El gusano barrenador o “screwworm”, una larva letal que devora carne viva, está generando preocupación en el sector ganadero estadounidense tras su posible reaparición durante el verano en Texas, después de haber sido erradicado desde la década de 1980. Su regreso ha movilizado a rancheros, veterinarios y autoridades gubernamentales que temen el impacto devastador que este parásito podría tener no solo en la salud del ganado texano, sino también en la cadena de suministro de carne a nivel nacional. Este parásito, conocido como “piraña voladora”, se alimenta de los tejidos vivos de sus huéspedes, lo que puede causar la muerte de un animal, en particular de un bovino adulto, en un periodo tan corto como diez días. Históricamente, desde los años 30 hasta su erradicación, el gusano silenció vastas extensiones de ranchos, con pérdidas económicas que superaron cientos de millones de dólares. Durante décadas su presencia fue un obstáculo constante para la ganadería en Estados Unidos, hasta que se instituyeron campañas coordinadas de erradicación que lograron eliminarlo del territorio nacional por completo.
Sin embargo, los reportes recientes indican que el gusano barrenador está volviendo, posiblemente transportado desde regiones donde nunca desapareció, como partes tropicales de América Latina. La noticia se hizo evidente durante la convención anual de ganaderos en Fort Worth, Texas, donde rancheros y expertos discutieron con urgencia sobre la amenaza, un temor nuevo para muchos cuyo trabajo comenzó después de que el parásito fue erradicado y que no tienen experiencia directa con él. La importancia del ganado en Texas es indudable. Este estado no solo lidera la producción de carne bovina en Estados Unidos, sino que también es un pilar fundamental en la economía rural y nacional. Cualquier amenaza sanitaria que afecte a este sector puede desencadenar efectos en cadena que repercutan tanto en los mercados locales como internacionales, afectando precios, exportaciones y la estabilidad de los productores rurales.
El gusano barrenador ataca principalmente a animales con heridas abiertas, colocando debajo de la piel sus huevos que luego se convierten en larvas. Estas larvas se alimentan del tejido vivo, dañando profundamente al animal y provocando un dolor extremo, infecciones secundarias severas y a menudo la muerte. La velocidad con la que actúa hace que el control sea complicado, especialmente en ranchos extensos donde la vigilancia directa y constante sobre cada animal es un desafío. Este parásito es particularmente agresivo en climas cálidos, lo cual explica que su reaparición en Texas durante los meses de verano sea una posibilidad preocupante. Los protocolos que permitieron erradicarlo anteriormente se basaron en un sistema masivo de liberación de moscas macho esterilizadas que disminuyeron la reproducción del gusano hasta hacerlo desaparecer.
Actualmente, expertos están evaluando la reintroducción rápida de estas medidas para contener la situación. Además de las estrategias técnicas, la conciencia y educación entre los rancheros se presentan como pilares fundamentales para detectar a tiempo los primeros indicios de infestación. Durante la convención en Fort Worth, se enfatizó la necesidad de capacitar a los trabajadores del campo para identificar lesiones sospechosas y reportarlas inmediatamente a veterinarios y autoridades sanitarias. En este sentido, el seguimiento sistemático y el apoyo interinstitucional cobran relevancia especial. La amenaza del gusano barrenador también tiene implicaciones en la seguridad alimentaria del país.
Estados Unidos es uno de los mayores productores y exportadores de carne bovina del mundo, y una epidemia de este tipo podría afectar la disponibilidad y el precio del producto tanto para el mercado interno como para socios comerciales. La industria cárnica, que genera miles de empleos directos e indirectos, enfrentaría presiones significativas si el parásito llegara a propagarse ampliamente. Por otra parte, el sector turístico vinculado a actividades rurales y agroganaderas también podría experimentar impactos negativos derivados del miedo a brotes sanitarios y limitaciones en el movimiento de animales y personas dentro de las áreas afectadas. El control del gusano no solo es un asunto de salud animal, sino también de protección económica y social. Las autoridades gubernamentales han manifestado su compromiso para actuar rápidamente y evitar que el gusano barrenador se establezca permanentemente.
Se han movilizado equipos de diagnóstico y respuesta rápida, además de incrementar la vigilancia en zonas fronterizas y puntos críticos donde la introducción del parásito es más factible. La colaboración con países vecinos y organismos internacionales forma parte integral de esta estrategia preventiva. Esta situación también destaca la importancia de la investigación científica aplicada para el desarrollo de métodos de control más efectivos y menos invasivos. El uso de biotecnología, avances en insecticidas específicos y vacunas para el ganado son áreas en las que se está trabajando con la expectativa de brindar herramientas más duraderas contra plagas como el gusano barrenador. El retorno del parásito suscita un llamado a reforzar las políticas sanitarias y de bioseguridad en los sistemas ganaderos contemporáneos.
Una ganadería sostenible y protegida requiere no solo tecnología y recursos, sino también una gestión informada que integre a todos los actores involucrados, desde productores y técnicos hasta entidades gubernamentales. Finalmente, la experiencia de erradicación previa nos recuerda que no es imposible vencer al gusano barrenador. Sin embargo, la complacencia no puede ser una opción en esta nueva etapa. La historia sanitaria del ganado norteamericano y la estabilidad económica asociada están en juego, y solo una acción coordinada, rápida y eficaz podrá garantizar que esta amenaza no se convierta en una calamidad que afecte a Texas y a toda la nación.