La idea de comunicarse con seres de otros mundos ha intrigado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Con la expansión del conocimiento científico y tecnológico, esta fascinación ha trascendido la ficción para convertirse en un campo legítimo de interés filosófico y lingüístico. ¿Cómo se comunicarán estas formas de vida alienígenas? ¿Podrán nuestros lenguajes humanos siquiera aproximarse a la complejidad y extrañeza de sus sistemas de comunicación? Estas preguntas son esenciales no solo para prepararnos ante un hipotético contacto humano-extraterrestre, sino también para comprender más profundamente los límites y las capacidades de nuestras propias lenguas.Películas como Arrival (2016) han popularizado la idea de lenguajes extraterrestres que desafían nuestras estructuras lingüísticas convencionales. En esta obra cinematográfica, los Heptápodos utilizan símbolos circulares que difieren radicalmente de cualquier forma de comunicación humana conocida.
Sin embargo, a pesar de su apariencia única, su lenguaje mantiene ciertas características similares a las de los idiomas terrestres, como la existencia de categorías gramaticales familiares como sustantivos y verbos. Esto reforzó la percepción común de que incluso los lenguajes alienígenas serían, en esencia, extensiones o variantes exóticas de los lenguajes humanos.La realidad, sin embargo, podría ser mucho más sorprendente y complicada. La lingüística humana ha evolucionado principalmente para estudiar lenguas originadas en nuestra propia experiencia biológica y cultural, por lo que las limitaciones inherentes a nuestra perspectiva nos impiden imaginar la totalidad de posibilidades comunicativas que podrían existir en el cosmos. La comunicación alienígena no estará condicionada por nuestra anatomía vocal, ni por nuestra percepción del mundo, ni por nuestras estructuras sociales.
De ahí que el estudio y la creación de lenguas extraterrestres en la ciencia ficción o la filosofía del lenguaje deban ir más allá de simples adaptaciones o mezclas de lenguas humanas.Para comenzar a explorar este vasto espacio de posibilidades, es útil desglosar las lenguas en sus componentes fundamentales. Primero, está el nivel del signo, que incluye todos los símbolos o señales usados para transmitir mensajes. En la Tierra, eso puede incluir sonidos, Escrituras, gestos o incluso olores y movimientos corporales en algunas especies animales. En el ámbito extraterrestre, este nivel podría adoptar formas completamente distintas: señales eléctricas, patrones lumínicos, vibraciones cuánticas, o combinaciones de varios tipos sensoriales desconocidas para nosotros.
Luego tenemos la estructura, que comprende la forma en que se organizan los signos para crear mensajes complejos. Esto incluye gramática, sintaxis, y categorías gramaticales. Aunque las lenguas humanas comparten ciertos patrones, como la distinción entre sujetos y objetos o el uso de tiempos verbales, es concebible que una lengua alienígena no se base en palabras ni oraciones, o no clasifique sus elementos de la misma manera. Podría carecer de sustantivos, por ejemplo, o combinar funciones que en las lenguas terrestres están separadas. En algunos idiomas humanos, como ciertas lenguas Salishan, no hay una distinción clara entre sustantivos y verbos, lo que demuestra que el universo lingüístico terrestre ya es más flexible de lo que aparenta.
Sin embargo, lo alienígena podría desafiar estas categorizaciones completamente.La semántica, el tercer nivel, está relacionada con el significado de los signos y la capacidad de referirse a objetos o conceptos externos. A diferencia de sistemas meramente causales o mecánicos, como podría ser la comunicación química entre organismos por medio de feromonas, las lenguas con semántica permiten transmitir ideas, hechos y emociones de forma representacional. Una lengua extraterrestre podría utilizar significados que escapan a nuestra comprensión, basado en percepciones o realidades totalmente ajenas a la experiencia humana. Por ejemplo, podrían tener términos para fenómenos astronómicos o emocionales que no tenemos ni en nuestro repertorio cultural ni científico.
Este problema está en parte mitigado por nuestra capacidad para expandir el vocabulario y conceptos, pero si la alienígena posee un sistema conceptual radicalmente diferente, la traducción podría ser imposible en un sentido absoluto.Finalmente, la pragmática aborda cómo el contexto y las normas sociales influyen en el significado comunicativo. Elementos como metáforas, implicaturas o gestos culturales pueden alterar profundamente el sentido literal de una expresión. En la historia de la ciencia ficción, la raza Tamariana de Star Trek ilustra cómo un lenguaje puede depender de referencias mitológicas y culturales específicas que dificultan la traducción literal y el entendimiento para alguien ajeno a la cultura. En un encuentro real, este nivel podría convertirse en un desafío mayúsculo porque no solo se supone entender las palabras, sino también las intenciones, costumbres y convenciones del interlocutor.
Analizando más a fondo las posibilidades, es interesante imaginar lenguajes que prescinden de algunos de estos niveles. Un ejemplo extremo sería una comunicación telepática, eliminando la necesidad de signos físicos, lo cual volvería irrelevante el primer nivel. La estructura gramatical, en esas circunstancias, podría ser también inexistente o radicalmente distinta, pues la mente no estaría limitada por la capacidad limitada de memoria o vocalización. Por otro lado, podrían existir formas de comunicación sin semántica, puramente causales, donde los intercambios son respuestas químicas, lumínicas o electromagnéticas sin significado representacional. En ese caso, hablar de lenguaje en sentido estricto se vuelve más complejo y lleva a cuestionar incluso la definición misma de comunicación.
Otra posibilidad es el surgimiento de niveles adicionales que los humanos ni siquiera hemos imaginado. Por ejemplo, una dimensión afectiva que transmita directamente estados emocionales o sensoriales de alta fidelidad, o una dimensión fenomenológica que comunique cualidades cualitativas de las experiencias (como la vivencia del color o el dolor), que escapan a la codificación tradicional. Es posible que para organismos radicalmente diferentes, estos niveles sean tan esenciales como el sonido o la gramática lo son para nosotros.El mayor reto que enfrentaremos si algún día logramos descifrar o entablar comunicación con una inteligencia extraterrestre será superar el antropocentrismo. Nuestra tendencia a interpretar y buscar equivalencias en base a nuestra propia experiencia humana puede limitar nuestra capacidad para reconocer y entender formas de comunicación radicalmente nuevas.
Prepararnos para ese momento pasa tanto por expandir nuestra creatividad lingüística y filosófica como por desarrollar tecnologías y metodologías capaces de analizar patrones comunicativos desde una perspectiva no humana.Las lenguas extraterrestres, aunque aún solo imaginadas, nos convocan a reflexionar sobre la esencia misma del lenguaje: sus límites, sus posibilidades y sus funciones. Estudiarlas también ofrece una ventana privilegiada para entender mejor la diversidad lingüística humana, pues nos obliga a descomponer y cuestionar los supuestos que damos por sentados. En última instancia, esta búsqueda puede enriquecer nuestra comprensión del pensamiento, la cultura y la inteligencia, preparándonos mejor para lo inesperado y resaltando la maravilla de la comunicación en todas sus formas.