En las últimas décadas, la revolución de la energía limpia ha transformado la manera en que países de todo el mundo producen y consumen electricidad. En este contexto, los paneles solares fotovoltaicos se han convertido en un elemento central para acelerar la transición hacia fuentes renovables y reducir la dependencia de combustibles fósiles. Sin embargo, una pregunta crucial surge al analizar la dinámica interna del sector: ¿las importaciones de paneles solares baratos contribuyen o afectan negativamente el empleo doméstico relacionado con la energía limpia? La respuesta a esta pregunta no es sencilla y depende de una comprensión profunda del mercado, la cadena de valor y el tipo de empleo involucrado. Para comprender el debate, primero hay que distinguir el empleo en la industria manufacturera de paneles solares y el empleo en áreas como la instalación, el mantenimiento, la gestión de proyectos y la operación de plantas solares. Mientras que la fabricación puede externalizarse a países con costos laborales más bajos, como China, los trabajos en instalación y mantenimiento son inherentemente locales y no pueden trasladarse fácilmente.
China es actualmente el principal productor mundial de paneles solares, ofreciendo tecnología de alta calidad a precios significativamente menores que las producciones de Estados Unidos o Europa. Esta ventaja de costo ha llevado a que la mayoría de los países dependan en gran medida de importaciones para acelerar la instalación de energía solar en sus territorios. A simple vista, importar paneles a bajo costo puede parecer una ventaja clara para la economía, ya que reduce los costos totales de implementación y permite una adopción más rápida de tecnologías renovables. Esto se traduce en más proyectos, más instalaciones y, en consecuencia, más empleos en la cadena local de despliegue. Sin embargo, la competencia con productos importados baratos tiene un impacto directo sobre el empleo en manufactura local.
Las fábricas nacionales, enfrentando costos más altos y la imposibilidad de exportar de manera competitiva, pueden perder puestos de trabajo o cerrar, afectando a comunidades y regiones donde estas plantas son pilares económicos. Este efecto ha impulsado a algunos países a implementar medidas proteccionistas como aranceles, cuotas de importación o mandatos de producción nacional, buscando preservar y estimular la producción local. No obstante, este enfoque proteccionista trae consigo un costo importante: al encarecer los paneles solares, se reduce la adopción de energías limpias, lo que a su vez disminuye la demanda de servicios relacionados con la instalación, mantenimiento, logística y operación. Varios estudios demuestran que más del 80% de los empleos solares en países como Estados Unidos y Europa se encuentran en estas áreas de despliegue y soporte, mientras que la fabricación representa una fracción menor, alrededor del 12%. Una investigación basada en datos europeos indica que cada gigavatio de energía solar instalado genera aproximadamente tres veces más empleos en instalación y mantenimiento que en manufactura.
De manera similar, cifras provenientes de Estados Unidos revelan que la mayoría de los trabajos solares son realizados por instaladores, técnicos y personal de apoyo en el terreno, trabajos mayormente locales y difíciles de externalizar. Por lo tanto, frenar las importaciones y fomentar una manufactura local más cara puede causar un saldo neto negativo en el empleo total dentro del sector. Por otro lado, es importante considerar que los trabajos de manufactura suelen ser puestos bien remunerados, con beneficios laborales que pueden superar a muchos empleos de instalaciones. Además, los empleos en fábricas generan un efecto multiplicador en las economías locales, contribuyendo a la revitalización de zonas afectadas por la desindustrialización. En este contexto, algunos países consideran que mantener una base industrial propia en energías limpias es indispensable no solo para la economía sino para garantizar la seguridad energética y la independencia tecnológica.
El equilibrio entre estos factores es delicado. Un estudio realizado por la Alianza de Industrias de Energía Solar (SEIA) mostró que por cada empleo manufacturero creado mediante aranceles a importaciones, se pierden varios empleos en despliegue debido al aumento en el costo de los paneles y la consecuente reducción en la instalación de nuevos sistemas. En términos prácticos, esto implica que imponiendo tarifas para proteger manufactureros locales, un país podría terminar con menos empleos totales en el sector solar. Además, las tecnologías limpias no solo impactan al sector solar. La integración de estas fuentes requiere inversión en infraestructura de red, almacenamiento de energía y sistemas de gestión, áreas donde se generan muchos empleos también locales.
La instalación acelerada de paneles importados baratos puede impulsar la demanda en estos campos, creando más puestos de trabajo en la ingeniería, la construcción y el mantenimiento de sistemas energéticos avanzados. Para sortear estos desafíos, algunas naciones han optado por subsidios directos a la producción local en lugar de imponer aranceles, intentando reducir los costos de manufactura sin encarecer los paneles para el consumidor final. Esta estrategia busca mantener la competitividad del sector manufacturero y estimular al mismo tiempo la adopción masiva de energías renovables, evitando el sacrificio de empleos en la cadena de instalación y operación. Pero los subsidios tienen sus propias complejidades, pues requieren fondos públicos que podrían derivarse de otros rubros del presupuesto, como salud o educación. Por ende, la decisión de cómo balancear protección industrial, desarrollo sostenible y creación de empleo implica consideraciones políticas, económicas y sociales profundas.
Otro aspecto no menos importante es la naturaleza de los puestos de trabajo generados. Mientras la manufactura suele incluir más roles técnicos y de fábrica, muchos empleos en instalación, mantenimiento y operación son accesibles mediante formación técnica o aprendizajes, ofreciendo oportunidades para trabajadores en regiones con menor acceso a educación universitaria. Este aspecto puede hacer que el crecimiento en la demanda de desplegadores solares contribuya a una mayor inclusión laboral y a la reactivación de economías locales. La industrialización del sector solar con miras a la exportación tampoco parece una opción realista para países como Estados Unidos o varios europeos dado que no cuentan con ventajas comparativas en costos frente a países como China. Esto enfatiza aún más el papel complementario pero limitado de la manufactura doméstica frente a la masiva adopción y despliegue que se logra con paneles más baratos de importación.
En conclusión, la importación de paneles solares económicos representa un arma de doble filo para el empleo doméstico en el sector de energía limpia. Si bien puede perjudicar la manufactura local, fomenta un crecimiento mucho mayor en la instalación, operación y mantenimiento de sistemas solares, que en conjunto generan la mayor parte de los empleos en el sector. Esto sugiere que políticas que busquen proteger la fabricación nacional mediante aranceles pueden ser contraproducentes si resultan en una reducción del mercado solar total y, por ende, en menos empleos totales. Las estrategias más equilibradas implican combinar incentivos para mejorar la competitividad industrial con apoyo a la rápida expansión del mercado solar y otras energías renovables, promoviendo así un crecimiento sostenible y una creación de empleo inclusiva y duradera.