El avance de la inteligencia artificial (IA) ha transformado de manera profunda la forma en que trabajamos, abriendo puertas a nuevas herramientas que prometen optimizar tareas, mejorar la eficiencia y aumentar la productividad. Sin embargo, a pesar de estos beneficios tecnológicos, un estudio publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) ha detectado una preocupante consecuencia social relacionada con el uso de IA en el entorno laboral: el daño a la reputación profesional de quienes recurren a estas herramientas. La investigación, conducida por un equipo de la Fuqua School of Business en Duke University, analiza cómo los trabajadores que utilizan herramientas generativas de IA como ChatGPT, Claude o Gemini en sus tareas diarias enfrentan juicios negativos por parte de colegas y superiores. A través de cuatro experimentos con más de 4,400 participantes, los científicos descubrieron un patrón consistente de estigma social que podría afectar de manera considerable la percepción de competencia, motivación e independencia de los usuarios de inteligencia artificial. El hallazgo es particularmente relevante porque, contrario a lo que se podría pensar, el prejuicio no se limita a un grupo demográfico específico.
El estudio confirma que la percepción negativa sobre quienes emplean IA es transversal, sin importar género, edad u ocupación. Esto indica que el estigma es un fenómeno generalizado dentro del ecosistema laboral y no una cuestión aislada. Los primeros experimentos revelaron que las personas anticipan ser calificadas como menos diligentes, más perezosas y con menor capacidad profesional si se reconoce el uso de inteligencia artificial en su trabajo. Como consecuencia, muchos trabajadores optan por ocultar su uso de estas tecnologías para evitar posibles consecuencias, generando una situación denominada como "uso secreto" o "secret cyborgs" en el ámbito corporativo. Este concepto, acuñado por el profesor Ethan Mollick de Wharton, describe a aquellos empleados que, por miedo a repercusiones o a ser juzgados, usan IA de forma oculta, lo que plantea importantes desafíos para las empresas que buscan integrar la IA de manera transparente y ética en sus procesos.
El estigma asociado con la IA no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de esta tecnología. A lo largo de la historia, cada innovación que promete facilitar el trabajo ha generado preocupaciones similares. Desde los cuestionamientos de Platón sobre la escritura y su efecto sobre la memoria y sabiduría, hasta los debates modernos sobre el uso de calculadoras en educación, la resistencia social ante herramientas que simplifican la labor humana ha sido una constante. Este nuevo estudio pone en evidencia que la IA, pese a sus ventajas, sigue esta línea de escepticismo social. Más allá de la percepción negativa, el estudio de Duke demostró que el prejuicio influye en decisiones concretas dentro del entorno laboral.
En simulaciones de procesos de contratación, los gerentes que no utilizan IA mostraron preferencia en contra de candidatos que recurren frecuentemente a estas herramientas, mientras que aquellos que sí usaban IA tendían a valorar más positivamente a los usuarios de inteligencia artificial. Esto marca una clara división dentro del liderazgo empresarial y su compromiso con la integración tecnológica. Sin embargo, el impacto no es únicamente negativo. El equipo investigador explicó que cuando el uso de IA es claramente pertinente para la tarea en cuestión, la penalización social disminuye significativamente. Esto sugiere que la transparencia y la lógica detrás del uso de la tecnología pueden mitigar las percepciones desfavorables y ayudar a normalizar su adopción en ámbitos laborales diversos.
Paralelamente, otro estudio realizado por economistas de las universidades de Chicago y Copenhague aporta una perspectiva complementaria indicando que, aunque un alto porcentaje de trabajadores reporta ahorros de tiempo gracias a la IA, en algunos casos estos beneficios son compensados por tareas adicionales que genera la tecnología. Esto incluye labores como verificar la calidad de los contenidos generados por IA o detectar su uso en contextos formales, lo que añade complejidad e incluso carga laboral para ciertos empleados. Esta combinación de factores resalta una realidad multifacética: mientras la IA tiene el potencial de transformar positivamente las operaciones laborales, su integración efectiva debe considerar los aspectos sociales, culturales y humanos que acompañan cualquier innovación tecnológica. El temor a ser visto como menos competente o responsable parece ser una barrera importante que frena la adopción abierta y segura de estas herramientas. El mundo empresarial, por su parte, enfrenta un reto de gran magnitud.
Por un lado, debe incentivar la incorporación de tecnologías avanzadas que mejoren productividad y competitividad; por otro, tiene la responsabilidad de crear ambientes de trabajo en los que los empleados se sientan valorados y libres de prejuicios al adoptar nuevas formas de trabajar. El equilibrio entre estas dos necesidades será clave para definir el futuro del trabajo en la era de la inteligencia artificial. Otra dimensión importante que emerge del debate es la influencia que tiene la experiencia previa con IA en la percepción de sus usuarios. El propio estudio indicó que quienes utilizan regularmente estas herramientas tienden a juzgar con menor severidad a otros empleados que también las emplean. Esto sugiere que la normalización del uso de IA y la capacitación pueden jugar un papel crucial en la reducción del estigma social que hoy persiste.
Más allá de las oficinas y espacios corporativos, la sociedad en general debe reflexionar sobre cómo cambiar las narrativas en torno a la inteligencia artificial. En lugar de verla como un sustituto que amenaza la capacidad humana, es necesario promover una visión colaborativa, donde la IA actúe como un complemento que potencia las habilidades de los trabajadores. El reporte del Foro Económico Mundial Future of Jobs 2025 añade que la IA podría generar 170 millones de nuevos puestos de trabajo para 2030, superando la cifra de empleos que se espera eliminar, estimada en 92 millones. Esto implica que, a pesar de los desafíos, el impacto de la IA en el mercado laboral será netamente positivo en términos de creación de oportunidades, reforzando la importancia de acompañar este crecimiento con políticas que fomenten la inclusión y aceptación tecnológica. En conclusión, la evidencia académica destaca que el uso de inteligencia artificial en el trabajo es un fenómeno con beneficios evidentes, pero que también acarrea consecuencias sociales que pueden afectar la reputación profesional.