En los últimos años, la turbulencia en los mercados financieros ha generado una ola de preocupación entre quienes están apenas en la antesala de la jubilación o quienes ya han dejado atrás la vida laboral activa. La volatilidad provocada por factores económicos, políticos y comerciales ha creado un escenario incierto donde muchos evitar consultar sus balances o mirar con detenimiento el estado de sus cuentas de retiro. Esta conducta evidencia no solo ansiedad financiera sino una posible falta de herramientas o información adecuada para navegar el complejo mundo de las inversiones en tiempos difíciles. La sensación de incertidumbre económica tiene raíces variadas pero interconectadas. Una de las principales causas es la inestabilidad generada por las políticas comerciales y decisiones gubernamentales que afectan directamente a los mercados bursátiles.
Por ejemplo, la imposición de aranceles, las tensiones comerciales internacionales, así como los cambios bruscos en la regulación financiera, han ensombrecido las perspectivas de crecimiento económico y han incrementado la volatilidad de los activos financieros. Esto se traduce en caídas significativas en índices bursátiles importantes, afectando el valor real de los portafolios personales de inversión, especialmente aquellos destinados a la jubilación. Además, la narrativa mediática y el constante flujo de noticias sobre posibles recesiones o crisis económicas contribuyen a generar un clima de miedo. Es común observar que las fluctuaciones del mercado se amplifican a nivel emocional, llevando a inversores particulares a tomar decisiones impulsivas como liquidar activos o abstenerse completamente de revisar sus estados financieros, una práctica conocida como “hacer la vista gorda” o “no querer ver la realidad”. Sin embargo, esta estrategia puede ser contraproducente, ya que no permite evaluar la necesidad real de ajustes o redistribuciones en el portafolio de inversión para minimizar riesgos.
Muchos jubilados y personas cercanas a la jubilación han experimentado este fenómeno. La historia de Michael Montgomery, un profesor retirado de 66 años que solía revisar semanalmente sus ahorros y ahora ha decidido dejar de hacerlo para evitar el estrés, refleja un sentimiento recurrente entre una amplia población. Pese a que ha ajustado recientemente sus inversiones, aumentando su proporción de bonos frente a acciones más volátiles, sigue enfrentando la incertidumbre de un mercado global que puede ser afectado por decisiones políticas imprevisibles. Esta situación subraya la dificultad que enfrentan los individuos para encontrar un refugio seguro para su capital en un entorno económico globalizado y complejo. La preocupación no se limita únicamente a los cambios de mercado, sino que también está vinculado al miedo a la longevidad y al riesgo de quedarse sin fondos suficientes para cubrir sus necesidades durante la jubilación.
A medida que la expectativa de vida aumenta, la pregunta sobre la suficiencia de los ahorros crece en importancia. Muchas personas sienten que la volatilidad del mercado podría hacer que su patrimonio disminuya justo en el momento en que más necesitan seguridad financiera, lo que les lleva a considerar opciones que, desde el punto de vista financiero, pueden ser poco prudentes, como mantener grandes cantidades en efectivo, lo que a su vez afecta el potencial de crecimiento de su capital debido a la inflación. Este es el caso de Jeanne Oats Estridge, una jubilada de 71 años quien, preocupada por la caída de más de 40,000 dólares en la cuenta de su retiro, preguntó a su asesor financiero si debería pasar todo su portafolio a efectivo. La recomendación profesional fue no hacerlo, ya que estar fuera del mercado puede significar perder oportunidades de recuperación y crecimiento. Este dilema refleja una constante en la gestión financiera personal: la dificultad de equilibrar la aversión al riesgo con la necesidad de asegurar rendimientos para mantener el nivel de vida deseado en la jubilación.
Asimismo, los índices que miden la volatilidad y el temor en el mercado, como el índice VIX conocido como el “medidor del miedo”, han alcanzado niveles que no se veían en años, indicando una atmósfera de nerviosismo y pesimismo entre inversores tanto institucionales como individuales. Aunque estos índices han retrocedido un poco después de alcanzar máximos, aún permanecen en niveles implicativos de alerta y preocupación. Esto afecta no solo a inversores individuales sino también a fondos de pensiones, fondas mutuos y otros vehículos financieros que tienen un impacto amplio en la economía. Frente a esta situación, ¿cuál es la mejor estrategia para quienes deben planificar su retiro o ya están disfrutando de él? En primer lugar, es fundamental mantener una visión estratégica y holística sobre las finanzas personales, considerando tanto la duración estimada de la jubilación como la tolerancia al riesgo y las necesidades de liquidez. Consultar de manera regular y responsable con asesores financieros competentes puede ayudar a adaptar el portafolio a las condiciones cambiantes del mercado.
La diversificación sigue siendo una palabra clave. Aunque los bonos pueden ofrecer menor volatilidad, su rendimiento puede verse afectado por las tasas de interés y otras condiciones macroeconómicas. Por otro lado, una exposición equilibrada a acciones permite aprovechar periodos de crecimiento, siempre que se entienda que es necesario tener disciplina y no reaccionar ante cada fluctuación pasajera. Además, es recomendable que los jubilados y futuros jubilados se informen y eduquen sobre los ciclos económicos, el comportamiento histórico de los mercados y las diferentes alternativas de inversión. Esta información reduce el miedo y facilita tomar decisiones más racionales en lugar de emocionales.
Herramientas tecnológicas y plataformas financieras accesibles pueden ser un aliado valioso en este sentido, pero deben usarse con criterio y acompañamiento profesional. Al mismo tiempo, es vital plantear objetivos claros y realistas para la etapa de la jubilación, identificando cuáles gastos son imprescindibles y cuáles pueden ser flexibles. Esto contribuye a una mejor gestión del flujo de caja y reduce el estrés financiero. La planificación para contingencias inesperadas, como gastos médicos, también debe estar incluida en cualquier plan de retiro bien estructurado. Por último, la paciencia y la resiliencia emocional son cualidades esenciales en momentos de turbulencia económica.
Entender que las caídas de mercado, aunque incómodas y a veces profundas, forman parte del ciclo económico puede ayudar a mantener la calma y evitar decisiones precipitadas que deterioren el patrimonio. En conclusión, el temor a revisar los ahorros para la jubilación durante períodos de volatilidad es una reacción comprensible pero que puede ocasionar más perjuicio que beneficio si lleva a la inacción o a la toma de decisiones erróneas. En un mundo donde las incertidumbres económicas y políticas seguirán existiendo, la mejor defensa radica en la educación financiera, la asesoría profesional, la diversificación, y una planificación realista y flexible. Estas herramientas empoderan a los jubilados y a quienes se preparan para esta etapa vital, ayudándolos a afrontar los desafíos del mercado con mayor confianza y seguridad.