El teletexto es una tecnología que a simple vista puede parecer obsoleta o arcaica, sin embargo, sigue siendo sorprendentemente popular en diversas partes del mundo incluso en pleno siglo XXI. Aunque muchos asocian teletexto con la versión británica tradicional caracterizada por sus gráficos de bloques y colores limitados, la realidad es que el teletexto ha sido un fenómeno global con múltiples estándares, desarrollos técnicos y aplicaciones culturales. La historia del teletexto no solo narra la evolución tecnológica sino también la interacción entre política, cultura e innovación en las comunicaciones televisivas. La historia del teletexto comienza principalmente en el Reino Unido durante la década de 1970, donde los ingenieros vislumbraron el aprovechamiento de la parte “invisible” de la señal de televisión analógica, conocida como la Interlínea Vertical en Blanco (VBI), para transmitir información textual. En 1971, el ingeniero John Adams de Philips propuso usar este espacio para subtítulos destinados a personas con discapacidad auditiva, sentando las bases que darían origen a los sistemas Ceefax de la BBC en 1974 y ORACLE de la IBA en 1978.
Este desarrollo en el Reino Unido pronto se consolidó en el estándar conocido como World System Teletext (WST), que se caracterizaba por utilizar pantallas de 40 por 24 caracteres y una paleta de siete colores predefinidos con gráficos basados en bloques o “sixels”. El teletexto británico fue un innovador sistema unidireccional que permitía a los usuarios navegar a través de páginas de texto transmitidas junto con la señal de televisión usando el mando a distancia. Esta interfaz primitiva ofrecía noticias, deportes, información meteorológica, horarios de televisión y servicios públicos, conquistando grandes audiencias gracias a su fácil acceso y utilidad práctica. En 1981, con la evolución al nivel 1.5, el estándar añadió soporte a conjuntos de caracteres nacionales, ampliando su alcance para adaptarse a distintos idiomas y alfabetos del continente europeo.
Mientras el Reino Unido consolidaba su estándar, Francia desarrollaba en paralelo el sistema Antiope, que a diferencia del WST, usaba una tecnología basada en paquetes de datos que permitía mayor flexibilidad, como fondos de colores y tamaños variables de fuente desde 1977. Antiope tenía un trasfondo político y cultural importante, ya que se oponía a la dominación tecnológica estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, buscando preservar la soberanía y autonomía francesa en materia de telecomunicaciones. Sin embargo, a pesar de su sofisticación técnica, Antiope no tuvo la difusión masiva que sí logró WST, el cual se convirtió en el estándar predominante en la mayoría de países europeos, salvo algunos pocos como Francia y Estados Unidos. En América del Norte, el panorama fue más fragmentado. Canadá desarrolló Telidon en la década de 1970, una tecnología avanzada que combinaba teletexto y videotex con gráficos vectoriales llamados PDI.
Telidon llegó incluso a ser base para la creación del NAPLPS (North American Presentation Layer Protocol Syntax), el estándar norteamericano que buscaba unificar servicios de teletexto y videotex bajo un sistema más elaborado de gráficos. Sin embargo, el alto costo de los decodificadores y la falta de apoyo del gobierno y fabricantes limitó su adopción masiva. En Estados Unidos, la situación del teletexto fue complicada por la ausencia de intervención regulatoria fuerte y la competencia entre diversos estándares. La mayoría de los televisores estadounidenses solo soportaban el sistema británico WST, pero este no estaba optimizado para la señal estadounidense ni para las necesidades del mercado. Empresas como CBS y AT&T experimentaron con estándares diferentes, incluyendo Antiope y su propia propuesta PLP, que se basaba en la tecnología Telidon.
A pesar de esfuerzos por establecer un estándar unificado con NAPLPS, la industria nunca alcanzó una adopción extensiva y el teletexto estadounidense declinó con la llegada de la televisión por cable y otras tecnologías de información. En Europa, el teletexto se estableció no solo como una tecnología sino casi como un símbolo del servicio público televisivo. Países como Alemania, Suecia, España y varios más adoptaron el sistema WST y lo mantuvieron vigente incluso con la llegada de la televisión digital. Países del bloque del Este fueron más lentos en la adopción, con algunos como Hungría que iniciaron transmisiones desde principios de los 80, mientras que otros como Polonia y Yugoslavia comenzaron más tarde. En Rusia, curiosamente, el teletexto tuvo un desarrollo particular, con miembros de la comunidad entusiasta y pequeñas emisoras locales que comenzaron sus propios servicios en la década de 1990 con programas especiales y hasta mensajes subversivos en tiempos recientes.
