La montaña más alta del mundo, el Everest, se ha convertido en un símbolo de desafío extremo y superación personal. Tradicionalmente, una expedición exitosa a esta cumbre de 8,849 metros requiere semanas o incluso meses de preparación en altura para que el cuerpo pueda adaptarse a los bajos niveles de oxígeno. Sin embargo, un grupo de cuatro amigos ha decidido desafiar el protocolo clásico con un método revolucionario: utilizar el gas anestésico xenón para acelerar la aclimatación y poder escalar el Everest en apenas una semana. La idea surgió de una conversación informal entre veteranos militares, quienes buscaban un proyecto desafiante que además apoyara causas benéficas. El consenso fue que un viaje típico a la cima del Everest era incompatible con sus estilos de vida ocupados, debido al largo tiempo que implica la aclimatación.
La propuesta de usar xenón, un noble gas conocido por sus propiedades anestésicas y su capacidad para estimular la producción de eritropoyetina (EPO), apareció como una posible solución para adaptar el cuerpo en tiempo récord. El proceso tradicional de ascenso a grandes altitudes se basa en la aclimatación gradual. Durante semanas, los escaladores alternan entre subir y descender a diferentes campamentos, permitiendo que sus cuerpos produzcan más glóbulos rojos y mejoren su capacidad para transportar oxígeno. Este procedimiento, aunque lento, es esencial para evitar graves problemas de salud como el edema cerebral y pulmonar, que pueden ser fatales en el llamado “zona de la muerte”, el área de la montaña por encima de los 8,000 metros. El gas xenón funciona estimulando los riñones para que produzcan más eritropoyetina, una hormona que indica a la médula ósea aumentar la producción de glóbulos rojos.
Así, el cuerpo incrementaría su capacidad de transportar oxígeno sin necesidad de pasar por el largo proceso de aclimatación natural en altura. Esta técnica, promovida por la empresa Furtenbach Adventures, con sede en Europa, ha sido probada en montañas como el Aconcagua, con resultados prometedores para algunos usuarios. Sin embargo, no todo el mundo en el mundo de la medicina y el montañismo está convencido de la eficacia y seguridad de este método. Expertos señalan que el aumento de la eritropoyetina después de inhalar xenón es un efecto real pero temporal y que el incremento de glóbulos rojos suficiente para enfrentar la altura tarda semanas en manifestarse. Por lo tanto, el máximo beneficio probable del gas requiere más tiempo del que ofrece un viaje de solo una semana.
Además, existen preocupaciones importantes relacionadas con los efectos anestésicos residuales del xenón. Al ser un gas que induce la sedación, incluso pequeñas dosis pueden afectar la función cerebral y respiratoria, aspectos críticos en la escalada a grandes alturas donde el juicio y la capacidad física son vitales para la supervivencia. La Federación Internacional de Escalada y Montañismo (UIAA) ha advertido que usar xenón sin supervisión médica puede resultar peligroso y que no existe evidencia científica suficientemente sólida para considerarlo un método eficaz de adaptación a la altura. Esta federación también subraya que el uso de este gas está prohibido por la Agencia Mundial Antidopaje desde 2014. Por otro lado, los defensores de esta aproximación señalan que pasar menos tiempo en la montaña reduce la exposición a otros riesgos importantes, como avalanchas, caídas o condiciones climáticas extremas.
La reducción de tiempo también disminuiría la fatiga acumulada, un factor que contribuye a muchos accidentes fatales en el Everest. Así, aunque acelerada y controvertida, la acercamiento busca equilibrar riesgo y beneficio a través del uso inteligente de la tecnología y la medicina. La expedición propuesta por estos cuatro aventureros se acompaña de un riguroso entrenamiento previo que incluye más de 500 horas durmiendo en tiendas hipoxicas, que simulan la baja concentración de oxígeno en la atmósfera en altura. También siguen programas de ejercicio y nutrición personalizados para optimizar su condición física. Aun así, admiten que no hay garantías sobre el éxito total o la seguridad de la aventura, y estiman que tienen un 30% de probabilidades de completar la cima en siete días y un 70% de alcanzar la misma en menos de 21 días.
Este emprendimiento refleja un cambio significativo en la cultura de escalada moderna, donde la experiencia de disfrutar el proceso durante semanas ha cedido terreno a la rapidez y la eficiencia, alineándose con una tendencia global de reducir tiempos y aumentar la accesibilidad en actividades extremas. Algunos puristas de la montaña critican este “turismo acelerado”, argumentando que se pierde el sentido profundo de la aventura y el respeto por la montaña, que se construye en la paciencia y la conexión con la naturaleza. Sin embargo, desde la perspectiva de los organizadores y participantes, existen múltiples vías para abordar el Everest y cada una tiene valor según los objetivos personales y circunstanciales. La coexistencia de estilos tradicionales, expediciones medianas y rápidas es vista como una democratización de la experiencia, permitiendo que más personas alcancen la cumbre, pero siempre con responsabilidad y preparación adecuada. La llegada de innovaciones como el xenón suscita debates importantes sobre los límites éticos, médicos y deportivos en la escalada.
¿Debe considerarse esta técnica como una ayuda legítima comparable al oxígeno suplementario? ¿O es un acceso injusto que pone en riesgo la integridad física y la tradición del montañismo? Estas preguntas cobran especial relevancia en una superficie tan angosta como la de la “zona de la muerte”, donde cualquier margen de error puede ser fatal. El equilibrio entre la pasión por el desafío humano y la prudencia médica y técnica es el gran reto que enfrenta esta expedición pionera. Más allá del resultado concreto, permitirá una reflexión necesaria sobre cómo la tecnología, la ciencia y la ética interactúan en la aventura moderna. La transparencia en los protocolos, el monitoreo médico cercano y la preparación física exhaustiva son ingredientes clave para minimizar los riesgos inherentes. En conclusión, intentar escalar el Everest en una semana utilizando inhalación de xenón representa un experimento audaz y que podría ampliar las fronteras del posible.
Esta modalidad todavía requiere más investigación científica y experiencia práctica para validar sus beneficios reales y entender sus riesgos. Sin embargo, su impacto en la industria del montañismo y el turismo de aventura es innegable, marcando una nueva era donde la velocidad y la tecnología desafían el tiempo, la tradición y la resistencia humana en la montaña más alta del planeta.