En los últimos meses, el panorama económico del Reino Unido ha estado marcado por una creciente preocupación debido a las políticas fiscales impulsadas por Rachel Reeves, la Canciller de Hacienda. Su estrategia de aumentar los impuestos ha sido señalada como la principal causa del debilitamiento de la economía británica, generando un agujero estimado de £57 mil millones en las finanzas públicas, según el National Institute of Economic and Social Research (NIESR). Este déficit representa uno de los mayores retos fiscales a los que se enfrenta el Reino Unido en la última década y ha despertado un intenso debate sobre el futuro económico del país. El contexto en el que estas medidas se han implementado es fundamental para entender su impacto. Tras una serie de años marcada por la inestabilidad debido a diversos factores internacionales, incluidos conflictos comerciales y la pandemia mundial, el Reino Unido buscaba un camino de recuperación sostenida.
Sin embargo, las decisiones recientes en materia tributaria parecen haber frenado el crecimiento y debilitado la confianza del sector empresarial, lo que a su vez ha afectado la capacidad del país para lograr una recuperación económica sólida. Uno de los aspectos más relevantes recae en el efecto que estas políticas han tenido sobre la confianza de las empresas. Según reporta NIESR, el aumento en la carga fiscal ha generado incertidumbre entre las compañías, que temen que se avecinen más incrementos impositivos. Esta incertidumbre se traduce en una paralización en la inversión, reducción en la contratación y una caída generalizada en las vacantes laborales disponibles. En esencia, las empresas han adoptado una postura de espera, lo cual limita el dinamismo económico y el crecimiento del empleo.
El panorama se complica aún más si consideramos el contexto inflacionario que atraviesa el Reino Unido. El alza sostenida en los precios limita la capacidad del Banco de Inglaterra para reducir las tasas de interés, una herramienta tradicional para estimular el crecimiento económico. Este factor, sumado a la evidente confianza menguante de los inversores, crea un escenario donde la economía crece a un ritmo mucho menor del esperado, con NIESR proyectando un crecimiento de apenas 1.2% para este año, por debajo de la estimación previa de 1.5%.
La comparación con otros impactos económicos globales resulta reveladora. Por ejemplo, la guerra comercial protagonizada por Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump representó una amenaza cierta para el crecimiento británico, pero sus efectos se estiman marginales en comparación con los generados por las políticas fiscales internas. El NIESR puntualiza que, mientras las tarifas comerciales estadounidenses reducirán el crecimiento en solo 0.1 puntos porcentuales, las medidas fiscales de Reeves y el temor a futuros impuestos ocasionan un efecto considerablemente mayor en la economía. Organismos internacionales también han expresado preocupación.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha indicado que los factores domésticos, principalmente las decisiones fiscales de Reeves, son probablemente la causa más significativa detrás de la reciente revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento del Reino Unido. Esta declaración refuerza la idea de que, no obstante la importancia de los eventos externos, las políticas internas están jugando un papel central en la desaceleración económica. La influencia de estas circunstancias no solo reside en la ralentización del crecimiento económico, sino también en las finanzas públicas del Reino Unido. El NIESR estima que la falta de ingresos fiscales, consecuencia directa de la bajada en la actividad económica y la incertidumbre empresarial, provocará un incumplimiento de las reglas fiscales establecidas por la propia Canciller. Estas reglas pretendían que los gastos diarios fueran financiados mediante los ingresos tributarios, pero ahora se prevé un desfase de £57.
1 mil millones en ese objetivo. Además del déficit en ingresos, se espera que el objetivo de reducción de la deuda neta como proporción del PIB también se vea afectado negativamente, con una desviación prevista de aproximadamente £24.9 mil millones. Estas cifras llenan de incertidumbre las perspectivas presupuestarias y podrían forzar al gobierno a implementar nuevas medidas para corregir el rumbo fiscal. La posibilidad de que el gobierno tenga que afrontar decisiones difíciles como recortes en el gasto público o nuevos incrementos impositivos está sobre la mesa.
Algunos analistas sugieren que una vía para mitigar esta situación podría pasar por revertir las reducciones tributarias implementadas anteriormente por Jeremy Hunt, el predecesor conservador de Reeves. Sin embargo, tales ajustes podrían despertar controversia y afectar nuevamente la confianza de los sectores productivos. Más allá del impacto económico y fiscal, los efectos sociales también deben considerarse. La ralentización en la creación de empleo y la contracción en actividades de inversión pueden aumentar la precariedad laboral y reducir las oportunidades para jóvenes y nuevos profesionales. La combinación de inflación elevada y menor crecimiento limita el poder adquisitivo y la calidad de vida, aspectos que el gobierno deberá abordar para evitar un deterioro social.