En el fascinante mundo de la computación cuántica, donde la promesa de revolucionar desde la criptografía hasta la simulación molecular está cada vez más cerca de convertirse en realidad, las investigaciones científicas deben sostener los más altos estándares de integridad y transparencia. Sin embargo, un estudio crucial, publicado en 2017 y que abrió camino para el desarrollo del chip cuántico de Microsoft, ha sido puesto bajo una profunda lupa debido a alegaciones de manipulaciones de datos. Estas controversias no solo ponen en tela de juicio el avance tecnológico, sino que también generan un debate acerca de la confiabilidad de los resultados y la ética dentro de la comunidad investigadora en física cuántica. El estudio en cuestión fue dirigido por un laboratorio financiado por Microsoft en la Universidad Tecnológica de Delft, y se centró en demostrar el potencial de nanohilos ultrafinos como los elementos básicos, o qubits, para una computadora cuántica. La clave de esta investigación fue la exploración de las partículas conocidas como cuasipartículas de Majorana, cuya existencia había sido buscada durante décadas debido a sus propiedades únicas para almacenar información cuántica con una resistencia mucho mayor a los errores y perturbaciones ambientales que enfrentan los qubits tradicionales.
En teoría, los qubits basados en Majoranas permitirían diseñar computadoras cuánticas significativamente más estables y potentes. Aunque la premisa parecía innovadora y prometedora, desde un principio el estudio enfrentó desafíos internos. Uno de los coautores, Vincent Mourik, del Centro de Investigación de Jülich, levantó la voz sobre preocupaciones relacionadas con la selección arbitraria de datos y prácticas cuestionables en el procesamiento de la información experimental. La crítica principal gira en torno a que, aunque se examinaron veintiún uniones de nanohilos para sus experimentos, se publicaron datos solo provenientes de cuatro, un recorte significativo que pone en duda la representatividad y validez de las conclusiones obtenidas. Para entender el peso de estas acusaciones es fundamental conocer que los datos originales, que deberían servir como la base sólida para cualquier conclusión científica, no fueron divulgados completamente ni estudiados de forma transparente.
Este tipo de acciones puede inducir a resultados sesgados, donde solo se destacan aquellos datos que respaldan una hipótesis deseada, dejando de lado muestras que podrían contradecirla. En el contexto de una tecnología emergente y altamente compleja como la cuántica, esto podría significar construir fundamentos erróneos para desarrollos tecnológicos caros y de gran impacto. El debate se intensificó en 2021 cuando a través de correos electrónicos internos obtenidos por Retraction Watch y la publicación Science, se revelaron tensiones notables entre los investigadores. Mourik, con inquietudes firmes, consultó directamente a uno de los autores principales, Önder Gül, cuestionando si estaba al tanto de estas manipulaciones no divulgadas antes de la publicación. Inmediatamente, Gül reconoció conocer esos métodos, pero argumentó que no las consideraba importantes en ese momento para ser mencionadas.
Esta respuesta generó aún más controversia, puesto que subraya una falta de consenso interno y posiblemente una cultura de minimización de errores dentro del grupo investigador. Además, otro coautor, Michael Wimmer, calificó como “muy desagradable” el procesamiento no revelado de datos realizado por Gül y Hao Zhang, que tampoco respondió a las solicitudes de comentarios externas. Estas revelaciones siguen de cerca otros casos lamentables dentro del campo de los Majoranas, que incluyen la retractación de varios artículos científicos donde se alegaron irregularidades similares, como los experimentos realizados en la Universidad de California, Davis, lo que evidencia un patrón preocupante en esta área de la física experimental. Pese a estas acusaciones, los representantes de Microsoft mantienen una postura pública firme. Un vocero de la corporación aseguró estar “muy confiados en el enfoque adoptado” y en la validez de los resultados publicados por sus equipos.
En contraste, voces independientes dentro de la comunidad científica como Henry Legg, físico especializado en computación cuántica, han expresado desconcierto ante lo que describen como una frecuente relajación en las prácticas de investigación cuando interviene el financiamiento de empresas grandes, señalando un declive en los estándares de rigor científico. El diario Nature Communications, que publicó originalmente el estudio, emitió una expresión editorial de preocupación y actualizaciones para subsanar algunas lagunas detectadas en los datos, pero decidió no retracted la publicación, argumentando que ciertos aspectos de la revisión estaban fuera de su alcance. Esta decisión ha suscitado críticas que demandan una revisión más exhaustiva y la posible retractación, dado que los mismos investigadores penalizados consideran que las correcciones son insuficientes para garantizar la veracidad del trabajo. Este episodio abre un debate más amplio sobre la transparencia, la fiscalización y la ética en la investigación financiada por grandes corporaciones, especialmente en nichos altamente competitivos y prometedores tecnológicamente. La búsqueda de la partícula de Majorana es una carrera de décadas, y la posibilidad de usarla para crear qubits robustos atrae a muchos actores en el campo de la tecnología cuántica.
La presión por resultados exitosos puede conducir a decisiones apresuradas o a prácticas que sacrifican la integridad científica en pro de un avance rápido, lo que a largo plazo puede perjudicar la confianza pública y científica en estos desarrollos. En términos tecnológicos, la computación cuántica basada en Majoranas aún enfrenta numerosos retos. A pesar del anuncio de Microsoft en 2025 de haber construido un chip con ocho qubits formados por nanohilos, la comunidad científica se mantiene cautelosa debido a los problemas históricos documentados en la experimentación. Dado que las propiedades de estas cuasipartículas son extremadamente sutiles y fáciles de interpretar erróneamente, la validación independiente y la replicabilidad son esenciales para confirmar cualquier hallazgo. La importancia de una ciencia rigurosa y honesta va más allá de las implicaciones específicas de un solo estudio o empresa.