esta asociación contribuye, sin duda, al atractivo del producto. Para muchos consumidores, degustar esta barra significa conectarse con una narrativa intangible de indulgencia y sofisticación que supera el mero sabor. Los expertos de Euromonitor International señalan que esta conexión emocional con el lugar de origen desempeña un papel fundamental en su éxito. Más allá del marketing y la viralidad, el chocolate de Dubái conecta profundamente con tradiciones culturales y familiares arraigadas en la región de Medio Oriente. Los sabores de pistacho y knafeh son parte integral del patrimonio culinario, asociados a celebraciones, reuniones y momentos compartidos que trascienden generaciones.
Esta mezcla de innovación y nostalgia es lo que realmente distingue al chocolate, creando un vínculo emocional que invita a los consumidores a revivir recuerdos y a explorar nuevas experiencias. La influencia del chocolate de Dubái ha ido más allá del mundo gastronómico, afectando mercados y tendencias globales. La escasez de pistachos ha derivado en una crisis de suministro, elevando precios y complicando la disponibilidad del fruto seco clave en distintas industrias. A su vez, ha incentivado colaboraciones inesperadas con marcas reconocidas como Starbucks y Shake Shack, creando ediciones limitadas que amplían el alcance del concepto original. A nivel turístico, Dubái se ha consolidado como un destino culinario imprescindible para quienes buscan probar esta sensación viral in situ.
Viajeros de todo el mundo arriban con la intención de descubrir no solo el chocolate, sino también la diversidad gastronómica que la ciudad ofrece bajo la sombra de su auge económico y cultural. El chocolate, en este sentido, juega un papel simbólico, un dulce embajador que abre puertas a otras experiencias sensoriales y culturales. El caso del chocolate de Dubái demuestra el poder de la combinación adecuada entre producto, historia y tecnología. Nadie podría haber anticipado que una idea aparentemente simple, inspirada en un antojo de embarazo, sería capaz de reconfigurar la industria del chocolate a escala global. Hoy, se encuentra en estanterías en Estambul, Londres, Mumbai y más allá, convirtiéndose en un fenómeno que desafía barreras geográficas y culturales.
Finalmente, lo que hace único al chocolate de Dubái es su equilibrio entre tradición y modernidad, indulgencia y familiaridad, exclusividad y apertura global. Fue creado para ser un campeón, y así lo demuestra su meteórico ascenso que no solo ha conquistado paladares, sino que además ha cambiado la narrativa alrededor del consumo y la producción del chocolate contemporáneo. El chocolate de Dubái no es solo un producto, es un símbolo de cómo la innovación artesanal puede generar conexiones profundas y duraderas en el mundo, transformando un simple dulce en una experiencia memorable que sigue conquistando corazones alrededor del planeta.