En el mes de mayo de 2025, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió al mundo del cine y la política con un anuncio que retumba por su importancia para la industria del entretenimiento: la intención de imponer un arancel del 100% a las películas que se produzcan fuera del territorio estadounidense. Esta medida, que tendría como propósito detener la llamada "producción fugitiva" o runaway production – la tendencia de filmar producciones de Hollywood en otros países – ha sido presentada por Trump como una acción para proteger la soberanía económica y la seguridad nacional de Estados Unidos. El argumento central de Trump se basa en que la migración de la producción cinematográfica fuera del país representa un daño profundo a la economía local, especialmente a Hollywood y sus trabajadores. Según sus propias palabras, la industria fílmica estadounidense está «muriendo a un ritmo acelerado» debido a las ofertas y los incentivos que otros países otorgan a las empresas para atraer rodajes y producciones. Esta situación no solo implica una pérdida económica, sino también el debilitamiento de la capacidad de producción cultural y propagandística del país.
Para Trump, la industria del cine no es solo un negocio sino un pilar de la identidad y seguridad estadounidense. Este anuncio fue acompañado por la orden a dos organismos relevantes del gobierno: la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR) y el Departamento de Comercio. Ambos comenzarán el proceso formal para establecer y aplicar este arancel del 100% a todas las películas importadas que hayan sido realizadas en el extranjero. La intención declarada es clara: fomentar que los estudios vuelvan a producir sus proyectos dentro del suelo estadounidense, recuperando empleos perdidos y preservando un sector que, según Trump, ha sufrido por la competencia internacional y políticas poco efectivas a nivel federal y estatal. Dentro de este contexto, una figura destacada relacionada con el mensaje de Trump es Jon Voight, actor y declarado seguidor del exmandatario que ha estado trabajando como un «embajador especial» para Hollywood con el objetivo de diseñar estrategias que ayuden a salvar la industria del entretenimiento.
Voight ha estado en diálogo con sindicatos, gremios y ejecutivos de estudios, buscando alternativas para fortalecer las producciones dentro de EEUU, incluyendo la propuesta de incentivos fiscales federales como complemento o sustituto de los beneficios estatales, que hasta ahora han sido la principal herramienta para retener rodajes. Sin embargo, la imposición de un arancel del 100% genera múltiples interrogantes y debates. Por un lado, el concepto de qué significa realmente una película «producida en el extranjero» es difícil de definir cuando muchas producciones se realizan de forma híbrida, con partes filmadas en distintas locaciones internacionales y otras dentro de Estados Unidos. Ejemplos emblemáticos como "The Odyssey" de Christopher Nolan, que combina rodajes en Marruecos y Los Ángeles, o la película "Avengers: Doomsday", filmada en Reino Unido, plantean dilemas sobre cómo se aplicaría la medida y qué efectos tendría sobre estas grandes producciones con presupuestos internacionales. Adicionalmente, la industria ya está acostumbrada a aprovechar incentivos en países como Canadá, Australia y el Reino Unido, que ofrecen atractivos beneficios monetarios para la filmación de grandes producciones.
Estas ganancias financieras reducen los costos y, en algunos casos, permiten realizar proyectos que no podrían ser viables con los costos exclusivos dentro de Estados Unidos. La imposición de aranceles sin proveer un esquema robusto de beneficios podría resultar en una reacción adversa, afectando tanto la cantidad como la calidad de las producciones que las grandes compañías están dispuestas a realizar dentro del país. También hay un componente económico internacional que no se puede ignorar. Las películas estadounidenses tienen un mercado global muy poderoso con ingresos internacionales que muchas veces superan lo recaudado en el propio país. Si Estados Unidos impone tarifas tan estrictas, es probable que otros países respondan con medidas similares, reduciendo la participación de Estados Unidos en mercados internacionales como el chino, que es uno de los más importantes para Hollywood.
Ya en meses previos, tras un conflicto comercial entre USA y China, Pekín respondió disminuyendo la cantidad de películas estadounidenses importadas, afectando así claramente las ganancias de los estudios y generando incertidumbre en el sector. Las críticas a la propuesta de Trump no tardaron en llegar desde diversas voces del mundo académico y de la industria, incluyendo economistas como Justin Wolfers, quien calificó esta idea como poco lógica y sin fundamento sólido, argumentando que la competencia internacional en cualquier sector es inevitable y necesaria para la dinamización económica. Por otro lado, algunos expertos señalan que en realidad, el problema de la fuga de producción tiene más que ver con la falta de incentivos federales definidos y contundentes, y no con los aranceles ni restricciones comerciales. Hay voces dentro de Hollywood que reclaman por políticas integrales que fomenten la inversión y el mantenimiento de empleos cinegéticos en territorio nacional através de beneficios fiscales y otros apoyos estratégicos. Un punto adicional a considerar es la actual moratoria de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre aranceles a bienes digitales y servicios, vigente hasta 2026, lo que podría complicar la aplicación formal del arancel que Trump propone.
Muchas producciones cinematográficas implican no solo la filmación sino la postproducción, la distribución digital y otros servicios que cruzan fronteras sin fricciones físicas, y esto está contemplado dentro de la reglamentación internacional. Resumiendo, las intenciones de Donald Trump de aplicar un arancel del 100% a las películas producidas fuera de Estados Unidos en teoría buscan rescatar una industria que ha ido perdiendo terreno en la producción local. No obstante, la propuesta se enfrenta con complejidades técnicas, económicas y de mercado que requieren un análisis más profundo. La medida puede interpretarse como una señal clara de que la política estadounidense quiere proteger sectores clave de su industria nacional, pero también invita a la reflexión sobre los mecanismos más efectivos para lograrlo, desde el fortalecimiento de incentivos fiscales hasta la modernización de leyes que favorezcan la producción y el talento dentro del país. Finalmente, queda la pregunta abierta sobre cuál será el futuro de esta iniciativa y si podrá modificar las actuales dinámicas globales de producción cinematográfica que involucran una cadena de trabajo internacional intensa y colaborativa.
Los próximos meses serán claves para observar cómo responde la industria, los reguladores y los mercados internacionales ante esta propuesta, y si Estados Unidos podrá mantener o recuperar el liderazgo en la producción de películas en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.