El ámbito del almacenamiento de alimentos está atravesando un periodo de contracción notable, motivado principalmente por el impacto de la guerra comercial internacional y el temor creciente a la inflación. Estas condiciones adversas han provocado un cambio significativo en el comportamiento de las empresas que dependen de estos servicios, lo que se refleja en una reducción de la demanda y una revisión a la baja de las perspectivas para el futuro cercano. Una empresa clave en este sector, Americold, que administra una extensa red de almacenes frigoríficos, ha hecho público que la demanda de sus clientes provenientes del sector alimentario ha cambiado «drásticamente» tras los anuncios de nuevos aranceles a principios de abril. Los datos del primer trimestre revelan una disminución tanto en el volumen de operaciones como en el inventario almacenado en sus 235 instalaciones, tendencia que se ha acelerado en los meses posteriores. Estas circunstancias forman parte de un panorama más amplio donde la volatilidad de los mercados comerciales y la inflación generalizada están induciendo a las empresas a ralentizar sus planes de expansión.
Ante la incertidumbre sobre la evolución de las tarifas y la estabilidad económica, muchas prefieren esperar a que el escenario se clarifique antes de realizar nuevas inversiones o incrementos en sus operaciones logísticas y de almacenamiento. Desde la perspectiva de la dirección de Americold, esta realidad responde en parte al impacto en la confianza del consumidor causado por la retórica sobre la guerra comercial y las oscilaciones en los aranceles. Los clientes ajustan sus portafolios de productos y reducen los niveles de inventario, buscando minimizar riesgos ante posibles fluctuaciones en la demanda y los costos. Si bien gran parte de los alimentos almacenados por Americold no están directamente afectados por los aranceles, el efecto indirecto sobre la cadena de suministro y el consumo aún es incierto. Este escenario produce un efecto dominó que va desde la producción hasta la distribución final, con repercusiones que dificultan una planificación firme para los próximos meses.
Los resultados financieros de Americold reflejan esta coyuntura. En el último reporte trimestral, la compañía reportó una pérdida neta de 16.5 millones de dólares, equivalente a 6 centavos por acción, frente a una ganancia de 3 centavos por acción en el mismo periodo del año anterior. Además, los fondos ajustados provenientes de operaciones estuvieron por debajo de las expectativas de los analistas, lo que se traduce en una revisión negativa para la rentabilidad del año. El desempeño global en términos de ingresos y uso de capacidad también muestra signos de debilidad.
Los ingresos de los almacenes a nivel mundial disminuyeron un 4 % en comparación con el año anterior, situándose en 575 millones de dólares. El volumen de palets gestionados cayó un 3.5 %, aunque el ingreso por palet aumentó un 2 %, lo que indica un ajuste en la estructura tarifaria o en la composición de la mercancía almacenada. La ocupación económica, que refleja la proporción de espacio comprometido contractual y económicamente, descendió en 470 puntos básicos hasta un 74.7 %, mientras que la ocupación física real bajó aún más, alcanzando una caída de 560 puntos básicos hasta situarse en un 63.
3 %. Estos indicadores son un reflejo contundente del enfriamiento de la demanda en el sector. Frente a esta coyuntura, Americold ha revisado a la baja sus pronósticos para el año completo. Se espera que los ingresos se mantengan planos o tengan un crecimiento marginal del 2 %, en contraste con la previsión previa que estimaba un aumento entre 2 % y 4 %. El volumen de operaciones se proyecta estable, mientras que la ocupación económica podría experimentar una leve disminución adicional.
El CEO de Americold, George Chappelle, ha señalado que la exposición directa de la compañía a la dinámica del comercio internacional es limitada, estimándose en un porcentaje de un solo dígito respecto a las importaciones y exportaciones. Esto se debe a que la mayor parte de los alimentos que almacenan son proteínas, papas y alimentos preparados, categorías que tienden a ser más estables ante fluctuaciones de demanda. Por otro lado, los productos frescos y congelados, aunque representan una porción menor de los ingresos, están más vinculados a las importaciones y podrían presentar mayor vulnerabilidad. La preocupación por la inflación es otro factor que se suma a la presión sobre el sector. El aumento en los costos de insumos, energía y transporte impacta directamente en los costos operativos de las empresas de almacenamiento y en la capacidad de sus clientes para mantener niveles elevados de inventario.
Ante este contexto, la preferencia es reducir riesgos, evitar sobreproducción y limitar el capital inmovilizado en existencias. Las acciones de Americold han respondido negativamente ante estos anuncios, reflejándose en una caída significativa en la bolsa que contrasta con comportamientos positivos de otros índices y sectores. Esto muestra la sensibilidad del mercado financiero a la desaceleración proyectada en el sector de almacenamiento de alimentos. En un análisis más amplio, este enfriamiento en la demanda de almacenamiento es un síntoma de las tensiones actuales entre mercados globales y los efectos macroeconómicos que repercuten en sectores esenciales como la alimentación. La estabilidad en el comercio internacional y la contención de la inflación serán factores decisivos para la recuperación y crecimiento de esta industria en los próximos años.
Además, el cambio en los patrones de consumo impulsado por la inflación pone en evidencia la necesidad de que las empresas del sector se adapten a un entorno donde la agilidad, la optimización de costos y la innovación en la gestión logística serán claves para mantener la competitividad. De cara al futuro, la atención estará puesta en la evolución de las políticas comerciales y los indicadores macroeconómicos globales. La reversión de las medidas arancelarias o la flexibilización de las tensiones comerciales podrían reactivar la demanda. Por otro lado, un aumento mayor en la inflación o un entorno económico inestable prolongado podrían profundizar la desaceleración, afectando también la inversión y la generación de empleo en el sector. En conclusión, el sector de almacenamiento de alimentos transita un momento de reflexión y ajuste, condicionado por factores externos que exceden su control inmediato.
La capacidad de adaptación a esta nueva realidad, el seguimiento cercano de las tendencias globales y la implementación de estrategias efectivas serán determinantes para sobrellevar el enfriamiento actual y aprovechar futuras oportunidades en el mercado.