Durante el segundo mandato presidencial de Donald Trump, la relación entre los activos tradicionales y las criptomonedas ha mostrado un comportamiento inesperado y digno de análisis profundo. Principalmente, el desempeño de dos activos comúnmente percibidos como refugios seguros en periodos de incertidumbre económica: el oro y Bitcoin. Estas dos opciones, ambas disponibles para la inversión a través de los ETFs administrados por BlackRock, han demostrado tendencias divergentes que llaman la atención de expertos, inversores y el mercado en general. BlackRock, una de las firmas de gestión de activos más grandes y reconocidas a nivel mundial, administra una variedad de fondos cotizados en bolsa (ETFs) que expresan exposición a diferentes clases de activos, incluyendo el gold ETF iShares Gold Trust (IAU) y el ETF de Bitcoin denominado iShares Bitcoin Trust (IBIT). Estos instrumentos financieros permiten a los inversores acceder a los beneficios y riesgos propios del oro y la criptomoneda líder sin necesidad de comprar los activos físicos o digitales directamente, facilitando la diversificación de carteras y las estrategias de cobertura.
Durante el periodo analizado desde la asunción presidencial de Trump en su segundo mandato, el ETF de oro de BlackRock experimentó una apreciación destacable. El valor pasó de aproximadamente 51 dólares a 61 dólares, lo que representa un incremento cercano al 20%. Por otro lado, el equivalente en Bitcoin presentó un comportamiento opuesto, con una depreciación que lo llevó de aproximadamente 60 dólares a 48 dólares, una caída aproximada del 20%. Este contraste no solo desafía algunas esperanzas depositadas en las criptomonedas como activos de protección ante turbulencias económicas, sino que además cuestiona varias predicciones hechas durante y después del primer mandato de Trump. Históricamente, el oro ha sido un activo refugio, valorado por su estabilidad intrínseca y su capacidad para mantener valor durante periodos de inflación, incertidumbre política o volatilidad del mercado financiero.
En cambio, Bitcoin, desde su creación, ha sido asociado con un perfil de mayor riesgo debido a su alta volatilidad, aunque también con una posible alta recompensa. Muchos inversionistas y analistas en 2021 y 2022 pronosticaban que bajo la administración de Trump, caracterizada por una política económica poco convencional y numerosas tensiones comerciales globales, Bitcoin podría beneficiarse como una alternativa confiable frente a las monedas fiduciarias. Sin embargo, la dinámica observada en el segundo mandato no refleja estas expectativas. A pesar de la retórica y apoyo explícito expresado públicamente hacia las criptomonedas desde la Casa Blanca, la cotización del ETF de Bitcoin ha disminuido, mientras que el oro ha consolidado su posición y ha aumentado su valor. Esto sugiere que, en un ámbito realista y práctico, la percepción de seguridad y estabilidad frente a la incertidumbre política y económica ha favorecido más al oro, reafirmando su papel como activo esencial en tiempos de crisis.
Además, la reciente reorganización del comercio mundial y los cambios en las políticas comerciales internacionales han generado un contexto de inestabilidad económica que normalmente promovería la demanda por activos refugio. Sin embargo, la volatilidad de Bitcoin, sumada a factores regulatorios no resueltos y la fluctuación en la adopción institucional, pueden haber provocado que muchos inversores optaran por activos más conservadores como el oro. La diferencia en los activos netos administrados en cada ETF también ofrece una perspectiva interesante. El iShares Gold Trust posee más de 36 mil millones de dólares en activos netos, mientras que el iShares Bitcoin Trust administra aproximadamente 48 mil millones. Esto indica una confianza considerable en ambos vehículos de inversión, pero el rendimiento diferencial marca una señal clara sobre las preferencias actuales del mercado.
Para los inversores, estas tendencias son claves para revisar estrategias y decisiones hacia el futuro. La superioridad del oro en el rendimiento puede interpretarse como una señal para equilibrar carteras, evitando una exposición excesiva a criptomonedas en contextos macroeconómicos inciertos. Además, los criterios de selección de activos deben considerar no solo las perspectivas políticas o declaraciones públicas, sino también la estabilidad macroeconómica, la regulación y la evolución de la adopción de las tecnologías asociadas. Los ETFs como los de BlackRock sirven como termómetros ante estos cambios, ofreciendo datos concretos y accesibles para medir el pulso del mercado y sus preferencias. Asimismo, demuestran que los paradigmas tradicionales, como el oro como reserva de valor, siguen vigentes incluso frente a la innovación disruptiva que representa Bitcoin y las criptomonedas en general.
En conclusión, el segundo mandato de Donald Trump ha evidenciado un escenario en el que el oro ha superado en desempeño a Bitcoin dentro de los ETFs administrados por BlackRock, lo que revela un interés renovado en activos tangibles ante la volatilidad e incertidumbre económica global. Para quienes buscan proteger o incrementar su patrimonio, es fundamental considerar esta realidad, analizando detalladamente las condiciones del mercado y las características propias de los activos para tomar decisiones informadas y equilibradas.