En un giro significativo para el mercado de criptomonedas, Bitcoin ha regresado al territorio de seis cifras alcanzando un precio que sobrepasa los $100,000, un nivel que no se observaba desde febrero. Este rally ha sido impulsado principalmente por la esperanza renovada en las conversaciones comerciales entre Estados Unidos y China, así como por un notable flujo de capital proveniente de fondos cotizados en bolsa (ETF) centrados en Bitcoin. Este resurgimiento ha captado la atención tanto de inversores institucionales como de aficionados a las criptomonedas, señalando una nueva etapa de confianza en el activo digital. El movimiento hacia arriba del precio de Bitcoin coincidió con nuevas expectativas positivas en torno a las negociaciones comerciales entre las dos principales potencias económicas del mundo. La reunión planificada por el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, en Suiza con altos funcionarios chinos se ha percibido como un paso clave para aliviar las tensiones tarifarias y económicas que habían afectado la confianza en los mercados globales.
Esta perspectiva de desescalada en las disputas comerciales ha revitalizado el apetito por activos que, como Bitcoin, suelen responder bien en ambientes más optimistas y riesgosos. Paralelamente a esta buena noticia política, la dinámica de inversión institucional también ha jugado un papel crucial. Los ETF que invierten directamente en Bitcoin han experimentado un notable ingreso de fondos, con $142 millones en entradas netas registradas solo un día antes. Este cambio no solo refleja un aumento en la confianza institucional sino que también sugiere una mayor liquidez y un posible soporte para el precio futuro de la criptomoneda. Esta tendencia ha revertido las salidas de días anteriores y augura mayor actividad en el sector.
Otro factor importante que ha contribuido a la estabilidad y al impulso de Bitcoin es la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de mantener estable la tasa de interés en un rango de 4.25% a 4.50%. Esta pausa en el aumento de las tasas elimina una incertidumbre significativa para los activos de riesgo, permitiendo que tanto inversores retail como profesionales se sientan más cómodos asumiendo posiciones en mercados que eran percibidos como volátiles o inseguros. Los analistas y estrategas de mercado se han mostrado optimistas, con pronósticos que sugieren que Bitcoin puede alcanzar nuevos máximos para finales de 2025, e incluso superar los $120,000 antes de lo previsto.
Geoff Kendrick, jefe de activos digitales de Standard Chartered, destacó que si las tensiones geopolíticas continúan desviando capital desde los mercados bursátiles tradicionales, las criptomonedas se beneficiarán significativamente como alternativa de inversión. El repunte en el precio también ha tenido impacto en el mercado de derivados de Bitcoin. Según datos de CoinGlass, las recientes alzas en el precio han provocado la liquidación de posiciones cortas por cerca de $300 millones en diversas plataformas, lo que indica un cambio fuerte en el sentimiento de los traders. Tal movimiento ha contribuido a sostener el momentum alcista y ha fortalecido la confianza en la dirección positiva del mercado. Además, otros grandes activos digitales han seguido la tendencia alcista.
Ether, la segunda criptomoneda más importante, logró recuperar la marca de $2,000, y Dogecoin rebasó nuevamente los $0.18, mostrando que el optimismo no se limita exclusivamente a Bitcoin sino que impacta también a altcoins destacadas. Sin embargo, es importante destacar que, pese a esta recuperación, la volatilidad en el mercado es relativamente baja, y la correlación de Bitcoin con índices tradicionales como el S&P 500 se ha incrementado, lo que implica que eventos macroeconómicos aún pueden afectar el comportamiento de la criptomoneda. Este escenario refleja un mercado en transición donde la confianza vuelve a tomar protagonismo luego de meses de incertidumbre relacionados con eventos políticos y económicos globales. La recuperación del precio de Bitcoin más allá de la barrera de $100,000 no solo simboliza un hito psicológico para los inversionistas, sino también una reafirmación de la relevancia del activo en un mundo cada vez más digital e interconectado.