En el mundo dinámico y competitivo del desarrollo de software, las estructuras y estrategias internas de ingeniería juegan un papel crucial para determinar el éxito o fracaso de una empresa tecnológica. A menudo, la división entre la creación de productos y la gestión de la infraestructura técnica se simplifica demasiado, dejando fuera un componente clave que susurra desde el medio del organigrama tecnológico. Este componente es la llamada ingeniería de dominio, el espacio donde la especialización y consolidación del conocimiento particular del negocio sostiene y aumenta el valor competitivo de la compañía. La reflexión profunda sobre el concepto de infraestructura gravedad y cómo ésta afecta a la ingeniería de dominio nos abre una nueva perspectiva para comprender los desafíos que enfrentan los equipos de software y cómo pueden optimizar su estructura para el éxito. Para comenzar, es necesario diferenciar las tres capas fundamentales de ingeniería dentro de una compañía que desarrolla productos digitales: la ingeniería de producto, la ingeniería de dominio y la ingeniería de infraestructura.
Muchas empresas suelen repartir sus equipos entre producto y plataforma o infraestructura, sin embargo, esta división experimental pierde precisión a medida que se profundiza en las necesidades reales del software y el negocio. La ingeniería de producto representa el conjunto de desarrollos visibles, aquellos que los usuarios reconocen y utilizan directamente, como las funciones y características finales. Por otro lado, la ingeniería de infraestructura alberga las bases que permiten que el software se ejecute correctamente, desde la configuración del despliegue hasta la administración del hardware y el software subyacente. El hueco fundamental y a menudo desatendido se ubica en la capa intermedia, la ingeniería de dominio. Esta capa está compuesta por la lógica única y específica de la compañía que resulta transversal a múltiples funciones del producto sin pertenecer a una feature particular.
Esta capa es la que amarra y da coherencia al conjunto de aplicaciones y funciones que componen el producto final, la capa donde reside el conocimiento compartido que no solo acelera el desarrollo sino que también minimiza errores y duplicidades. Uno de los conceptos más poderosos para entender esta dinámica es el de la “gravedad de la infraestructura”. Este término describe la fuerza que atrae a los ingenieros hacia el manejo y operación del software y hardware mediante tareas repetitivas y especializadas, que aunque cruciales para el funcionamiento del sistema, pueden absorber gran parte del talento y la atención que podrían destinarse a mejorar el corazón del producto. Los ingenieros de infraestructura suelen tener un conjunto de habilidades muy demandadas y bien remuneradas, relacionadas con sistemas de cloud, pipelines de despliegue, monitoreo y seguridad, por lo que tienden a orientarse hacia ese terreno técnico profundo y estable. Esta gravedad hace que mantenerse en la capa de dominio sea complicado, pues la presión constante los empuja a labores más visibles o más cercanas al hardware y software base, dejando el espacio intermedio sin suficiente atención.
El resultado es que esta capa puede atrofiarse, con efectos negativos para la escalabilidad, la eficiencia y la salud técnica de todo el producto. Sin una inversión deliberada y focalizada en la ingeniería de dominio, los equipos pueden quedar atrapados en solucionar problemas superficiales o profundos pero aislados, sin mejorar la estructura sobre la cual se basan las características y funcionalidades. En contraparte, existe una fuerza llamada “Feature Lift” o el impulso hacia las funciones visibles. Este fenómeno se trata del constante empuje hacia el desarrollo rápido y repetido de nuevas características visibles para los usuarios finales, que suelen ser los indicadores más tangibles del progreso en una empresa. La velocidad y frecuencia para lanzar características es un factor clave para el éxito comercial y la percepción de valor.
Sin embargo, enfocarse únicamente en esta capa puede crear una acumulación de deuda técnica y sistemas fragmentados que dificultan la escalabilidad y la integridad del producto en el largo plazo. Para ilustrar cómo estas fuerzas afectan la evolución de una empresa tecnológica, imaginemos los primeros días de una startup. Cuando el equipo es pequeño, todos participan en la construcción rápida de características. Conforme el equipo crece, alguien suele tomar la iniciativa para ocuparse de asuntos relacionados a la infraestructura, liberando a los demás para continuar con el desarrollo del producto. Este es el momento en que la empresa reconoce formalmente la existencia de un equipo de infraestructura, pero a menudo sin que exista un grupo claramente dedicado a la ingeniería de dominio.
El desafío es que, mientras que la infraestructura suele estar delimitada hacia abajo, con límites bien establecidos sobre qué tareas pertenece a cada equipo, la ingeniería de dominio no goza de esas fronteras claras. Esta área requiere habilidades híbridas, conocimiento profundo de la lógica interna del negocio y competencias técnicas que permitan moldear y mantener la estructura del software más allá de simples características o despliegues. No atender esta capa intermedia no solo retrasa el desarrollo y disminuye la calidad, sino que puede hacer que las ventajas competitivas, que residen exactamente allí, se diluyan o pierdan frente a competidores que sí reconocen el valor de invertir en este espacio. En términos prácticos, un ejemplo claro ocurre en sistemas de autenticación y autorización que muchas empresas implementan al inicio. Mientras que el manejo básico de contraseñas y tokens pertenece netamente a la infraestructura, la manera en que se divide el acceso entre distintos niveles de usuarios, la experiencia de error al no tener permisos y cómo se integran estas reglas con distintas funciones del producto forman parte de la ingeniería de dominio, y su adecuada implementación puede significar una ventaja estratégica.
Por qué es tan poco común encontrar equipos enfocados en la ingeniería de dominio? El principal motivo está en la atracción simultánea de “gravedad de infraestructura” y “feature lift”. Ambas fuerzas son necesarias y valiosas, favorables para la estabilidad y el crecimiento inmediato de la empresa, pero también crean un vacío en la capa del medio que demanda impulso y liderazgo conscientes para ser cultivada. Quienes sienten la frustración por el desorden o la incoherencia del núcleo del producto suelen ser los héroes anónimos que luchan contra la atrofia del dominio, pero su desgaste es rápido y difícil de sostener sin una estructura formal y apoyo ejecutivo. Desde la óptica de liderazgo técnico, entender y reconocer estas tres capas y sus dinámicas es fundamental para tomar decisiones estratégicas acertadas. Por supuesto, los recursos son limitados y la inversión en infraestructura no puede decrecer, pues mantener la estabilidad y seguridad del sistema es crítico.
Tampoco se puede desacelerar la entrega de funcionalidades, que genera valor inmediato y traduce el esfuerzo técnico en resultados de negocio. La pregunta entonces se traslada a cómo balancear esa inversión para maximizar la velocidad y calidad a largo plazo. La propuesta fundamental es contar con un equipo de ingeniería de dominio robusto, con una dedicación específica para consolidar, abstraer y sistematizar los elementos únicos y comunes del producto. Esta capa permitirá que las funcionalidades se construyan sobre una base coherente que facilite el desarrollo futuro, incremente la eficiencia y reduzca errores derivados de la duplicación o de soluciones temporales mal estructuradas. Además, contar con un modelo financiero que relacione el esfuerzo en ingeniería de dominio con el rendimiento en productividad y velocidad de desarrollo es clave para justificar las inversiones ante los interesados y planificar estratégicamente el futuro.