El pasado 28 de junio de 2024, un vuelo de British Airways con destino a Vancouver, Canadá, vivió un incidente que pudo haber tenido consecuencias graves pero que afortunadamente terminó sin heridos. La causa principal fue una confusión en la cabina, donde el copiloto, con amplia experiencia, confundió sus órdenes y cometió un error al manipular los controles de la aeronave. Este desacierto llevó a que los frenos se calentaran excesivamente, provocando un incendio que obligó a abortar el despegue y a cerrar la pista de manera temporal en el aeropuerto de Gatwick. El destino de cualquier vuelo depende en gran medida de la precisión y coordinación entre el piloto y el copiloto. En este caso, el accidente fue resultado de un error humano que, pese a la capacitación y profesionalismo de la tripulación, demostró cómo incluso los errores aparentemente simples pueden desencadenar situaciones peligrosas.
El informe oficial publicado por la Air Accidents Investigation Branch (AAIB) reveló que el copiloto confundió la palanca que debía mover, manipulando la incorrecta y reduciendo la potencia del motor en un momento crítico durante la maniobra de despegue. Este fallo resultó en una reducción inesperada del empuje justo cuando el comandante le indicó que debía comenzar a ascender, lo que llevó a que la aeronave frenara bruscamente, generando un sobrecalentamiento en el sistema de frenos del tren de aterrizaje derecho. La tripulación reaccionó con rapidez, y el avión se detuvo a una distancia segura antes del final de la pista, pero el fuego requirió la intervención inmediata de los equipos de emergencia del aeropuerto. El avión involucrado era un Boeing 777, conocido por ser una de las aeronaves de largo recorrido más confiables y seguras. En este caso, la estructura y los sistemas del avión funcionaron correctamente, permitiendo que los sistemas de frenos respondieran aunque al límite, y que la parada fuera segura.
La respuesta rápida de la tripulación y los equipos de emergencia evitó daños mayores y lesiones a los 334 pasajeros y 13 tripulantes a bordo. Según el informe de la AAIB, el copiloto tenía más de 6,100 horas de vuelo, lo que indica una amplia experiencia. Sin embargo, él mismo expresó sorpresa por el error, ya que no pudo identificar un motivo específico que explicara la confusión. Además, no se encontraron indicios de distracciones o cargas de trabajo inusuales en la cabina antes del incidente, por lo que la causa parecía ser un accidente humano fortuito. Este evento subraya la importancia de la comunicación clara y la atención meticulosa en la cabina de pilotaje, especialmente cuando se trata de maniobras críticas como el despegue.
British Airways, tras analizar la situación, ya había emitido una nota de seguridad días antes recordando a sus pilotos la importancia de hacer una pausa consciente para verificar la acción que van a ejecutar, con el objetivo de minimizar errores por confusión o selecciones incorrectas. Como parte de las medidas preventivas después del incidente, la aerolínea ha integrado las llamadas "mis-selections", o selecciones erróneas, en un nuevo apartado de capacitación que refuerza la conciencia y precisión durante el pre-vuelo y en las simulaciones. Esta formación adicional busca que los pilotos mantengan la concentración y confirmen mentalmente cada paso antes de ejecutar comandos, reduciendo la probabilidad de errores similares. El aeropuerto de Gatwick sufrió un cierre temporal de una de sus pistas durante 50 minutos, lo que conllevó la cancelación de 23 vuelos, afectando tanto a pasajeros como a la operatividad aeroportuaria. Estos impactos resaltan cómo un solo error técnico o humano puede generar interrupciones significativas en la logística y la experiencia de viaje.
Este incidente nos invita a reflexionar sobre la complejidad de la aviación moderna y los sistemas humanos que la soportan. La tecnología ha avanzado enormemente, pero la intervención humana sigue siendo fundamental y, a su vez, una posible fuente de error. Por lo tanto, las aerolíneas y autoridades aeronáuticas continúan trabajando para perfeccionar los procedimientos, la formación y los protocolos de seguridad, y para desarrollar herramientas que ayuden a mitigar riesgos derivados de fallos humanos. Además, la cooperación entre las agencias de investigación, como la AAIB, los fabricantes de aeronaves y las compañías aéreas es crucial para analizar incidentes y proponer mejoras que aumenten la seguridad aérea a nivel global. El estudio detallado de cada accidente o casi accidente sirve para crear estándares más elevados y evitar que sucesos similares vuelvan a ocurrir.
La transparencia y la comunicación efectiva con el público también son aspectos esenciales. La información oportuna y clara ayuda a mantener la confianza de los pasajeros y pone en relieve el compromiso constante de las compañías con la seguridad. Entre las lecciones aprendidas de este suceso está la vital importancia de la atención plena en la cabina. El momento justo de despegue es uno de los más críticos, y cualquier distracción o error puede comprometer la seguridad del avión, la tripulación y los pasajeros. La cultura de la seguridad en la aviación debe enfatizar la concentración, la verificación cruzada y la comunicación efectiva para minimizar cualquier riesgo.
En conclusión, el incidente en Gatwick por la confusión del copiloto entre izquierda y derecha que causó un incendio en los frenos demuestra que incluso ante errores humanos, los protocolos, la formación y la tecnología pueden limitar las consecuencias y evitar tragedias. La rapidez de actuación de la tripulación, el diseño robusto del Boeing 777 y la respuesta inmediata del personal de emergencias fueron determinantes para garantizar un resultado seguro. Este caso sirve como recordatorio para la industria de la aviación de que la seguridad debe seguir siendo una prioridad absoluta y que la mejora continua en la formación y los procedimientos es indispensable para afrontar los desafíos que presenta la compleja operación de vuelos comerciales. La confianza en la aviación es el resultado de estos esfuerzos constantes para prevenir errores y responder eficazmente cuando suceden, asegurando así que los viajes aéreos sigan siendo uno de los métodos de transporte más seguros en el mundo.