Una problemática intrínseca del teletexto WST fue su limitado conjunto de caracteres centrado inicialmente en el alfabeto latino básico, lo que dificultó su uso en lenguas con alfabetos más complejos como el cirílico, árabe o los caracteres vietnamitas especializados. Para superar estas limitaciones, varios países implementaron adaptaciones técnicas o desarrollaron decodificadores especiales. Por otra parte, en Asia, países como Japón, Corea del Sur, Singapur y Malasia adoptaron sus propios sistemas y estándares para teletexto, con Japón destacando por el desarrollo del JTES, un híbrido que soportaba caracteres kanji y kana, gráficos vectoriales y hasta audio sincronizado, demostrando un nivel tecnológico considerablemente avanzado. En Japón, la necesidad de representar caracteres complejos y detallados llevó a utilizar fuentes de mayor resolución y técnicas disponibles sólo en su estándar nacional. Adicionalmente, se experimentó con la implementación de audio, usando chips FM y muestras PCM para enriquecer la experiencia más allá del texto y gráfico estático.
Corea del Sur, con el sistema usado por Munhwa Broadcasting desde finales de los 80, también exploró esta mezcla entre texto e imágenes vectoriales, aunque con menos detalles técnicos disponibles en comparación con Japón. China y Hong Kong tuvieron experiencias particulares. China desarrolló su propio estándar denominado CCST basado en WST ampliado para caracteres chinos y gráficos por píxel, aunque su adopción fue limitada y rápidamente desplazada por otras tecnologías digitales. Hong Kong, por su parte, tuvo una dinámica muy compleja en el ámbito financiero, con videotex interactivo muy desarrollado, donde la línea entre videotex y teletexto se difuminaba y coexistían servicios digitales y analógicos para diversos usos. En regiones como Oriente Medio, África, Oceanía y Sudamérica, el teletexto tuvo presencia pero con menos documentación o alcance global.
Países como Israel y Emiratos Árabes Unidos implementaron servicios en árabe, mientras que Sudáfrica y Australia mantuvieron servicios públicos de teletexto. En Brasil el teletexto se introdujo pero con una repercusión limitada. En estas regiones, el teletexto cumplía funciones parecidas que en Europa y América pero siempre con particularidades locales y circunstancias tecnológicas diversas. A pesar de múltiples intentos de renovación, como los estándares HiText en Europa para teletexto mejorado y la migración hacia plataformas digitales interactivas, el formato clásico de teletexto sigue estando activo en numerosos países, especialmente en Europa occidental, donde un porcentaje significativo de la población aún lo utiliza a diario. Esto demuestra que la sencillez, accesibilidad y utilidad del teletexto clásico aún es valorada, especialmente para la accesibilidad, la información rápida y la compatibilidad con televisores antiguos.
Por último, no se puede pasar por alto la amplia cantidad de contenido para adultos que históricamente se difundió a través del teletexto, especialmente en Europa, con anuncios y servicios de chat erótico que, pese a las limitaciones gráficas, lograron tener una gran popularidad y controversia. En conclusión, el teletexto es mucho más que un simple servicio de texto en pantalla; es un reflejo de la historia tecnológica, cultural y política de la comunicación televisiva mundial. Desde sus discretos orígenes en los laboratorios británicos, pasando por la ambición francesa de preservar la soberanía tecnológica, los intentos canadienses de liderar un estándar avanzado, hasta las sofisticaciones japonesas, el teletexto ha acompañado el desarrollo mediático del último medio siglo. Aunque para muchos pueda parecer un vestigio del pasado, el teletexto continúa vigente y demuestra que incluso la tecnología más antigua puede preservar su relevancia cuando responde a necesidades concretas y simples de comunicación y accesibilidad.