En la historia de la monarquía inglesa, pocos cargos han sido tan singulares y controvertidos como el de Groom of the Stool. Traducido literalmente como "Mayordomo del Escabel" o "Cuidaclosetas Real", este título designaba a la persona encargada de asistir al rey en sus necesidades más íntimas y personales: cuidar de sus evacuaciones intestinales. Este trabajo, aunque pueda parecer grotesco a los ojos modernos, jugó un papel fundamental en la corte desde el siglo XVI hasta principios del siglo XX, y revela mucho sobre el funcionamiento y la estructura social de la monarquía británica a lo largo de los siglos. El origen del cargo se remonta al reinado de Enrique VIII, un monarca conocido tanto por sus intrigas políticas como por su carácter imponente y excéntrico. En aquellos tiempos, la vida de la corte giraba en torno a rituales y protocolos muy específicos, y la salud del rey era asunto de estado.
La palabra "stool" hacía referencia al escabel o al inodoro portátil que el monarca usaba, dado que los baños eran escasos y poco higiénicos en las residencias reales. El Groom of the Stool debía acompañar al rey en sus momentos más privados para asegurar que sus necesidades fisiológicas se resolvían sin contratiempos y que su dieta y horarios alimenticios se ajustaban para mantener su salud óptima. Aunque el trabajo pueda parecer repulsivo, la posición del Groom of the Stool era, paradójicamente, una de las más prestigiosas y exclusivas en la corte. Generalmente, hombres jóvenes de la nobleza o la alta burguesía eran seleccionados para el cargo. La razón de elegir a personas de tal rango social radicaba en la confianza y la cercanía que debían tener con el monarca, además de la capacidad para influir en decisiones políticas y personales.
El Groom no solo cuidaba al rey de manera física; con el tiempo, el papel evolucionó hasta convertirse en una especie de secretario personal o asesorí de confianza. El acceso directo al rey en momentos tan privados facilitaba el desarrollo de una relación íntima y privilegiada que podía traducirse en un poder político considerable. Encargado de monitorear las comidas, supervisar horarios y vigilar la salud digestiva del monarca, el Groom of the Stool debía ser alguien meticuloso y atento. No existía tecnología médica avanzada, por lo que la observación directa sobre las evacuaciones y el estado físico del rey era una fuente invaluable de información sobre su bienestar general. Aunque no hay registros históricos que confirmen que el Groom realizaba la labor de limpieza directa del monarca, se sabe que le ayudaba a desvestirse y que gestionaba todo lo necesario para que este proceso privado fuera lo más cómodo posible.
A cambio de sus servicios, los Groom of the Stool recibían generosos sueldos y privilegios que muchas otras personas en la corte solo podían soñar. Por ejemplo, tenían derecho a alojarse en todas las residencias y palacios reales, podían conservar las ropas usadas por el soberano y quedarse con los muebles de las habitaciones que el monarca abandonaba. Estos beneficios reflejaban la cercanía especial que mantenían con la realeza y la importancia estratégica de su puesto. Curiosamente, el puesto se mantuvo durante varios siglos, cambiando su denominación a Groom of the Stole a partir de la era Estuardo. El título y las funciones se conservaron hasta bien entrado el siglo XX, cuando el rey Eduardo VII decidió abolirlo en 1901.
Durante el tumultuoso reinado de Jorge III, conocido como el «rey loco», llegamos a ver hasta nueve Groom of the Stool diferentes, entre ellos personajes que luego alcanzarían posiciones políticas destacadas, como John Stuart, futuro primer ministro británico. Este detalle subraya la influencia real que el puesto podía alcanzar más allá de sus primeras responsabilidades. El Groom of the Stool se convirtió no solo en un asistente íntimo, sino en un interlocutor directo y frecuente del monarca, en ocasiones influyendo en decisiones políticas o administrativas. La confianza depositada en esta persona era máxima, dado que el contacto físico y la atención a necesidades tan delicadas rompían cualquier barrera entre servidor y soberano. Desde un punto de vista moderno, es comprensible que un empleo de esta naturaleza parezca indigno o degradante.
Sin embargo, en el contexto histórico, la cercanía con el poder y los demás beneficios compensaban estas circunstancias. La imagen del Groom of the Stool también refleja una sociedad donde lo personal y lo político estaban profundamente interrelacionados. Los momentos más privados y vulnerables del rey eran también los momentos en que su voluntad podía ser moldeada o protegida. Además, esta oficina nos da pistas sobre la vida cotidiana en palacio, la importancia de la salud y la dieta en la época, y cómo la intimidad podía ser un instrumento de poder. El rol de Groom of the Stool no era estático; evolucionó con el tiempo para convertirse en un símbolo de confianza, lealtad y cercanía excepcional con la figura real.
En el plano cultural, este trabajo ha atraído la atención popular y académica porque desafía las nociones tradicionales sobre honor y prestigio. En muchas narrativas y representaciones, ha sido ridiculizado o considerado el empleo más repulsivo jamás creado. Sin embargo, desde la perspectiva histórica, es más acertado verlo como una institución compleja que refleja las dinámicas de poder y la naturaleza humana dentro de la monarquía. La abolición del cargo a inicios del siglo XX marcó el fin de una era en la que aspectos tan privados de la vida real estaban gestionados por servidores elegidos cuidadosamente. Los avances modernos en privacidad, higiene y medicina hicieron innecesaria la existencia de este puesto.
Sin embargo, el legado del Groom of the Stool permanece como un testimonio de cómo las estructuras de poder se adaptaron y evolucionaron para garantizar la seguridad y bienestar del monarca. En definitiva, el Groom of the Stool puede ser considerado uno de los empleos más singulares y memorables en la historia de Inglaterra. Aunque, a primera vista, parezca el peor trabajo de la historia debido a sus funciones íntimas y poco glamorosas, en realidad representaba una posición codiciada de gran influencia y cercanía al poder. La historia de este cargo nos recuerda que el prestigio y la función social no siempre se corresponden con lo que podría parecer desde una perspectiva moderna y que la evolución social y política está llena de roles sorprendentes y fascinantes que aún hoy nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza del poder y la confianza.