En los últimos meses, un conflicto entre India y Pakistán ha vuelto a poner la atención mundial en la delgada línea que divide a estos dos países en constante tensión. Un elemento central de este enfrentamiento ha sido la supuesta superioridad aérea demostrada por el caza J-10C de fabricación china, que Pakistán habría empleado con éxito para derribar aeronaves indias, incluyendo los avanzados cazas franceses Rafale. Este hecho, aunque no completamente confirmado por fuentes independientes, ha sido ampliamente celebrado y promovido por medios estatales chinos y analistas militares afines. La batalla aérea se habría desarrollado en el contexto de la operación denominada Sindoor, por la cual India lanzó ataques contra campamentos terroristas en territorio paquistaní como respuesta a un atentado en Pahalgam. En este escenario, Pakistán habría empleado sus cazas J-10C, equipados con misiles aire-aire de largo alcance PL-15, para enfrentar y supuestamente neutralizar a los aviones indios.
El ministro de Relaciones Exteriores paquistaní, Ishaq Dar, afirmó en una sesión parlamentaria que cinco aviones indios fueron derribados, incluyendo tres Rafale, aunque dichas afirmaciones carecen de evidencia verificable hasta la fecha. Este reclamo ha sido fantásticamente promovido por medios estatales chinos, como el Global Times, que publicaron extensos reportajes sobre la participación y éxito de los J-10C en el enfrentamiento, atribuyéndoles capacidades avanzadas en guerra electrónica y alcance de detección. Algunos blogueros militares chinos incluso aseguraron que la Fuerza Aérea de Pakistán logró inutilizar inicialmente la electrónica de los Rafale para después derribarlos, describiendo la pérdida india como una de las más graves en décadas. Sin embargo, estas afirmaciones son motivo de debate técnico entre expertos en defensa internacional. En términos de radar y alcance, se estima que el Rafale, gracias a su radar AESA RBE2, supera en distancia de detección al J-10C, con un rango aproximado de 200 a 240 kilómetros frente a los 120 a 200 kilómetros del caza chino.
Esto genera dudas sobre la capacidad real de los J-10C para dominar a los Rafale en combate aéreo más allá del alcance visual (BVR, por sus siglas en inglés). La consideración de la munición empleada es clave en esta discusión. El misil PL-15E, un arma de largo alcance fabricada en China y compatible con los J-10C paquistaníes, es señalado como el factor diferenciador en el combate. Su alcance aproximado de 150 kilómetros y la capacidad de coordinarse con el radar activo del J-10C le conferirían a estos cazas una ventaja significativa en combate a distancia. Esta narrativa ha sido ampliamente difundida en medios asiáticos y occidentales, sugiriendo que la incorporación del PL-15E podría cambiar la ecuación en los combates aéreos en el sur de Asia.
Desde la perspectiva de China, la promoción del éxito del J-10C tiene una clara motivación estratégica. Pakistán es considerado uno de sus aliados más cercanos, y la exhibición de capacidades militares superiores fortalece sus lazos y posiciona a China como proveedor de alta tecnología bélica en la región. Además, el interés de países como Uzbekistán y Egipto en adquirir el J-10C refleja el creciente atractivo del caza chino en el mercado de exportación de defensa. La promoción mediática de los supuestos logros del J-10C también ha tenido repercusiones financieras, con un sólido aumento en las acciones de Chengdu Aircraft Co. Ltd.
, fabricante del avión. No obstante, la polémica está lejos de zanjarse. El gobierno indio no ha confirmado ninguna pérdida significativa de Rafale u otros aviones de combate relacionados con este conflicto. Por el contrario, expertos militares indios han calificado estas afirmaciones como desinformación, subrayando la ausencia de pruebas tangibles como grabaciones de cabina, datos radar o telemetría de misiles. La aparente confirmación de un oficial de inteligencia francés respecto al derribo de un Rafale permanece sin un respaldo sólido ni una versión oficial conjunta.
Además, la difusión por parte de redes sociales de imágenes y videos —muchos de ellos antiguos o descontextualizados— ha complicado la verificación de los hechos reales. Un ejemplo es un video que se viralizó mostrando un avión MiG-29 indio dañado, pero que data de un incidente anterior en 2024 y fue desmentido por oficiales indios. En paralelo, se han encontrado restos de un misil en territorio indio que algunos atribuyen al PL-15E, pero sin poder confirmar que haya impactado un objetivo. El contexto más amplio es el equilibrio estratégico en la región de Asia Meridional, donde las rivalidades entre India y Pakistán incluyen la constante actualización y adquisición de mejores armas. La entrada del Rafale en la Fuerza Aérea India representó un salto cualitativo, y la llegada del J-10C a Pakistán busca precisamente contrarrestar dicha ventaja.
Un analista chino incluso sugirió que la mencionada acción podría acelerar la reforma militar india, impulsándola a adquirir cazas de quinta o sexta generación fabricados en Estados Unidos o potenciar investigación propia. Por otro lado, la integración creciente de sistemas conjuntos, como los sistemas de defensa antiaérea de origen chino y ruso que Pakistán emplea, contribuye a crear una interoperabilidad que puede incidir en la efectividad de la defensa aérea global de la nación. Comparaciones con sistemas como el ruso S-400 Tríumf reflejan un campo complejo y en constante evolución, donde cada avance técnico se vuelve crucial para el equilibrio militar regional y global. En definitiva, la narrativa en torno al supuesto éxito del J-10C representa una mezcla de realidad, propaganda y expectativa estratégica. Al tiempo que China y Pakistán promueven una imagen de ventaja tecnológica y bélica, la falta de evidencia clara mantiene la controversia viva.
Para las fuerzas aéreas involucradas y para los observadores internacionales, este episodio será un punto de análisis sobre cómo se desarrollan los conflictos modernos, el papel de la guerra electrónica, la importancia de los sistemas de misiles más sofisticados y el manejo de la información en el teatro de operaciones. Por otro lado, para los países que evalúan opciones para modernizar sus flotas aéreas, como Uzbekistán, la contienda entre J-10C y Rafale no solo es una cuestión técnica sino también un elemento político y comercial. La influencia china en el mercado de defensa, reforzada por estas demostraciones, puede alterar mercados y alianzas tradicionales. En conclusión, el enfrentamiento aéreo reciente entre India y Pakistán y la celebración por parte de China del presunto éxito del J-10C tiene implicaciones profundas que trascienden a la mera confrontación bélica. Es un reflejo de la transformación de la geopolítica asiática, el auge de nuevas potencias armamentísticas y una ventana hacia el futuro del combate aéreo en el continente y el mundo.
Mientras la información definitiva sigue ausente, la exploración de este episodio permite entender que la supremacía aérea en Asia se encuentra en un punto de inflexión, donde factores tecnológicos, estratégicos y narrativos se entrelazan con consecuencias duraderas para las naciones involucradas y sus aliados.