En los últimos años, la inteligencia artificial ha transformado numerosos ámbitos, desde la atención al cliente hasta la producción de contenido. Entre las tecnologías emergentes que han llamado la atención recientemente se encuentra Cluely, un overlay de inteligencia artificial que funciona de forma “oculta” y promete revolucionar la manera en que profesionales y empleados acceden a información en tiempo real durante sus interacciones laborales. Sin embargo, esta innovación no está exenta de controversia y debate, especialmente en contextos delicados como entrevistas de trabajo. Cluely se presenta como una herramienta diseñada para integrar inteligencia artificial en la pantalla del usuario, proporcionando respuestas, sugerencias o datos relevantes sin que la otra parte en la conversación pueda notarlo. La utilidad en entornos comerciales, especialmente para representantes de ventas o SDRs (Sales Development Representatives), parece evidente: conversar con prospectos con soporte en tiempo real puede aumentar las probabilidades de cerrar negocios y mejorar la calidad de la interacción.
Esta funcionalidad representa una ventaja competitiva importante en mercados donde la información y la rapidez de respuesta son claves. Sin embargo, cuando el uso de Cluely se traslada a ámbitos como las entrevistas de trabajo, el panorama adquiere tintes más complejos. Una pregunta frecuente que surge es: ¿cuál es el sentido de usar una herramienta que facilita respuestas rápidas y detalladas si el candidato no domina realmente el contenido? La premisa esencial en procesos de selección es entender el conocimiento y aptitudes reales de la persona. Usar un asistente invisible puede ser considerado como una forma de trampa o deshonestidad, y podría generar desconfianza permanente si se detecta. Además, la habilidad para resolver problemas y adaptarse en entrevistas tradicionales va más allá de repetir información, abarcando aspectos de pensamiento crítico, expresión y capacidad de improvisación.
La polémica alrededor de Cluely también se refleja en las respuestas de distintos actores en el sector tecnológico. Startups que desarrollan soluciones relacionadas con la ética en IA o el control de conducta profesional han expresado sus opiniones y generado revisiones críticas. Por ejemplo, algunas empresas ponen énfasis en la defensa del conocimiento auténtico y la necesidad de construir confianza con clientes y empleadores, advirtiendo que apoyarse en herramientas ocultas puede dañarla y tener consecuencias negativas a largo plazo. Al analizar el impacto de esta tecnología, es importante contextualizarla dentro de una tendencia mayor: el incremento del uso de inteligencia artificial en entornos laborales y educativos. Cluely no es el único proyecto que ofrece overlays de IA o asistentes en tiempo real; sin embargo, su característica distintiva radica en su uso discreto, que abre una ventana a múltiples debates éticos.
Este fenómeno recuerda un poco a los desarrollos en software antidetección para diversas actividades, pero aplicado en el terreno profesional con una carga ética mucho más significativa. Mientras que las herramientas de asistencia han existido siempre en forma de libros, notas o aplicaciones abiertas, un overlay invisible que entrega respuestas sin que el interlocutor lo sepa representa un cambio radical en dinámica social y profesional. En cuanto al mercado al que Cluely apunta, es claro que los SDRs y profesionales de ventas son usuarios ideales, dado que el acceso inmediato a detalles, estadísticas, objeciones comunes y propuestas puede hacer una gran diferencia en sus tasas de éxito. La capacidad de responder con precisión y rapidez, sin interrumpir el flujo normal de conversación, mejora la interacción y la percepción del cliente sobre el interlocutor. No obstante, esta misma ventaja plantea preguntas sobre el desarrollo y la formación profesional verdadera.
Si un vendedor depende constantemente de un asistente oculto para responder, ¿hasta qué punto está desarrollando competencias propias? ¿Podemos confiar en profesionales que externalizan parte fundamental de su conocimiento a una IA oculta? Este dilema es relevante para empresas y responsables de recursos humanos que buscan habilidades genuinas en sus colaboradores. Más allá del uso directo, las preocupaciones sobre privacidad y consentimiento también aparecen. ¿Es ético usar una herramienta sin informar a la otra parte? ¿Implica una vulneración de confianza? Las conversaciones en entrevistas u operaciones de ventas son interacciones humanas que deben basarse en principios éticos sólidos. El uso de tecnología invisible que influye secretamente rompe con estas bases y puede generar desconfianza generalizada si se vuelve una práctica habitual. Los fundadores y defensores de Cluely argumentan que la herramienta simplemente es un soporte para empoderar al usuario, que la inteligencia artificial ayuda a tomar mejores decisiones y a entregar respuestas más acertadas.
En entrevistas difundidas y publicaciones, explican que la tecnología busca hacer más eficiente el trabajo y minimizar errores o vacíos de información, pero reconocen también que debe usarse con responsabilidad. Algunas plataformas han comenzado a desarrollar sistemas para detectar el uso de tecnologías similares en contextos como entrevistas laborales o procesos educativos, intentando garantizar la autenticidad. La proliferación de tales herramientas obliga a reflexionar sobre las políticas que las empresas deben adoptar para regular su uso y establecer límites claros. En definitiva, Cluely nos invita a pensar en el equilibrio entre innovación tecnológica y ética profesional. Mientras la inteligencia artificial continúa expandiendo su alcance, es vital que los usuarios valoren qué comportamientos fomentan y qué importancia le dan a la transparencia y a la autenticidad en sus relaciones laborales.
La dependencia excesiva de overlays invisibles puede traer beneficios inmediatos pero también riesgos reputacionales significativos. Además, el debate sobre Cluely evidencia la creciente necesidad de debates abiertos sobre la regulación y el uso responsable de la inteligencia artificial en el día a día. No solo se trata de lo que la tecnología puede hacer, sino de cómo usamos esas capacidades para promover un entorno profesional respetuoso y basado en la confianza. Finalmente, para quienes están explorando herramientas similares o están interesados en Cluely, es recomendable evaluar no solo las ventajas tangibles sino también las consecuencias a largo plazo. Formarse, prepararse y dominar el conocimiento propio sigue siendo insustituible, y cualquier apoyo tecnológico debe ser un complemento, no un substituto oculto que puede generar problemas éticos y de credibilidad.
En resumen, Cluely representa una innovación potente y polémica dentro del ecosistema de inteligencia artificial aplicada al trabajo interactivo. Su función como overlay oculto abre nuevas posibilidades y, al mismo tiempo, plantea importantes interrogantes sobre la sinceridad, la ética y el futuro del trabajo asistido por IA. El equilibrio entre eficiencia y transparencia será fundamental para aceptar o rechazar este tipo de tecnologías en la vida profesional de todos.