En un período de poco más de una semana, el portaaviones estadounidense USS Harry S. Truman ha sufrido la pérdida de dos aviones de combate F/A-18 Super Hornet en el Mar Rojo, un hecho poco común que ha atraído la atención tanto de medios internacionales como de expertos en defensa y geopolítica. Estos incidentes no solo reflejan los peligros inherentes a la operación de aeronaves embarcadas en una zona de alto riesgo, sino que también ilustran las tensiones actuales que enfrenta la Armada de Estados Unidos en una región cada vez más volátil. El más reciente incidente ocurrió en circunstancias que aún están bajo investigación. Según fuentes familiarizadas con el caso, mientras el F/A-18F Super Hornet intentaba aterrizar sobre la cubierta del USS Truman, experimento una falla en el sistema de arresto, dispositivo fundamental para detener el avión en una superficie limitada y en movimiento.
Debido a este fallo, tanto el piloto como el oficial de sistemas de armas tuvieron que eyectarse para salvar sus vidas. Afortunadamente, ambos fueron rescatados por un helicóptero de recuperación y, aunque sufrieron heridas leves, se encuentran estables. El avión, por su parte, cayó al mar y no pudo ser recuperado. Este accidente es el segundo de su tipo en un intervalo muy corto, ya que la semana anterior otro caza F/A-18 cayó por la borda en circunstancias que se atribuyen a una maniobra evasiva brusca del USS Truman para esquivar un ataque por parte de fuerzas rebeldes hutíes apoyadas por Irán. Los ataques por parte de esta insurgencia han sido frecuentes en el Mar Rojo desde noviembre de 2023, apuntando a embarcaciones comerciales y activos militares estadounidenses, lo que aumenta significativamente la peligrosidad de las operaciones en esta zona.
El valor económico de cada avión F/A-18 supera los 60 millones de dólares, lo que subraya la importancia y gravedad tanto desde la perspectiva estratégica como desde la financiera para la Marina estadounidense. Además, la repetición de estos incidentes en un solo despliegue pone de manifiesto posibles retos operativos o de mantenimiento que podrían requerir una revisión por parte de las autoridades navales. El USS Harry S. Truman ha tenido un despliegue tenso en el Mar Rojo y el Mediterráneo. En diciembre, otro jet operando desde el mismo portaaviones fue impactado por error por fuego amigo del destructor USS Gettysburg, cayendo también en el Mar Rojo.
En febrero, el Truman estuvo involucrado en una colisión con un buque mercante cerca de Egipto, lo que llevó a la destitución del entonces comandante del portaaviones, el Capitán Dave Snowden. Posteriormente, el mando fue asumido por el Capitán Christopher Hill. El ambiente en el Mar Rojo está marcado por una actividad militar creciente y enfrentamientos indirectos entre actores estatales y grupos insurgentes. La presencia de Estados Unidos y sus aliados se ha intensificado para garantizar la seguridad de las rutas marítimas estratégicas y responder a las amenazas de las fuerzas hutíes, pero esto implica riesgos altos para el personal y los equipos desplegados. Por otra parte, en paralelo a la pérdida del segundo avión, se reportó que los hutíes realizaron un disparo contra el USS Truman.
Esta acción tuvo lugar horas después de un anuncio de un alto al fuego aparentemente pactado por el entonces presidente Donald Trump con el grupo rebelde, generando interrogantes sobre la estabilidad real de ese acuerdo y su incidencia directa o indirecta en las operaciones militares. La Armada y el Comando Central de Estados Unidos han mantenido una reserva oficial, remitiendo cualquier comentario o consulta a las investigaciones en curso. Sin embargo, este patrón de incidentes enfatiza la complejidad de las operaciones navales modernas en zonas de conflicto donde actores no estatales ejercen una presión constante. Es fundamental comprender que operar portaaviones en regiones como el Mar Rojo no solo exige un alto nivel técnico y logístico, sino también una capacidad táctica para enfrentar amenazas multifacéticas, desde misiles y ataques aéreos hasta riesgos derivados de maniobras evasivas y engorrosas condiciones marítimas. La cadena de eventos que ha afectado al USS Truman y sus aeronaves apunta a la necesidad de revisar protocolos de seguridad, mantenimiento, y posiblemente la evaluación de las condiciones de despliegue.
La pérdida de aviones no solo implica un costo económico, sino también una reducción en la capacidad operativa que puede impactar en la misión general de disuasión y seguridad marítima. Además, el escenario geopolítico regional es extremadamente volátil. La participación directa o indirecta de Irán en el apoyo a los hutíes añade una dimensión de complejidad que complica la búsqueda de soluciones duraderas. Los Estados Unidos enfrentan el reto de mantener la libertad de navegación y proteger sus activos estratégicos sin escalar el conflicto más allá de lo deseado. A la luz de los acontecimientos, el futuro inmediato del USS Harry S.
Truman y su grupo de ataque podría incluir revisiones tácticas para reducir el riesgo de nuevas pérdidas, además de un análisis profundo de la coordinación entre unidades y equipos. Las reformas organizativas y el entrenamiento avanzado para la tripulación y pilotos también podrían ser áreas de interés para intensificar la seguridad en las operaciones. En conclusión, la pérdida consecutiva de dos aviones F/A-18 en apenas una semana desde el USS Harry S. Truman pone en evidencia las complejas dificultades técnicas, operativas y estratégicas que enfrenta la Armada estadounidense en el Mar Rojo. Estos eventos resaltan los desafíos que supone operar en un entorno hostil y saturado de amenazas, donde la seguridad de la tripulación y la efectividad operativa son prioritarios.
Mientras continúan las investigaciones, el foco está puesto en prevenir futuros incidentes, cuidar el capital humano y mantener el equilibrio en una región crítica para la seguridad global y el comercio internacional.